Día Internacional del ADN – La herencia genética: ¿A quién se parecerá mi bebé?

¿A quién se parecerá mi bebé? ¿Puedo tener un hijo de ojos claros si ambos progenitores los tenemos oscuros? La ciencia contesta

Artículo publicado el 25 Abr 2022 - Este artículo ha sido revisado y actualizado con fecha 25 abril, 2023

¿Cómo será mi bebé? Creo que es una de las primeras preguntas que asaltan a cualquier mujer embarazada desde que le confirman que, efectivamente, va a tener un bebé. Es una de las primeras preguntas para la madre… ¡y para el padre! Y los abuelos, tíos y resto de familia y amigos. Luego, cuando nace, las referencias a los parecidos son inevitables: “Tiene las orejas del abuelo”; “los ojos son de su madre”; “la nariz es igualita a la de la tita”… ¡Es la herencia genética de los bebés!

Es cierto que gracias a los avances tecnológicos en el mundo de las ecografías, cuando nace el bebé ya hemos podido hacernos una idea de cómo será. Su aspecto, no obstante, no es producto del azar, sino de una combinación única de los genes de su madre y de su padre. Podemos divertirnos (o enfadarnos) haciendo apuestas sobre si se parecerá a la familia materna o a la paterna, pero todo ello se determina en el mismo momento de la concepción.

La coctelera genética

Cada vez que voy a casa de mis padres, siempre oigo el mismo comentario: “Me ha dicho la vecina que la niña (la mediana) eres tú cuando eras pequeña”. Me hace gracia porque veo rasgos de ella en mí, pero desde luego no somos iguales (afortunadamente para ella).

Está claro que lo que quiere decir la buena señora es que se parece a mí físicamente porque “ser” no puede “ser”. Cada individuo es único (excepto los gemélos idénticos, porque comparten el mismo ADN). Es el resultado de la combinación de millones de genes distintos que aportan su madre y su padre, que a su vez son el resultado de la combinación de los genes de sus padres, estos de los suyos, y así un largo etcétera.

 

 

Toda la información que definirá nuestras características como personas se encuentra codificada en el ADN, una larga molécula de ADN que encierra cada uno de los detalles de una persona, por insignificante que parezca. Esta información se encuentra organizada en forma de genes, fragmentos de ese ADN que codifican una información concreta. Cada una de nuestras células posee 46 cromosomas, organizados en 23 pares. Es decir, tenemos 2 copias de cada cromosoma: uno de nuestro padre, y otro de nuestra madre. Se calcula que el genoma humano tiene entre 25.000 y 30.000 genes distintos, de modo que las combinaciones entre ellos en el futuro bebé son casi imposibles de prever.

 

 

Un óvulo y un espermatozoide se unen. Son los únicos que tienen 23 cromosomas para que salga la suma, claro. La totalidad de genes que tenemos se llama genotipo y una parte de ellos, los que se manifiestan externamente, dan lugar al fenotipo. Aquí es donde se cumplen nuestras esperanzas o nos sorprende la naturaleza con resultados imprevisibles.

Nuestro bebé se puede parecer a nosotros. O no. El parecido físico depende de los genes que haya heredado el bebé, pero también de qué copia se exprese. La de la madre o la del padre, o una combinación de ambos. Y eso sin contar con que la mayoría de los rasgos físicos no dependen de un solo gen, con lo cual las posibles combinaciones aumentan aún más.

El  ADN está plegado sobre sí mismo formando los cromosomas. En las células normales del cuerpo hay 23 pares de cromosomas, dando un total de 46 pero en las células sexuales, el óvulo y el espermatozoide, solo hay una copia de cada pareja.

 

 

Así, al unirse el óvulo con el espermatozoide para dar lugar al nuevo individuo, tenemos una copia de cada cromosoma, una procedente del padre y otra de la madre y, por lo tanto, también una copia de cada gen: un alelo, procedente del padre y otro de la madre.

Toda la información genética que heredamos se denomina genotipo. Pero no todos los genes se van a expresar y se van a manifestar externamente. Los que se expresan dan lugar al fenotipo. De ahí la gran variedad entre los individuos. Aquí es donde se cumplen nuestras esperanzas o nos sorprende la naturaleza con resultados imprevisibles.

La herencia genética de los bebés: Genes dominantes y genes recesivos

El fenotipo de nuestro bebé vendrá determinado por el tipo de herencia que regule cada rasgo. La herencia puede ser dominante o recesiva. Cuando un rasgo se hereda de forma dominante, si está presente el gen dominante será este el que se exprese, dejando oculto el recesivo.

 

 

Para que se exprese un gen recesivo es necesario que el gen se encuentre en ambas copias del cromosoma, la que proviene del padre y de la madre. Por eso los rasgos dominantes son los más frecuentes, porque para que un rasgo recesivo se exprese precisa que venga de la línea materna y paterna. Eso explica que nazcan niños con los ojos claros de padre y madre con ojos marrones, por ejemplo.

En estos casos ambos padres tendrán el gen recesivo de los ojos claros de algún antepasado, pero ellos tienen los ojos marrones porque el gen de los ojos oscuros es dominante respecto al de los ojos claros. Sin embargo, cuando sus dos genes recesivos se encuentran, el bebé tendrá los ojos claros como esos antepasados ¡que pueden ser muy lejanos!

