Niños y mentiras: Por qué mienten los niños y qué hacer cuando sucede

Mentir es una herramienta más en las relaciones sociales y nuestros hijos aprenden a usarla por imitación

Artículo publicado el 18 Ene 2021 - Este artículo ha sido revisado y actualizado con fecha 28 marzo, 2024

Es costumbre en casa, a la hora de cenar, hacer balance sobre lo bueno y lo malo que nos ha pasado a todos en el día. Una de esas noches, la más pequeña, que tiene tres años, nos contó: “lo malo es que un niño me ha pegado en el colegio”. Nos dejó un poco sorprendidos porque si hay cualquier incidencia, normalmente los maestros median y nos informan.

A la siguiente noche volvió a contar lo mismo y esta vez nos reímos todos. Y, desde entonces, siempre cuenta lo mismo, al tiempo que se parte de risa. ¿Por qué lo hace? Pues creo que porque le gusta que nos ríamos y ser el centro de atención. Es su momento. Es una de las razones por las que los niños dicen mentiras.

¿Por qué mienten los niños?

Pues porque decir mentiras forma parte de nuestra sociedad. Hay gente que miente continuamente. Incluso quien se considera sincero o sincera ha dicho alguna vez una mentira piadosa (“qué corte de pelo más mono”) o se ha inventado una historia como excusa (“no me arrancaba el coche y tuve que llamar a la grúa”, cuando lo cierto es que me quedé dormida y no quiero reconocerlo). Mentimos incluso en las redes sociales cuando metemos filtros y así camuflamos alguna arruguita en las fotos, o incluso cuando solo reflejamos momentos felices (cuando nadie está todo el día contento y feliz).

Y en ese contexto de “maquillar la realidad”, a veces hay quien hace partícipes a sus hijos o son testigos de esas mentiras: “Dile a la abuela que no me puedo poner”, cuando en realidad quiero decir que no me apetece hablar con ella. Y, claro, así los y las más peques aprenden que mentir es una herramienta más en las relaciones sociales. Y mienten. Debemos ser especialmente cuidadosas/os con los valores que transmitimos a nuestros hijos  hijas con nuestras acciones.

 

 

Hay distintas razones por la que los niños mienten. La primera es, como he apuntado en el punto anterior, la fantasía; pero también por imitación (nos imitan a nosotros, los adultos, que somos sus referentes). Luego hay mentiras se producen por frustración, para esconder sus errores, para evitar una consecuencia, para conseguir algo o para llamar la atención. Todas ellas esconden una motivación y nosotros debemos intervenir para hacerles ver que las mentiras generan desconfianza y falta de credibilidad.

Pero, sobre todo, debemos plantearnos si somos nosotros quienes estamos incitando a nuestros hijos a mentir con nuestro modelo de crianza. Si cada vez que nuestro hijo comete un error ponemos el foco de atención en esa equivocación y le hacemos sentir mal, la mentira será la solución que encuentre para huir de nuestro reproche. Si cuando nuestra hija olvide hacer una de sus tareas la castigamos en lugar de centrarnos en buscar soluciones, estaremos invitándola a buscar la manera de evitar esa sanción, y la mentira puede ser la mejor vía que encuentre.

Todas esas mentiras proceden de una razón y, como digo, debemos intervenir pero no estigmatizándolos (si le colgamos a un niño a una niña la etiqueta de mentiroso-a, además de seguir mintiendo, con el tiempo le restará autoestima porque pensará eso de sí mismo-a), sino ayudándoles a comprender que las mentiras pueden mermar la confianza. Mis hijas dicen alguna mentiras (como también lo hago yo, confieso). Y siempre trato de entender por qué las dicen. Es fundamental conectar con ellos en este sentido (en todos, en realidad). La conexión es la clave para construir una relación de confianza en la que nuestros hijos  no necesiten mentirnos para evitar nuestra reacción.

 

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¿Y qué hay detrás de una mentira? Pues puede haber frustración e inseguridad. Puede haber miedo, si por ejemplo temen que nos enfademos y optemos por un castigo (en este caso, no deja de ser un mecanismo de defensa para evitar una consecuencia negativa). Puede haber falta de confianza en sí mismos, etc. En todos estos casos, el niño o la niña que miente está pasándolo mal y deberíamos ocuparnos de atender ese malestar.

Cuando la mentira está relacionada con una llamada de atención, hay que estar alerta porque puede estar escondiendo un problema más serio (me invento enfermedades para que mamá esté más tiempo conmigo, por ejemplo). En la Tribu de Criar con Sentido Común tenemos a profesionales muy actualizados que os pueden echar una mano para hablar con vuestros peques y establecer límites de forma positiva, si lo necesitáis.

