Cómo decir NO a los niños de forma positiva

Es importante saber cómo decir no a los niños de forma positiva, para establecer los límites necesarios para su bienestar

Artículo publicado el 29 Ene 2021 - Este artículo ha sido revisado y actualizado con fecha 17 agosto, 2023

Partir siempre del NO implica que las relaciones con nuestros hijos serán limitantes, provocará sensaciones negativas y afectará a su desarrollo como personas. La forma en la que les hablamos se queda adherida al subconsciente y puede condicionar su comportamiento con esos mensajes. Así que es mucho mejor hablarles en positivo.

No. En este post no vas a encontrar la fórmula mágica para que esta expresión desaparezca de vuestro vocabulario en casa. Pero sí vais a encontrar algunas claves para que este adverbio tan recurrido cuando tenemos hijos no se convierta en la palabra más escuchada.

¿Y por qué no desterrarlo definitivamente? Pues porque a veces sí es importante utilizarlo y, de hecho, es necesario. Pero abusar de él es contraproducente, provoca frustración y seguramente lograremos lo contrario; que los peques repitan lo que queremos evitar.

Cuándo sí es importante decir “no” a los niños

Para saber cuándo es mejor utilizar una alternativa positiva al “no”, quizás lo primero que hay que aclarar es cuándo el NO sí es necesario. Y es necesario cuando es una expresión para salvaguardar a nuestros hijos de ciertos peligros. Por ejemplo, no tiene sentido explicarle a un niño pequeño por qué no ha de cruzar la calle por cualquier sitio en el momento en el que lo va a hacer o lo está haciendo.

 

 

En esa situación un no rotundo provocará que se pare en seco y el mensaje claro de que no debe hacerlo. Luego, en otro contexto donde no haya peligro, sí podemos explicarle de forma positiva por dónde hay que cruzar (paso de peatones) y que hay que hacerlo dándonos la mano. Y transmitirle las consecuencias que tendría el hacerlo incorrectamente: el riesgo para su vida, la necesidad de cumplir las normas de tráfico, etc.

Es decir, es importante usar el NO cuando el o la menor va a saltarse los límites que afectan a su seguridad o que cruzan la línea roja, por ejemplo, del respeto (a los demás, a sí mismos o al entorno). Eso sí, cuando tengamos que decirles no, hagámoslo de forma respetuosa: poniéndonos a su altura, siendo firmes pero sin perder la amabilidad, sin gritos, centrándonos en la acción o el comportamiento que no han de repetir y no en ellos.

 

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¿Por qué huir entonces del “no”?

Es difícil huir de la dichosa expresión porque, seguramente, nosotras y nosotros mismos hemos recibido continuamente un no por respuesta. De adultos se puede asumir o gestionar (no todos, ni siempre) pero de pequeños es muy frustrante escuchar continuamente “no saltes ahí”, “no toques eso”, “no hables”, “no salgas”, “no llegues tarde”, etc.

Utilizarlo como recurso continuo solo provoca frustración y, además, merma la autoestima de nuestros-as hijos-as. Socavamos su seguridad y al final les colgamos etiquetas que les limitan y, finalmente, acaban creyéndoselas. Y es que hay cosas que NUNCA deberíamos decirle a un niño.

 

 

Además, decirlo muchas veces puede tener el efecto contrario: podemos acrecentar ese deseo que parece inherente del ser humano y provoca que nos atraiga aún más lo que se nos niega o prohíbe. Cuando van siendo mayores, un “no” tajante puede ser interpretado como un ataque directo a su autonomía, lo que les puede llevar a concentrar toda su energía en contraatacar: gritos, rabietas, malos modos…

Hay que tener en cuenta que los niños y las niñas, además, sobre todo los más pequeños, no desobedecen para desafiarnos. Hay otras muchas razones, más prosaicas y naturales, que entenderíamos si no nos relacionáramos con ellos-as con una visión centrada en el adulto, en nuestras necesidades o creencias; y no en la de ellos, en su naturaleza.

¿Y cómo lo hacemos entonces?

Si queremos tener una relación positiva con nuestros hijos e hijas, hay conceptos que debemos tener muy presentes, como el respeto y la escucha activa. Pero quizás la clave está en la asertividad, es decir, en la capacidad de expresar nuestras propias opiniones, deseos y necesidades de forma adecuada.

 

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Si somos asertivos, invitamos a nuestros hijos a imitarnos y con el tiempo aprenderán a serlo. Ganarán en capacidad comunicativa y sabrán validar sus propias emociones y empatizar con los demás. En definitiva, les damos las herramientas para que en el futuro (en la adolescencia, por ejemplo) sean capaces de reafirmarse y no dejarse llevar por la presión del entorno. Vamos a enumerar algunas estrategias para aplicar el “no asertivo”.

