En la cesáreas tradicionales las madres no ven nacer a su hijo ni pueden cogerles en brazos una vez nacen, en una cesárea pro vínculo sí. Desde el primer momento, la madre puede estar piel con…

Más allá de la cicatriz externa que deja una cesárea, hay heridas mucho más profundas: la herida emocional, esa que no se ve a simple vista, pero que puede ser mucho más duradera e invisible, además de más difícil de cerrar.
En España, un 21,8% de los partos en hospitales de la red pública durante 2018 fue por cesárea, según el informe «Atención perinatal en España: análisis de los recursos físicos, humanos, actividad y calidad de los servicios hospitalarios» del Ministerio de Sanidad. Unas cifras que quedan lejos de las recomendaciones de la OMS que asegura que la tasa de cesáreas debería situarse entre el 10 y el 15%.
La herida emocional silenciada
El impacto psicológico de la cesárea suele silenciarse con frecuencia. La mejor prueba es que hay muy pocos estudios en los que se hable de ello. De hecho, en otro tipo de operaciones médicas sí se conocen las reacciones depresivas, mientras que en cirugía obstétrica parece que no se le da importancia y la mayoría de las veces ni se mencionan al explicar los riesgos de la intervención.
No solo eso. En la mayoría de las clases de preparación al parto no se habla de la cesárea ni de su herida emocional. Te hablan de respiraciones, de pujos, tratan de explicarte cómo es el parto y el posparto, pero ni una palabra de una posible cesárea, como si esta no fuera una forma de parir más e igual de válida y posible que cualquier otra.
Recuerdo que mis clases de preparación al parto incluían una sesión con la psicóloga. Hablamos de expectativas y realidad, de que la mayoría de mamás deseaban un bebé rubio con ojos azules y de que aquello distaba mucho de cómo era un recién nacido. “Los recién nacidos son feos”, nos hizo repetir. Nada que objetar, es cierto en la mayoría de los casos. Pero en aquella hora no se hizo ni una sola mención a la cesárea. Estoy segura de que no todas las asistentes tuvieron un parto vaginal porque, al menos yo, fui la excepción.

Las reacciones ante la herida emocional
Tranquilidad, agradecimiento, tristeza, sentimiento de culpa, de pérdida, fracaso, rabia, enfado, estrés postraumático… Las reacciones ante una cesárea y su herida emocional pueden llegar a ser tan diversas como las mujeres en sí.
De la tranquilidad y la gratitud a la culpa
En muchas ocasiones, la reacción está directamente relacionada con las expectativas. Si idealizamos un parto vaginal y nos encontramos con una cesárea, el proceso de asimilación va a ser más lento que si estamos ante una cesárea programada. Lo mismo ocurre si recibimos información clara sobre por qué la van a realizar o nos dicen que nuestro bebé o nosotras estamos en peligro, ya que en este caso es muy probable que reaccionemos ante la cesárea con gratitud y tranquilidad.
Pero la realidad es que son las reacciones menos frecuentes. A día de hoy, casi siete meses después, el sentimiento de culpa y la rabia con el personal que me atendió sigue siendo tan intenso como el primer día. No iba con grandes expectativas sobre el parto ideal, pero sí me preparé a conciencia. Era plenamente consciente de que no había parto sin movimiento y sin dolor, y estaba preparada para tolerarlo hasta que mi cuerpo pidiera la epidural.
Nada de eso ocurrió. Con solo un centímetro me vi con la epidural puesta sin pedirla, aun advirtiendo de que aquello pararía la dilatación. Me lo negaron hasta en dos ocasiones: “Una vez que el parto empieza ya no para”, me dijeron. Esas palabras se quedaron grabadas a fuego. Postrada en una cama sin poder moverme, 12 horas después escuché la palabra cesárea.
Hablaban de la posición del bebé, pero nunca me explicaron qué significaba aquello y por qué acabaríamos así. A mí, acostumbrada a preguntar a diario por mi profesión y no parar de hacerlo hasta obtener una contestación, me faltaban respuestas el día más importante de mi vida.
Así que sí, me sentí infinitamente culpable por no haber dicho que no a tiempo, y enfadada por confiar plenamente en un personal sanitario que (bajo mi punto de vista) me falló. La realidad es que, aunque le siga dando vueltas a día de hoy, no soy responsable de que mi parto acabara en cesárea. E incluso si todo hubiera transcurrido de otra manera, podía haber acabado igual.
