¡Con la comida SÍ se juega!

Artículo publicado el 12 Ago 2020 - Este artículo ha sido revisado y actualizado con fecha 23 octubre, 2023

¿Cuántas veces has escuchado eso de “¡con la comida no se juega!”? A todos nos lo han dicho de pequeños… ¡Porque todos lo hacemos cuando somos bebés! Y es que jugar con la comida es algo natural.

De hecho, existen numerosos estudios (como este de la Academia de Nutrición y Dietética) que aseguran que un exceso de modales en la mesa, a edades tempranas, puede ser contraproducente. Los bebés necesitan experimentar, y en ello entran en juego todos los sentidos: el gusto, el tacto, la vista… Así que jugar con la comida es la mejor forma que tiene un bebé de establecer un vínculo sano con ella.

Jugar con la comida impulsa el desarrollo de los bebés

Los niños pequeños aprenden de su entorno a través de todos sus sentidos. Por ello es muy importante que les permitamos acercarse a los alimentos de forma natural, dejándoles oler, tocar, amasar, espachurrar e incluso descubrir los sonidos de la comida (o su capacidad de vuelo, porque sí: a veces la lanzan, lo sabemos).

Los estudios demuestran que los niños cuyos padres les dejan jugar con la comida y explorarla libremente, tienen a la larga mejor forma de comer y consumen mucha más variedad de alimentos. Y no solo eso, también tiene una mayor predisposición a probar nuevos sabores y a consumir mayor cantidad y variedad de frutas y verduras. Asimismo, los niños que no tienen miedo a ensuciarse comiendo, comen mejor, de forma más variada y por lo tanto, más sana.

 

 

Por lo tanto, jugar con la comida no es un sustituto de la alimentación ni una distracción de ella. Forma parte de un proceso de aprendizaje importante que les hace familiarizarse con los alimentos, lo cual propicia que coman de forma más variada y menos selectiva. De hecho, hay terapias para niños con fobias alimentarias en los que animan a los pequeños a tocar, oler, pintar, lanzar y pringarse con la comida.

Incluso hay estudios como este que concluyen que los niños que siguen el método BLW y juegan con la comida e interactúan con ella aprenden más rápido. Esto sucede porque los bebés aprenden a reconocer y nombrar los objetos sólidos antes que los líquidos o fluidos, a los que les cuesta más distinguir, ya que pueden cambiar de forma según el recipiente. Todo esto está vinculado con un mayor desarrollo cognitivo del pequeño en el futuro a todos los niveles.

 

¡Pero lo pondrá todo perdido!

Sí, claro, eso es evidente. También lo ensuciará todo cuando comience a pintar con los dedos o, más adelante, cuando llegue de la calle con los zapatos llenitos de barro… ¡Pero las manchas se pueden limpiar! Hace tiempo ya os hablábamos en otro post de las razones por las que es bueno dejar que los niños se manchen.

 

 

Para evitar estar armada todo el día con el equipo de limpieza, podemos colocarles en una trona con una bandeja amplia en cuya superficie, bien limpia, podamos colocar los alimentos enteros sin necesidad de presentarlos en un plato (que probablemente no tarde en volcarse o volar más de medio minuto). También podemos colocar en el suelo, bajo la trona, un mantel de plástico fácil de limpiar, que proteja el suelo de manchas de comida.

Sus padres, su espejo: haz que te imite

En esto, como en todo lo demás, somos su referente. Los bebés se fijan constantemente en sus padres y aprenden observándoles e imitándoles. Esto quiere decir, que es muy difícil conseguir que un niño se entusiasme con las verduras si sus padres no las consumen de forma habitual en casa, porque si el peque ve que su plato es diferente al de los demás lo más probable es que no acepte su contenido con agrado. ¡La comida no es un castigo!

Si ves que tu bebé no se anima a jugar con la comida y apenas interactúa con ella, puedes enseñarle tú. Dibuja caras sonrientes con verduras de colores, aplasta con tu dedo una patata asada o llévate a la boca un ramillete de brócoli para que pueda verte e imitarte.

 

 

Preséntale alimentos nuevos de forma frecuente y preséntalo como un juego: hay que mirar, oler, tocar y probar cada alimento. Si no lo hace de forma espontánea, hazlo tú, que te vea y te imite. Sobre todo, ten paciencia, ya que es un paladar nuevo que se está educando. Y respeta sus ritmos y gustos personales: no le obligues a comer a la fuerza ni le des una hortaliza que no le gusta, siempre es mejor sustituirla por otra.

Más adelante, evita premiar o castigar con comida. Así el pequeño crecerá estableciendo una relación saludable con ella. No le amenaces con ponerle verduras para cenar si no se porta bien, ni le prometas un dulce si se come toda la fruta. ¡Los alimentos insanos no son premios! Y no te preocupes por la cantidad de comida que finalmente digiere, hasta los 12 meses el principal alimento de tu bebé sigue siendo la leche materna (o de fórmula).

Si quieres más información o necesitas asesoramiento profesional, en la Tribu CSC puedes consultar online a nuestro equipo de expertos/as en salud materno-infantil y crianza respetuosa. Entre ellos/as se encuentra la pediatra Gloria Colli y la dietista-nutricionista Rebeca Pastor.

 

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