¿De qué color tendrá los ojos mi bebé? ¿Cuánto tarda en cambiar el color de los ojos del bebé? ¿Cómo saber si mi recién nacido tendrá ojos claros? Se trata de algunas de las preguntas…
La inteligencia es la capacidad de la mente que permite aprender, entender, razonar, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad. Viene determinada por diferente factores, entre ellos, genéticos. Así que, ¿de quién se hereda? ¿del padre o de la madre? Hoy lo explicamos en el blog.
¿Qué es la inteligencia?
La Real Academia de la Lengua (RAE) cuenta con hasta 8 definiciones de lo que es la inteligencia. Las tres primeras son: “capacidad de entender o comprender”; “capacidad de resolver problemas”; “conocimiento, comprensión, acto de entender”.
Según la biología, la inteligencia es la capacidad que nos permite adaptarnos a situaciones nuevas para sobrevivir y solventarlas con éxito. Es, por tanto, un rasgo individual. Cada persona responderá de una forma diferente a esa situación.
Y esa capacidad de adaptación no está regida únicamente por una adquisición innata, sino que será el resultado de los conocimientos, experiencias y herramientas de las que disponga la persona. Es decir, que la educación, el contexto, la situación emocional también influyen en la inteligencia.
¿Qué quiere decir esto? Pues que la inteligencia no es producto únicamente de los genes. Es un proceso. Un proceso alucinante que comienza al nacer y se acelera durante los primeros años de vida.
¿Quién transmite la inteligencia, el padre o la madre?
A raíz de varios estudios de hace varios años, se extendió la idea de que la inteligencia procede de la herencia materna. Es decir, que la parte genética de nuestra inteligencia procede de las madres.
Esta idea muy extendida tiene su origen en el científico estadounidense Rober Lehrke quien indicó que el gen de la inteligencia tiene un alto componente hereditario y se encuentra en el cromosoma X. Como la madre aporta dos (XX), frente al padre (XY), existe doble posibilidad de que sean las madres las que lo transmitan (aunque esto ocurriría en los niños, ya que solo en ese caso el padre aporta el cromosoma Y).
Otras investigaciones han hallado que un grupo de genes dentro del cromosoma X está relacionado con el desarrollo de habilidades cognitivas.
Hoy en día, sin embargo, hay mucha controversia sobre la afirmación de Rober Lehrke. Otras investigaciones más actuales rebaten hasta cierto punto esta afirmación sobre la importancia del cromosoma X.
Cientos de genes relacionados
A día de hoy, distintos estudios científicos apuntan a que en la formación de la inteligencia (o de la base de la misma) participan muchos genes, posiblemente cientos de ellos, que se diseminan a lo largo de nuestro ADN y que proceden de ambos progenitores, padre y madre.
Este estudio de la Universidad de Minessota, por ejemplo, analizó la asociación de todo el genoma con la capacidad cognitiva general y contó con al participación de 7.100 personas procedentes de 2 estudios familiares longitudinales. Los resultados hallaron que hay una parte de esa capacidad cognitiva que se hereda, que depende de una gran cantidad de genes pero que cada uno de ellos tiene efectos “muy pequeños”.
También esta otra investigación en la que participan especialistas de Gran Bretaña, Australia o Estados Unidos con casi 54.000 participantes, concluye que la capacidad cognitiva del ser humano procede en parte de un modelo poligénico de herencia y que esto indica que muchas variantes de genes con “efecto pequeño” influyen genéticamente en la función cognitiva general.
¿Qué parte de la inteligencia se hereda?
Pues tampoco está claro qué parte de la inteligencia se hereda. De hecho es un tema que también genera cierto debate. Hay estudios que afirman que la genética determina el 80% de nuestra inteligencia, mientras otros apuntan a entre el 40 y el 60%.
Tal vez la pregunta no debería ser cuánto se hereda, sino qué importancia tiene la herencia genética en la inteligencia de una persona. Hay que tener en cuenta que cada ser humano es único. Es producto de un cóctel genético que se entrelaza de una forma imprevisible.