La falta de vínculo y la tristeza
La falta de vínculo con el bebé y el sentimiento de fracaso y pérdida son otras de las principales huellas de la herida emocional de la cesárea. El sentimiento de que “te lo han sacado” y no lo has parido tú es tan fuerte que a veces también paraliza. Sí, lo reconozco, también lo sentí por unos segundos. Más allá de no haber tenido un parto vaginal, lo cierto es que esa falta de vínculo está muchas veces relacionada con la menor carga hormonal que sucede al no desencadenarse el proceso de parto. Y es que la oxitocina es clave para iniciar ese vínculo.
Lo mismo ocurre con practicar piel con piel de forma inmediata, que no solo contrarresta el impacto negativo de la intervención, sino que además es clave para iniciar ese vínculo y comenzar la lactancia materna. A mí me la robaron un minuto para limpiarla y ponerla guapa. ¿Limpiarla? ¿Cómo está más guapo un recién nacido lejos del regazo de su madre? Yo solo quería que me la pusieran encima.
Ese minuto se me hizo eterno porque pensaba que aquello no era normal. Después he sabido que muchos hospitales siguen separando durante horas por protocolo, cuando no hay prácticamente nada que impida que la madre y el recién nacido estén juntos después de una cesárea. Y sí, esto puede generar un duelo y una herida emocional importante por la pérdida de esas primeras horas del recién nacido.
No podía faltar la tristeza. No nos vamos a engañar, la cesárea es una cirugía mayor y conlleva un dolor físico muy intenso una vez que pasa la anestesia. Recuerdo una tristeza infinita cuando veía a mi pareja hacerlo todo con nuestra hija los primeros días. Cambiarle el pañal, cogerla en brazos de pie, bañarla… Disfrutarla. Pasaron muchos días hasta que yo pude vivir todas esas primeras veces juntas.

La ausencia del acompañante en el parto
Hay que tener en cuenta también el protocolo de actuación del hospital. Es cierto que la cesárea es la única cirugía mayor en la que la paciente puede estar acompañada. Pero es tan necesario, que me resulta imposible pensar que no ocurra en todos los centros sanitarios.
En cuestión de minutos, te ves en un quirófano, tumbada en una camilla con los brazos en cruz y con varias personas poniéndote todo tipo de cosas. El anestesista fue mi ángel de la guarda para calmar mi estado de nervios hasta que pudo entrar mi pareja.
La ausencia de la pareja en el nacimiento de su hijo también puede conllevar dolor en ambos sentidos. En la madre, que una vez más se siente culpable de que no haya podido estar presente al ser una cesárea. Y en el padre, que puede tener también dificultades para establecer el vínculo con su hijo.
¿Cómo sanar la herida emocional de la cesárea?
La cicatriz de una cesárea suele curarse en unos días. Pero su herida emocional va mucho más allá. Por ello, es importante trabajar en ella cuanto antes. Para la psicóloga y miembro del equipo de Criar con Sentido Común, Mamen Bueno, es clave “hacer el duelo del parto que no fue”. Para ello, propone cosas sencillas como escribir una carta de despedida a ese parto esperado e incluso de agradecimiento a la cesárea, porque gracias a ella tenemos a nuestro bebé con nosotros.
Aceptar el dolor y rechazar el sentimiento de culpa. Qué difícil hacerlo, sobre todo cuando falta el apoyo del entorno y los consejos llegan, como casi siempre, sin pedirlos. Hace poco me dijeron que me tenía que haber negado a que me pusieran la epidural tan pronto para evitar la cesárea. Si esa persona hubiera sabido que es algo que me lleva torturando a diario desde hace meses, estoy segura de que se hubiera ahorrado esas palabras. Escuchar y abrazar en silencio. Qué necesario y qué difícil a veces.

Porque sí, es cierto que la herida emocional se lleva en silencio. Cuando nace el bebé, todas las atenciones son para él. Como mucho, a la madre le preguntan cómo se encuentra físicamente. No hay nada más allá. Al fin y al cabo, si ha llegado sano al mundo, ¿qué más puede perturbar tu felicidad? Aunque lo lógico sería pensar que absolutamente nada, la realidad no es así. Tal y como explica Bueno, “la pareja (si la hay) y el entorno familiar son claves siempre que entiendan y validen el dolor, sin minimizarlo en ningún momento”.