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¿Es malo que mientan?

Pues depende de por qué lo hagan. De hecho, según algunos estudios, mentir decir mentiras requiere ciertas habilidades cognitivas por parte de los menores. Es decir, mentir se relaciona con un alto nivel de inteligencia. Y es que hacerlo requiere no solo imaginación para inventar algo, sino que además se debe que recurrir a habilidades de inhibición y memoria para que no descubran esa mentira.

 

 

Entonces ¿hay que dejarlos mentir? Pues no es algo que podamos evitar, aunque sí podemos trabajar para construir una relación de confianza en la que no sientan la necesidad de mentirnos, al menos, a nosotros. Y sí nos puede ayudar a comprender por qué empiezan a mentir.

Un bebé no miente. No tiene esas habilidades. Si te dicen: “no lo cojas, está llorando para llamar tu atención, no le pasa nada”, has de ignorar inmediatamente el comentario. Si un bebé está llorando siempre le pasa algo: o tiene hambre, o tiene frío, o tiene sueño, o simplemente quiere esta contigo, recibiendo tu cariño. Recuerda que las necesidades afectivas son también hambre de alimento para los seres humanos.

Las primeras “mentirijillas” (como decía mi abuela) suelen aparecer alrededor de los dos años de edad y están relacionadas con la fantasía. Hasta los siete años aproximadamente, los niños y las niñas tienen lo que se llama el pensamiento mágico. La fantasía y lo real se mezclan. Aparecen los amigos invisibles o imaginarios, las aventuras imaginadas que no han ocurrido…

 

 

En este caso no deberíamos preocuparnos, porque estas invenciones forman parte de su proceso madurativo y es algo natural. Irán desapareciendo a medida que crezcan. Nosotros también tiramos de fantasía con ellos. Les hablamos de los Reyes Magos, el ratoncito Pérez, las hadas… Y en sus cabezas esos personajes se convierten en reales.

Cuando llega el pensamiento lógico, nos podemos encontrar con algunos niños y niñas que se sienten traicionados por esa fantasía que finalmente no es verdad. Por ese motivo, entre otros, cada vez más familias evitan participar de estas tradiciones fantasiosas.

¿Qué hacer cuando los niños dicen mentiras?

Si queremos ser respetuosos con los peques y aplicar la disciplina positiva, lo último que debemos hacer es enfadarnos y recriminarles su mentira. Primero deberíamos asegurarnos de que efectivamente están mintiendo porque si dicen la verdad y nosotros dudamos de ellos provocará culpabilidad en nosotros, pero sobre todo sensación de injusticia en ellos-as. Y se resquebrajará la confianza en casa.

 

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Frente a una situación como la mentira, es mejor ser empáticos, mostrarles nuestro amor e intentar centrarnos en las soluciones en vez de en la falsedad en sí. Hay que darles buen ejemplo para no poder recriminarles el que nos imiten, y hacer un ejercicio de reflexión juntos sobre la confianza. En este punto, para los más pequeños y pequeñas, puedes recurrir a un cuento en el que se realce la honestidad y la sinceridad.

Fomentar la confianza con los niños

La confianza es el punto clave en todo esto. Mantener una relación de confianza es el primer paso para evitar en la medida de los posible que nos mientan (sobre todo en aspectos importantes). Y para ello es primordial prestarles atención; tomarnos sus asuntos en serio; dar ejemplo y contarles nuestras cosas (según la edad, claro); pedir su opinión; asumir y aceptar sus errores y los propios (no hay nada mejor que el error para aprender); estar disponibles; ofrecerles nuestro apoyo; buscar alternativas al castigo y no sermonearles; etc.

A todo ello se suma la necesidad de inculcarles un concepto tan importante como la honestidad, que no se limita a ser sinceros, sino también a ser coherentes y justos. Y, por supuesto, enseñarles a ser asertivos y a comunicar sus deseos y necesidades sin tener que recurrir a la mentira.

 

 

Nosotras y nosotros también tenemos que ser honestos y enseñarles que a veces una mentira puede ser piadosa pero que mentir por sistema solo conseguirá hacernos sentir mal y a la otra persona o personas, también. No me importa que mi hija pequeña diga su “mentirijilla” todas las noches, lo que me importa es que cuando necesite mi ayuda confíe en mí, sea honesta y yo sepa cómo actuar.

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