Nictofobia infantil: Cómo le ayudo a superar el miedo a la oscuridad

La fobia a la oscuridad es uno de los miedos más habituales entre los niños de 3 a 8 años. Acompañarlos y ofrecerles compresión les ayudará a superarlo

Artículo publicado el 4 Ago 2021 - Este artículo ha sido revisado y actualizado con fecha 18 agosto, 2023

La nictofobia es el miedo irracional o desmedido hacia la oscuridad. Es una de las fobias más habituales en los niños entre los 3 y los 8 años (aproximadamente). A partir de esa edad suele desaparecer, aunque hay adultos que sufren nictofobia.

La diferencia es que los menores no son capaces de diferenciar lo real de lo imaginario o sentir que es un miedo sin fundamento. Una persona adulta sabe que es un miedo ilógico aunque no puede hacer nada para controlarlo.

El miedo, en general, forma parte del ser humano porque es un mecanismo emocional que nos aleja del peligro. Es, además, evolutivo y va cambiando a medida que los niños se van haciendo mayores. ¿Podemos hacer algo para ayudar a nuestros hijos a superar este miedo a la oscuridad? La respuesta es afirmativa.

¿Por qué un niño le tiene miedo a la oscuridad?

La casa de mis padres tiene un pasillo que separa la cocina del salón. Cuando era pequeña me daba mucho miedo ir a por agua por la noche, mientras veíamos algo en la tele. Encendía todas las luces, bebía agua, y cuando apagaba la luz corría como un galgo pensando que una mano invisible podía atraparme. Era algo totalmente irracional pero hoy sé que es muy habitual en los niños.

 

 

A lo largo de nuestra infancia vamos desarrollando miedos diferentes: a los extraños, a la separación, a los monstruos, a los peligros reales (cuando vamos madurando). El miedo a la oscuridad es uno de los top ten de los miedos infantiles. Seguramente porque la oscuridad provoca inseguridad.

No vemos. No sabemos qué hay ahí, qué peligros nos acechan. Es completamente comprensible que nuestros ancestros tuvieran miedo a la oscuridad. En una cueva, en un bosque… un ser humano no sabía qué animal salvaje o tribu rival estaba vigilando para aprovechar la noche y comérselo o quedarse con el terreno.

En el caso de los peques, la nictofobia aparece en paralelo al pensamiento mágico, cuando van desarrollando la imaginación. Lo desconocido, los monstruos y peligros que ha podido imaginar tras escuchar un cuento o ver una película están ahí. En la zona muerta oscura que no puede ver. Es esa imaginación que les lleva a deducir que si esos personajes de fantasía no se ven de día, es que se esconden en la oscuridad. Por eso, los niños deberían escuchar cuentos y ver películas adaptadas a su edad.

 

 

Por otro lado, los peques necesitan seguridad. Y dormir solos, con sus padres en otra habitación (para aquellos que no practiquen colecho o ya no lo hagan), les provoca inseguridad y sensación de desprotección. Y, por último, es posible que hayan vivido alguna experiencia que les haya provocado esa nictofobia: un susto por parte de algún hermano mayor, una historia de mayores…

¿Cuándo tendríamos que preocuparnos por el miedo a la oscuridad?

La nictofobia provoca malestar y ansiedad en el peque y también puede pasar factura en la vida cotidiana de la familia. El peque puede mostrarse nervioso y ansioso cuando llegue la hora de dormir. Incluso puede intentar retrasar lo máximo ese momento con excusas y llorar o tener rabietas, con el objetivo de no acostarse.

 

 

Esto puede generar ciertos momentos disruptivos en la convivencia y, si hay más hermanos, es posible que haya cierto contagio de ese miedo a la oscuridad. Esos sentimientos son irracionales y no se pueden controlar pero sí pueden tener consecuencias en la imagen que tiene nuestro hijo de sí mismo, en su autoconcepto. Criticarle o reñirle solo puede provocar que empeoren las cosas.

Como padres, tenemos que acompañarlo y ayudarlo a superar ese miedo que, como digo, suele ser temporal y que se irá pasando a medida que crezca. No obstante, si ese miedo le genera mucho sufrimiento y tiene consecuencias para su desarrollo normal, deberíamos solicitar ayuda de un profesional para que nos oriente y el niño pueda superar esa fobia.

En Criar con Sentido Común tenemos un nutrido grupo de profesionales de todos los ámbitos de la crianza que pueden ayudar a las familias que están en esta situación. En concreto, nuestra experta en sueño, Rafi López, ofrece asesoramiento gratis para las familias miembros de la Tribu CSC.

 

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¿Cómo se puede curar la nictofobia?

Además de las consecuencias psicológicas, la nictofobia también provoca otros efectos colaterales como problemas para conciliar el sueño e insomnio; sudoración, mareos o dificultad para respirar cuando está a oscuras; angustia en el despertar; rechazo a salir de casa por la noche o a quedarse a dormir en casa de familiares o amigos por vergüenza... Y, sea un cuestión temporal y evolutiva como si persiste; sí podemos facilitar el camino para superar esos miedos.

Por un lado, hay que estar tranquilos e intentar comprender que lo que le ocurre es algo que no puede evitar. Además, es importante validar su miedo para que entienda que lo que le ocurre es habitual y que no es un bicho raro por sentir ese temor a la oscuridad. Una vez validado el sentimiento, podremos pedirle que nos explique por qué le da miedo, qué cree que ocurrirá, etc. Así, podremos ir desmontando esas ideas con explicaciones apropiadas a su edad.

 

 

El humor y el juego también son grandes aliados para superar el miedo a la oscuridad. Podemos inventar una historia en la que el monstruo en realidad solo quiere tener amigos o dibujarlo y añadirle colores y detalles divertidos que deshagan la imagen de ser peligroso. Buscar cuentos para superar el miedo a la oscuridad puede ser otra buena opción.

Acompañarlos en el momento de irse a la cama, estableciendo rutinas que lo hagan sentirse seguro. Y acudir siempre que nos llame para que sepa que estamos ahí, que el hecho de que no nos vean, no significa que no vayamos a responder cuando nos necesite. En la habitación podemos usar luces quitamiedo, que precisamente sirven para eso. Son luces tenues, de tonos cálidos y poca intensidad, que no interfieren en el sueño.

 

 

Un niño no debe irse a la cama con miedo, ni angustiado ni llorando. Si lo acompañamos y lo protegemos, le será más fácil superar el miedo a la oscuridad.

 

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