Explicar las consecuencias del acto o el comportamiento que queremos evitar

Les ayudará a comprender por qué se lo negamos. Quizás porque soy miope, tengo especial obsesión con que mis hijas no se acerquen demasiado a la televisión. El “no os pongáis tan cerca” era un mantra en mi salón. Y no solía funcionar hasta que opté por contarles por qué se lo digo: yo empecé a usar gafas porque me ponía muy cerca para ver los dibujitos.

 

móvil y tablet

 

Desde entonces, solo les digo: “chicas”, y me señalo los ojos (los gestos también pueden ayudar a evitar el “no”). Y mano de santo. Explicarles, por ejemplo, que el uso continuo de la tablet o el móvil tiene consecuencias negativas físicas puede ayudarles a comprender por qué imponemos límites a su uso.

Ofrecer alternativas

Es muy importante hacer ver a los niños y las niñas que su opinión se tiene en cuenta y que tienen la libertad de elegir. Fomentamos así la seguridad en sí mismos. Si están jugando y no quieren recoger los juguetes aunque vayamos a comer, siempre podemos ofrecerles jugar un poco más (5 minutos no es nada en realidad) y recoger después de la comida; o recogerlos en este momento y volver a sacarlos por la tarde un rato.

 

 

Dar información (evitando el “no”)

A veces no hay que dar muchas explicaciones, simplemente informarles de lo que viene después (con las tablas de rutina, por ejemplo). “¿Puedo poner una película?”. Si en vez de decirle que “no”, les contestamos: “cenamos en 10 minutos”, comprenderán que no hay tiempo para poner una película.

 

 

También podemos explicar el problema para que lo entiendan: si nos piden que juguemos con ellos pero en ese momento no podemos hacerlo, podemos responder explicándoles por qué: “ahora estoy recogiendo/trabajando… pero en cuanto termine, juego contigo”.

Usar la empatía y aceptar sus sentimientos

Verbalizar que entendemos cómo se sienten puede ayudarles a aceptar una decisión, porque les estamos tomando en cuenta y mostramos compresión. Si quieren un regalo que consideramos no adecuado (mi hija mayor ya pelea por una tablet), podemos responder que “entendemos que les gustaría tener una como su amiga fulanita” y que una “tablet” (en mi caso) “puede ser muy divertida, y que lo será cuando sea el momento de tenerla”.

 

Utilizar el humor

A mi hija pequeña le regalaron hace unos días una piruleta gigante en casa de los abuelos. Tras pasar la tarde allí, se nos olvidó, y ya en el coche le dio por pedirla. Comenzó a llorar, así que no se me ocurrió nada mejor que inventarme una canción horrible con la piruleta como protagonista. Mis desafinos le hicieron gracia, y al bajar del coche me dijo riendo que la próxima vez que se le olvidara la piruleta cantaría ella “porque tú lo haces fatal”. El humor puede ser la clave para casi todo.

 

 

Hablar en positivo en vez de en negativo

Al principio de este post comenté que es mucho mejor hablar en positivo que en negativo, así que es buena idea (aunque sea difícil y requiera entrenamiento) intentar sustituir el no por el sí: “¿puedo comer turrón?” “Por supuesto que sí. El día de Año Nuevo (o en Reyes, o el domingo)”.

Darse tiempo para pensar

La frase “déjame pensarlo” puede ayudarnos a ganar tiempo si no tenemos muy claro qué responder o cómo. Eso también ayuda a que su actitud expectante puede ser más suave si pasa un poco de tiempo. Y, sobre todo, nos permite reflexionar sobre su petición. Hay veces que nos sale un “no” inmediato porque no hemos pensado, por nuestra comodidad y/o porque no nos ponemos en la posición de nuestro hijo o hija para entender sus razones para solicitar algo concreto.

 

¡La OMS pide más abrazos para los niños!

 

Decirles lo que sí pueden hacer

En lugar de pasarnos el día diciéndoles: “No saltes en el sofá”, “no tires la comida al suelo” o “no le quites el juguete a tu hermano”; podemos optar por decirles lo que sí pueden hacer o lo que esperamos de ellos. Por ejemplo: “Si quieres saltar, puedes hacerlo en la alfombra”, “si no quieres comer más, puedes poner en este plato lo que no quieras” o “si quieres ese juguete, puedes pedírselo a tu hermano”. Cuando les decimos lo que no queremos que hagan sin ofrecerles ninguna alternativa pueden sentirse perdidos y no saber qué esperamos realmente de ellos/as.

Todas estas opciones no son fáciles de aplicar, ojo. Se necesita paciencia y un continuo prueba-error para interiorizarlo, sobre todo cuando hemos escuchado y contestado tantas veces “no”. Pero merece la pena el esfuerzo y caminar hacia una forma de educar más positiva y respetuosa con nuestros hijos. Es la visión que defendemos en la Tribu de Criar Con Sentido Común, donde podéis encontrar el apoyo de otras familias con dudas similares y la sabiduría de una veintena de profesionales de todos los ámbitos con los que crecer en la relación con nuestros y nuestras hijas.

 

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