Hay rasgos dominantes como el pelo rizado, los ojos y el cabello oscuro. La calvicie, sin embargo, es recesiva. “Si mi pareja tiene el pelo oscuro y yo rubio, ¿será mi bebé moreno?”. Es lo más probable. Sin embargo, si alguno de los antepasados de la pareja era rubio, es posible que uno de los alelos siga llevando el gen recesivo y al mezclarse con el de la otra persona la combinación sea la de los dos alelos recesivos. Entonces el bebé será rubio.

 

 

Como vemos, los fenotipos están influenciados por múltiples alelos cuya aportación individual es esencial. Pero los genes se ven influidos por el entorno. Nuestro bebé puede tener una predisposición genética a ser alto pero existen otros aspectos externos que pueden influir: la alimentación y el estilo de vida tienen un papel fundamental. Y lo mismo ocurre con otros rasgos, como, por ejemplo, la inteligencia.

¿Puedo tener un hijo con ojos azules si mi pareja y yo los tenemos marrones? ¿Cómo funciona la herencia genética de los bebés?

Pues sí. Mi pareja tiene los ojos verdes y yo los tengo marrones. Dos de mis tres hijas tienen los ojos castaños, como yo. La tercera, sin embargo, nos ha dado una sorpresa: tiene los ojos de color azul claro. Y los tiene así por su abuelo paterno, que tiene los ojos azules. Pero no solo por él…

Indagando en la historia familiar, me he encontrado con que mi padre tiene una parte de su familia en la que los ojos azules son los más comunes. Así que la coctelera ha querido que esos genes recesivos se unieran para formar el color de los ojos de mi hija pequeña.

 

 

Eso a simple vista. Pero el color de los ojos no depende de un solo cromosoma, sino de dos, el 15 y el 19. Así que las combinaciones son más complicadas aún. Intervienen cuatro alelos y con que uno sea marrón, los ojos ya serán de este color aunque los otros tres tengan el gen recesivo azul o verde (que por cierto es un color de ojos menos probable que azul).

Así que ¿puede una pareja con ojos marrones tener un hijo de ojos claros? Es muy improbable pero no imposible. La carga genética de las generaciones anteriores será muy importante. Hay que decir, en cualquier caso, que el color de ojos depende de la estructura del iris, es decir, de la cantidad de pigmentos que contiene.

 

 

Las diferentes tonalidades en el color de los ojos (¡incluso hay ojos violetas!) se deben a la proporción de dos tipos de melaninas: la eumelanina, que es oscura, y la feomelanina, que es rojiza. La melanina viene determinada por el cromosoma 15, pero la topografía del iris y cómo este retracta la luz hará el resto.

Es muy habitual que durante los primeros meses del bebé sus ojos sean azul grisáceo y es porque aún no está desarrollado el iris. La pigmentación irá aumentando a medida que el pequeño crezca y se desarrolle. Por eso el color de ojos tiene diferentes gamas. Para que sea de un color puro, todos los genes tienen que ser iguales. Si no lo son, el color será mixto.

La herencia genética no lo domina todo

Lo que pasa con el color de ojos ocurre también con otros rasgos que nos identifican, porque solo unos pocos dependen únicamente de los alelos dominantes y/o recesivos. En otros muchos, influyen multitud de genes o se produce una dominancia incompleta o codominancia, es decir: los fenotipos de ambos alelos se expresan con claridad.

Esto se puede ver, por ejemplo, en algunas aves que tienen plumas de dos colores porque ambas vienen determinadas por genes dominantes. Las personas, además, vamos fluctuando a lo largo de los años y vamos desarrollando parecidos que antes no teníamos o se apreciaban.

 

 

¿No os habéis mirado nunca al espejo y os ha sorprendido ver en vuestra expresión facial, la sonrisa o el gesto de otro familiar? Me ocurre continuamente con mis hijas, que un día se me parecen mucho a mi suegro o mi madre, y otro día les veo parecido con  mi hermano.

Además, hay rasgos que no se heredan o, al menos, ningún estudio ha logrado demostrar que sea una transferencia genética directa. El profesor de biología de la Universidad estadounidense de Delaware, John H. Macdonald, establece una serie de rasgos que no dependen solo de los genes. Entre ellos, cruzar los brazos o los dedos.

 

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Tampoco los lóbulos de la oreja: antiguamente se pensaba que el tener el lóbulo pegado a la cara dependía de un solo gen dominante. Pero hoy en día se desconoce exactamente cuál es el patrón para tener esta herencia. Los hoyuelos o las pecas presentan una alta heredabilidad. Sin embargo, hay factores ambientales que pueden influir (por ejemplo, en el caso de las pecas) en el número, tamaño o color.

¿A quién se parecerá mi bebé? Pues dependerá de la carga genética, sí; pero también de cómo se combinan esos genes y del entorno. Mi marido era rubio platino de niño y ahora tiene un pelo negro precioso. Mi hija pequeña, además de ojos azules, también es rubita. Está claro que si viviéramos en algún país con pocas horas de sol, no recibiría muchas dosis de melanina y seguramente mantendría ese color de pelo toda la vida. A mí, particularmente, me da igual. Tiene un pelo precioso, sea del color que sea.

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