La Navidad puede ser esa maravillosa época de alegría y felicidad en que la que compartimos momentos inolvidables con los nuestros. O convertirse en una auténtica pesadilla de estrés, nervios y mal humor. ¿Cómo podemos evitar…
Tema peliagudo y delicado este de los conflictos con los abuelos… Y en épocas festivas y de reuniones puede que se intensifiquen. Así que vamos a ver a qué se deben, cómo gestionarlos y qué podemos hacer para que no supongan una brecha en la familia.
Vamos a suponer que son unas navidades “normales”, como las que vivimos habitualmente, sin una pandemia de por medio. Así este post servirá para futuras celebraciones en las que podamos compartir reuniones sin límite de personas y con libertad de movimientos.
Nochebuena en casa de los abuelos maternos
Este año habéis decidido pasar el 24 de diciembre en casa de los abuelos maternos. No vivís demasiado lejos, así que para ayudar con los preparativos basta con llegar un poco antes. Está todo a medio organizar, con la vajilla y la cristalería de las ocasiones especiales limpia y la cocina llena de comida casi lista.
Tu peque, al ver la casa de los abuelos algo diferente, con tanto ajetreo, va revolucionado y empieza a tocarlo todo. También llevas a tu bebé, dormidito en el carro, ¡es su primera Navidad!
Nada más llegar empiezan los conflictos: “¿No ha dormido siesta el mayor? Debería dormir siesta, está como una moto. Tendrías que haberlo puesto a dormir, porque luego se va a caer de sueño y va a estar muy irascible”. Y la verdad es que es cierto, es un buen recurso y se agradece el consejo. Pero al mismo tiempo os sentís un poco cuestionados: “¿de verdad crees que no lo hemos pensado y que ha sido imposible?”.
Sin embargo con el pequeño pasa todo lo contrario… Y es que no falla, basta que lo organices todo para que ese día sí que se duerma una siesta, quizás un poco más tarde de lo habitual, para que luego no haya manera… Sin embargo, los abuelos opinan que el bebé no debería estar durmiendo.
Si lo hace ahora, después durante la cena estará despierto y no os dejará comer. Pero sabes que es muy pequeño y es mejor no cambiarle sus rutinas. Además, igualmente va a pedir la teta cada poco rato (es imposible mantener despierto a un bebé cuando ha decidido que ahora sí quiere dormir, no antes ni después, sino ahora; aunque los abuelos piensen que no es buen momento…).
Y eso se convierte casi en una ofensa. “Vosotros sabréis, pero nosotros hacíamos eso cuando erais pequeños y funcionaba. O si no, pregúntale a tu hermano ahora cuando llegue, seguro que sus niños vienen descansados”.
¡Boom! La Nochebuena solo acaba de empezar y ya estamos así… Después vendrán los “cómo le vas a dar eso de comer si es muy pequeño ¡se va a atragantar!”, los “¿otra vez quiere teta? le vas a hacer polvo el estómago”, lo de “tienes que ser bueno porque Papá Noel (o los Reyes Magos) están mirando y si no te quedarás sin regalos”…
Nochevieja en casa de los abuelos paternos
Unos días después viajáis a casa de los abuelos paternos, que viven un poco más lejos. Llegáis el día anterior. Y es cuestión de matemáticas: a más horas juntos, más posibilidades de conflicto hay.
Los niños se pasan el día descalzos, pero los abuelos los persiguen y os avisan que así “se van a resfriar” (por si no lo recordáis de tantas otras veces que lo han repetido en ocasiones anteriores). Además tienen un regalito para el mayor, un juguete estruendoso lleno de luces y música, pero solo se lo darán “si se termina todo el plato de comida”. Vosotros habéis insistido en que preferís juguetes más sencillos, que permitan desarrollar la imaginación y el juego libre. Además, ya bastante regalos se acumulan en estas fechas.
¿Por qué no se tiene en cuenta vuestra decisión? Igual que con lo de terminarse la comida y los chantajes… Tampoco entienden por qué el niño no puede tomarse las uvas como todo el mundo, que el bebé debería ir ya sentado en su carrito y tomar cereales, que los niños deberían comer en otra mesa… Porque ellos lo hicieron así, y les fue muy bien.
De este modo y con una sensación de frustración constante, pasa un año más la Nochevieja. Pero aunque difícilmente van a desaparecer todos los conflictos, sí que podemos replantearnos cómo afrontar estas diferencias. Y es que, quieras o no, son roces que acaban afectando tanto a la relación con tus padres, como con tus suegros, con tu pareja y contigo misma o contigo mismo.
Trabajando la empatía
Aquí podría estar la clave de todo, en la empatía. Reconozco que hay personas y situaciones con las que ser empáticos es realmente difícil. Pero debemos hacer un esfuerzo, por nuestro bien y también porque somos el ejemplo en el que se reflejan nuestros peques en su aprendizaje y desarrollo de la empatía.
Partamos de la base de que ninguna de las partes actúa malintencionadamente. Aunque también hay casos, claro. Y de ellos solamente podemos aprender lo que NO QUEREMOS hacer cuando seamos abuelos y abuelas, mucha mano izquierda y no dudar en los límites. Pero hablamos de esos abuelos y abuelas que intentan ayudar, sin saber que, en realidad, hacen lo contrario.
Es importante saber que sus consejos, por mucho que se repitan y se puedan hacer pesados, no tienen intención alguna de desafiarnos. No es un ataque personal, simplemente es que tienen mucha historia detrás y un difícil papel que también los abuelos y las abuelas están practicando.
