El llanto de las crías es un mecanismo de supervivencia que genera reacciones en el cerebro de las madres mamíferas, responsables de proporcionarles cuidado y alimento. Así lo establece un estudio publicado en la revista…
Este post se publicó originalmente el 02/09/2021 y ha sido actualizado en fecha 13/10/2024
Cuidar a un bebé es una experiencia placentera y, además, puede activar y cambiar nuestro cerebro para poder responder a cualquiera de sus necesidades. La ciencia lo certifica: el cerebro del cuidador se adapta para atender correctamente al bebé.
Es la conclusión a la que han llegado investigadores de la Universidad de Denver, en Estados Unidos: las personas que cuidan a un bebé también experimentan modificaciones en su cerebro. Y esto ocurre independientemente del vínculo biológico que nos una a ese bebé.
Es decir, que cualquier persona que asuma ese papel de cuidador, ya sean padres adoptivos, abuelos, tíos, etc. experimentará cambios en su cerebro para adaptarse a esa situación. La (buena) salud mental de los cuidadores y la forma en que respondan a las necesidades del bebé, será clave para el desarrollo del menor.
Estudio “Two Open Windows”
Que el cerebro del cuidador, independientemente de la relación biológica, cambia al cuidar del bebé es la principal conclusión de la revisión de un estudio que se publicó en 2015 y que se ha actualizado en 2020. Se trata de “Two Open Windows: Infant Parents Biologic Change”, en el que los doctores Pilyoung Kim y Sarah Watamura de la Universidad de Denver resaltan que el inicio de la paternidad es un “período sensible” en el que concurren “dos ventanas abiertas” donde tanto los bebés como los padres son especialmente receptivos al entorno y los unos a los otros.
En la revisión de 2020 (“Two Open Windows. Part II”), se actualiza este trabajo. En él se repasan estudios científicos que apuntan a que esos cambios cerebrales que experimentan los progenitores también los experimentan todos los cuidadores principales (abuelos, madres y padres adoptivos…), como respuesta al papel de cuidador. Y tener un “cuidador eficaz”, independientemente del grado de relación biológica con el bebé, “beneficia su bienestar”.
“El acto de cuidar en sí mismo es un factor crucial en la configuración de los cambios cerebrales”, indica el informe. El cerebro se “recalibra” para poder atender cualquier demanda o necesidad del bebé. La experiencia de cuidar a un bebé es de por sí suficiente para provocar cambios biológicos.
Cambios en el cerebro del bebé, la madre, el padre… y el cuidador/a
Los estudios científicos sobre el cerebro y la crianza se han centrado tradicionalmente en el bebé y en la madre. El cerebro del bebé se desarrolla de forma espectacular durante los dos primeros años de vida. ¡Incluso en el útero comienza el desarrollo del lenguaje del futuro bebé! También se han realizado (y se continúan haciendo) investigaciones sobre el cerebro de la madre, que experimenta cambios en su estructura cerebral desde el embarazo.
Pero la ciencia también ha querido saber qué cambios se producen en el cerebro del padre. Y ahora, con este estudio, se va más allá. Este viene a demostrar que el cerebro del adulto está potencialmente preparado para hacerse cargo y cuidar de un bebé, aunque no haya una relación biológica directa. Esto se debe a que posee la capacidad de desarrollar circuitos cerebrales especializados en el cuidado del bebé.
Es una red que se va desarrollando a medida que se pasa mucho tiempo con el bebé y el adulto se hace cargo de su cuidado. Mientras más tiempo pase con él, más se desarrollan esos circuitos que están relacionados con las funciones de vigilancia, de establecimiento de prioridades, de recompensa, motivación, interacción social y empatía.
La importancia del contexto en los cuidados de un bebé
Además de los cambios en el cerebro del cuidador, “Two Open Windows” se detiene en cómo los primeros meses de establecimiento del vínculo de cuidador y bebé son muy sensibles. Y vivir en un contexto estresante (falta de recursos económicos, poco apoyo del entorno, depresión, situaciones de violencia, etc.) no favorece el desarrollo de esos nuevos circuitos neuronales y puede bloquear esos cambios cerebrales o hacer que no respondan con sensibilidad a las demandas del bebé.
Los investigadores afirman que “vivir en condiciones ambientales negativas” (como, por ejemplo, escasos recursos económicos) no significa que los padres no puedan proteger a sus hijos. Pero enfrentarse a ciertos traumas o situaciones de estrés de forma repetida “sí puede afectar a las mismas áreas del cerebro asociadas con la crianza de los hijos”. En el estudio, por ejemplo, se recoge cómo afecta el consumo de drogas a las conductas durante la crianza (implica, además, riesgos en la lactancia).
Ese entorno de estrés excesivo y prolongado también tendrá repercusiones en el desarrollo y la salud del bebé. Y es algo que afectará a toda su vida, como ocurre con los gritos o la violencia física o la negligencia, que tienen consecuencias negativas para su cerebro. De ahí, que sea una etapa de especial sensibilidad y que, según los cuidadores, se debería proteger a todos los niveles.
Proteger al que cuida
La crianza de los hijos, sobre todo los primeros meses, es un periodo muy delicado. Por eso la investigación propone que se establezcan políticas que puedan apoyar a todos los cuidadores. Cuidar al que cuida. Hay que proteger a los padres biológicos, adoptivos, los abuelos, los tíos, etc. cuando asumen el papel de los cuidados. El cerebro del cuidador cambia para atender a los bebés, pero un contexto de estrés puede obstaculizar que la respuesta ante el recién nacido sea la correcta.
Por eso, los autores de este trabajo creen que es fundamental incorporar a todos los cuidadores principales dentro de los programas de apoyo a la crianza y mejorar el acceso a los recursos de salud y bienestar social. También que a nivel social se comprenda que la ansiedad, la depresión o el estrés tras el nacimiento de un bebé son aspectos muy serios que hay que abordar para proteger la salud mental del cuidador y el bienestar del bebé.
Incluso apuntan a que es necesario mayor comprensión y sensibilización sobre la depresión posparto (que afecta a las mujeres principalmente, pero también a los padres). Se aboga por facilitar la crianza para las familias con progenitores del mismo sexo, padres adoptivos y familias diversas en general. E, incluso, los investigadores apuestan por ampliar los permisos retribuidos para el cuidado de los hijos.
En definitiva, se apuesta por la crianza cooperativa en la que todo el entorno del bebé se involucre. Es algo que venimos haciendo desde hace años en la Tribu de CSC, una comunidad donde cientos de familias encuentran apoyo profesional y de otras familias para seguir avanzando y promover el desarrollo feliz de los hijos.
Si tienes dudas, en la Tribu CSC puedes consultar online a nuestro equipo de expertos/as en salud materno-infantil y crianza respetuosa. Entre ellos/as se encuentran la pediatra Gloria Colli o el enfermero de Pediatría y CEO de CSC, Armando Bastida.
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