Además, es fundamental hablar del proceso. Para empezar, con los profesionales sanitarios que atendieron el parto para esclarecer por qué acabó en cesárea o con otros médicos y matronas para ver otros puntos de vista. Pero también es clave crear tribu. Por eso, si formas parte de la la Tribu CSC (primer mes gratis), encontrarás no solo a especialistas en crianza respetuosa, sino también a otras madres que han pasado por lo mismo que tú, lo que puede ayudar a aliviar el dolor.
El regalo del parto: la vida
A veces, es necesario también analizar lo ocurrido. ¿Es menos traumático un parto vaginal que una cesárea? Cuando lo pienso, siempre llego a la misma conclusión: a mí me aterraba un parto instrumental y una episiotomía y, de alguna forma, la esquivé. Pero no es suficiente. Sé que a día de hoy mi cicatriz emocional no ha sanado. Y muchas veces me pregunto por qué. No me considero peor madre por haber dado a luz por cesárea. Por parir de esa forma, porque sí, yo he parido aunque haya quien me haya dicho lo contrario.
Y sobre todo, hay que saber que no tiene por qué volver a ocurrir. La evidencia demuestra que los partos vaginales son posibles después de las cesáreas y nunca hay dos partos iguales.
Sea de la forma que sea, el parto siempre es algo positivo porque, probablemente, te traiga uno de los mejores regalos de la vida: tu bebé. Permítete disfrutar del momento porque solo va a nacer una vez. Así que siéntete orgullosa porque, al fin y al cabo, no es por dónde se nace, sino cómo.
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2 comentarios en "La herida emocional de la cesárea"
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Me he emocionado al leer el artículo porque soy madre de 3 tesoros nacidos por cesárea.
La primera fue una cesárea de urgencia, tras casi 24h de iniciar las primeras contracciones dolorosas, muy dolorosas. Los profesionales respetaron mi insistencia de intentar hasta el último momento un parto vaginal sin epidural, pero finalmente no pudo ser, aún no sé el motivo. Nos separaron nada más nacer y tuve que reclamar a mi hija porque quería iniciar la lactancia cuanto antes.
El segundo embarazo llegó a los 7 meses y firmé un consentimiento para volver a intentarlo. Pero en la última revisión el ginecólogo me programó la cesárea porque la niña “está todavía ahí arriba”eso me dijo únicamente.
Lloré mucho… Y cuando volví a casa con mi preciosa bebé durante un par de meses cada noche esperaba ponerme de parto, me despertaba tocándome la barriga para ver si había contracciones. Y en pocos segundos me daba cuenta de que ya había nacido y la tenía en mi pecho.
11 años más tarde en mi tercer embarazo ya me dijeron que no me dejaban parir. Era peligroso por tener ya dos cicatrices en el útero.
Lo comprendí y respeté. Pero deseaba en el fondo que se adelantara el parto un poquito y poder sentir que mi niño había decidido nacer, no volver a pasar por la sensación literal de que te lo arrancan del vientre. Pero no fue así porque me programaron la intervención en la semana 38 justo, precisamente para evitar que me pusiera de parto.
Por suerte con el último pude hacer piel con piel en el mismo quirófano, se ha humanizado un poquito el parto por cesárea, pero creo que queda mucho trabajo por hacer.
Muchas gracias por el artículo.
Me he sentido muy identificada en todos los puntos que trata el artículo. En mi caso tras un parto gemelar por cesárea, no logro ni pienso que pueda superar algun dia el dolor emocional, quiero a mis hijos y no podria quererlos más pero a mi me quiero menos desde ese dia. Me da rabia porque este dolor y el de muchas mujeres podria paliar en gran parte si los protocolos de actuación de los hospitales cambiaran. Odio recordar mi parto como el peor dia de mi vida, odio haber tenido que coger la mano de una extraña que me hablaba de trivialidaes mientras nacian mis hijos, odio que fuera mi pareja la que hiciera piel con piel con ellos con sus familiares mirando mientras yo estaba sola sin motivo, (odie a mi marido mucho tiempo por tener la suerte que yo no tuve), odio haber llorado tanto, odio el mutismo que rodea las cesáreas, odio la palabra cesárea. Después de 14 meses no he dejado de llorar un solo dia, pues el dolor me abruma aunque sea muy feliz.