La pesada culpa
A lo largo de nuestra vida acumulamos culpa por casi todo. Incluso por aquellas cosas que se escapan a nuestra intervención… Sin embargo cuando te conviertes en madre, a veces también cuando te conviertes en padre, aflora esta carga pesada que puede quedarse ahí por los años de los años. La madurez quizás te aporte algo de calma, pero cuando te hacen abuela, o abuelo, todo eso vuelve a reflotar. Aunque probablemente no sean conscientes de toda esa inseguridad.
Pues imagínate que, a esa guerra interna que te ha acompañado a lo largo de los años, se le suma el hecho de que tu propio fruto te está cuestionando las decisiones que tomaste. Puede doler ¿verdad?
Si siguiéramos punto por punto el modelo de nuestros padres acabaríamos con todas esas dudas: “lo hemos hecho bien”. Sin embargo, nuestro camino es diferente en muchos aspectos y cuestionamos cosas que antes eran incuestionables.
Y aquí también se pueden sentir atacados. La generación de nuestros padres y abuelos sentían que continuar con “el legado familiar” (en el que se incluye la crianza y las costumbres) era una manera de agradecimiento y respeto por lo que hicieron sus antecesores por ellos.
Dialogar para evitar el conflicto
Habrá padres y madres más dispuestos a escuchar y aprender. Porque la vida es eso, un aprendizaje continuo, con errores o sin ellos. La capacidad de aprender y sorprenderte cuando ya superas los 50 ó 60 años y has criado a tus hijos, debería tomarse también como algo maravilloso.
Pero para eso, primero deben aceptar que las cosas cambian, el ritmo de vida también, la ciencia avanza y con ella las recomendaciones. También la información se multiplica y está al alcance de todos. Ahora se pueden argumentar varias opciones, y no solamente aceptar y repetir lo que te enseñó tu madre (y a ella misma su propia madre).
Lo comentado anteriormente puede influir en que los abuelos y abuelas vivan como un cuestionamiento a su bagaje de vida este cambio de paradigma, de ahí que el diálogo sea fundamental. Nos sentaremos a hablar con calma (no en la cena de Nochebuena) y asertividad.
Conectando con sus miedos e inseguridades primero, para poder después comunicar de forma serena y firme cómo nos sentimos y cómo necesitamos que respeten nuestras decisiones. Sin reproches. Hablando con naturalidad sobre lo que te lleva a actuar de una manera u otra, compartiendo, si lo crees necesario, los estudios que has leído y explicando cómo aplicas la lógica en la mayoría de los casos, y en otros simplemente el poderoso instinto. Y en cualquier caso, haciendo saber que merecéis respeto a tomar vuestras decisiones y a cometer vuestros propios errores.
Debemos transmitirles la necesidad de recibir apoyo y confianza. Que los abuelos y las abuelas demuestren la confianza que tienen en nosotros como padres y madres hará mucho más sencillo y seguro el duro camino de la maternidad y la paternidad. “Me encantaría contar con tu apoyo”.
Quizás no notemos un cambio sustancial a la primera conversación, pero poco a poco, sumado a que van a ir viendo cómo sus nietos y nietas son felices, están sanos y crecen bien así, seguro que lo van entendiendo.
Cuando no funciona la comunicación
Lógicamente no todos serán iguales. Hay abuelos y abuelas que son más resistentes, que tienen más interiorizado un modelo de crianza tradicional, y tienen sus propias heridas emocionales que no logran curar. En estos casos el diálogo es más complicado y a veces es un esfuerzo sin resultado.
Entonces podemos, si queremos, asentir y hacer después lo que creamos conveniente. Pero sin entrar en discusiones y, por supuesto, sin permitirnos cuestionarnos nuestro papel como madres o padres por culpa de conflictos así. Recuerda: no es un ataque personal.
Pero aunque la empatía y la compresión están muy bien, siempre hay que establecer límites y dejarlos claros. Sí, también con los adultos. Y si permitimos ciertas licencias (que también es aconsejable), que sea así porque lo creemos conveniente, no para no discutir o para no frustrarnos.
Por ejemplo, podemos aceptar que en casa de los abuelos se coma dulces o cambien ciertos hábitos. Pero lo encajamos de forma consciente, porque queremos, porque lo hemos sopesado y hemos llegado a la conclusión que nos hace sentirnos bien a todos.
Si hacemos las cosas llevados por lo que nos digan los demás, o por lo que nos impongan, no servirá realmente para estar en paz con nosotros mismos, ni con los abuelos y las abuelas. Y no debemos olvidar que los últimos y principales responsables de la crianza, de la educación y la salud de nuestros niños y niñas somos sus padres.
Las navidades deberían ser felices
Si a pesar de todo esto, el compartir momentos con la familia “ampliada” supone muchos disgustos, discusiones y malestar… ¿Por qué no romper con esto? La Navidad es una época para estar felices, para disfrutar de las personas que te hacen sentir bien y con la que te encuentras a gusto. No merece la pena si los conflictos son tales que no os permiten estar en paz.
Ahora que tenéis vuestra propia familia podéis crear vuestras propias tradiciones en las que primen el respeto y el bienestar. Estos días está siendo un tema recurrente que compartimos en la Tribu CSC: el alivio que sentimos gracias a que las restricciones por el coronavirus impiden las mismas reuniones de siempre.
¿Por qué hay que esperar a algo así? Quizás porque tomar la decisión de acabar con lo que se supone que hay que hacer es difícil. Pero seguro que muchas familias repiten el próximo año unas navidades con menos gente, más agradable, y sin conflictos.
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