Se calcula que el genoma humano tiene entre 25.000 y 30.000 genes distintos, de modo que las combinaciones entre ellos en el futuro bebé son casi imposibles de prever.
La coctelera genética
Toda la información que definirá nuestras características como personas se encuentra codificada en el ADN, una larga molécula de ADN que encierra cada uno de los detalles de una persona. Aquella está organizada en forma de genes, fragmentos de ese ADN que codifican una información concreta. Cada una de nuestras células posee 46 cromosomas, organizados en 23 pares. Es decir, tenemos 2 copias de cada cromosoma: uno de nuestro padre, y otro de nuestra madre.
Toda la información genética que heredamos se denomina genotipo. Pero no todos los genes se van a expresar y se van a manifestar externamente. Los que se expresan dan lugar al fenotipo. De ahí la gran variedad entre los individuos.
El fenotipo de un bebé viene determinado por el tipo de herencia que regule cada rasgo. La herencia puede ser dominante o recesiva. Cuando un rasgo se hereda de forma dominante, si está presente el gen dominante será este el que se exprese, dejando oculto el recesivo.
¿Solo la genética define nuestra inteligencia?
Obviamente no. Igual que la herencia no determina la fuerza de una persona. Esta se puede ejercitar y la inteligencia, también. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que la inteligencia humana es tan compleja que su desarrollo no se limita al momento de la formación cerebral, sino que evoluciona al mismo tiempo que nosotros.
Las investigaciones sobre la inteligencia y el neurodesarrollo demuestran que esta depende de diversos factores. Los hay biológicos, como la herencia genética o la epigenética. También se ve condicionada por los periodos prenatales, perinatales y posnatales. Por ejemplo, el apego seguro facilita que los bebés y niños pequeños se desarrollen con seguridad y eso fomenta el desarrollo de su inteligencia.
Y hay otros factores externos como pueden ser ambientales, socioeconómicos, educativos, etc. Incluso la alimentación. Hay estudios que demuestran que distintos alimentos pueden influir en la función neuronal y la plasticidad del cerebro. Hay, de hecho, mucha evidencia científica que demuestra una relación directa entre el tamaño del cerebro de nuestros antepasados prehistóricos y el acceso a la comida. También el deporte puede influir en la inteligencia de nuestros hijos.
¿Se puede medir la inteligencia?
Hoy en día existen diversas pruebas para medir el coeficiente intelectual. Sin embargo, hasta en esta materia existe cierta controversia ya que lo que se mide con ellas son ciertas aptitudes matemáticas, analíticas, lingüísticas o espaciales.
Sin embargo, estas pruebas pueden ser algo sesgadas y no tener en cuenta el potencial o el talento de cada persona. Son diversos los tipos de pruebas y test que han tratado de ser los definitivos a la hora de medir la inteligencia de los peques e incluso de los adultos, pero la última palabra no está todavía dicha.
Y es que, además, la inteligencia se ve influenciada por la experiencia, el entorno, la influencia socioeconómica y cultural, etc., y en consecuencia, es algo que hoy puede dar un resultado, y dentro de unos años, otro muy diferente.
Esto refuerza la idea de que la inteligencia no esta definida únicamente por los padres de una persona, sino que se desarrolla y evoluciona a lo largo de toda su vida.
Si quieres más información o necesitas asesoramiento profesional, en la Tribu CSC puedes consultar online a nuestro equipo de expertos/as en salud materno-infantil y crianza respetuosa. Entre ellos/as se encuentra la pediatra Gloria Colli, la terapeuta ocupacional pediátrica experta en desarrollo infantil Jessica Romero y la docente, psicóloga y logopeda infantil Elena Mesonero.
Artículo con un grave error desde el principio: “ Rober Lehrke quien indicó que el gen de la inteligencia tiene un alto componente hereditario y se encuentra en el cromosoma X. Como la madre aporta dos (XX), frente al padre (XY), existe doble posibilidad de que sean las madres las que lo transmitan (aunque esto ocurriría en los niños, ya que solo en ese caso el padre aporta el cromosoma Y).”
No, la madre aporta un X y el padre el otro X (si el bebé es niña). O bien la madre aporta el X y el padre el Y (si el bebé es varón ).