El efecto contagio y el poder del grupo: Los niños de primaria influyen en la alimentación de sus compañeros

Lo que nuestros hijos ven que comen sus compañeros en los recreos es lo que nos piden que les compremos. En otras palabras: los amigos influyen en la alimentación de nuestros hijos, y no para bien. Así lo concluye un estudio de la Universidad de Bonn realizado con escolares de primaria y publicado recientemente en la revista Appetite.

Para abordar esta cuestión, Stefanie Landwehr, estudiante de doctorado de la Cátedra de Agricultura y Investigación del mercado alimentario en la Universidad de Bonn diseñó este estudio junto con la profesora Monika Hartmann, jefa del departamento de Investigación de Mercados Agrícolas y Alimentarios del Instituto de Economía de Alimentos y Recursos de la Universidad de Bonn.

Para su estudio, reclutaron aproximadamente 130 niños de entre 8 y 10 años de tercer y cuarto grado. Inicialmente, los niños y niñas completaron un cuestionario infantil sobre sus preferencias de refrigerios y sus conocimientos sobre nutrición (preguntando, por ejemplo: “Si un producto tiene un alto contenido de azúcar , ¿es bueno para mí?”). Posteriormente, se les asignó otra tarea diseñada para medir sus habilidades para la resolución de problemas. Como recompensa por participar hasta ese momento, los niños recibieron 3€.

 

 

Parte de este dinero podrían utilizarlo en un sencillo experimento de compra:

• Se les dieron estas opciones para elegir:
  • Galletas de chocolate (la opción menos saludable).
  • Puré de frutas en bolsas (una opción intermedia).
  • Rodajas de manzana (la opción más saludable).
• Asimismo, los niños y niñas podían elegir entre:
  • Productos de marca de McDonald’s.
  • Productos sin nombre.
• El tercer criterio fue el precio: los snacks estaban disponibles a 0,60 euros, 1,00 euros y 1,40 euros, respectivamente.

Después, los niños y niñas tuvieron la oportunidad de elegir entre 2 productos: una bolsita de rodajas de manzana de McDonald’s por 1,00 euros y un Quetschie sin nombre por 0,60 euros. Alternativamente, podrían decidir no comprar ninguno de los snacks. Su elección quedó registrada en una tarjeta de respuesta. Este proceso de selección se repitió un total de 10 veces con diferentes combinaciones de snack, marca y precio.

 

 

Al final, a cada niño se le permitió sacar al azar una tarjeta de las 10 tarjetas de respuesta, y se implementó la elección registrada en esa tarjeta. Esto significa que el niño o la niña recibió la merienda correspondiente y tuvo que pagar el precio indicado en la tarjeta. Si la tarjeta de respuesta extraída indicaba que el niño había elegido no comer ningún refrigerio, el niño no recibió ningún refrigerio y no estaba obligado a pagar nada.

El procedimiento había sido explicado a los niños y niñas con un ejemplo antes de comenzar el experimento, por lo que eran conscientes de que una de sus decisiones sería elegida al azar y “vinculante”. Antes de que comenzara el experimento, las niñas y los niños fueron asignados aleatoriamente a 1 de 2 grupos:

• En un grupo participaron individualmente en el experimento de compra.
• En el otro grupo fueron emparejados con otro niño de la misma edad.

Incluso en el segundo grupo, cada niño tuvo que tomar su propia decisión. Sin embargo, en el segundo grupo, a los escolares se les permitió discutir sus decisiones entre ellos antes de tomar decisiones.

En presencia de amigos o compañeros los niños eligen la opción más barata y menos saludable

 

 

El análisis de los resultados indica que la conformidad parece jugar un papel importante en este grupo de edad.

“Cuando los niños compraban bocadillos en presencia de un amigo, a menudo tomaban la misma decisión. En el 13,5% de los casos, ambos niños eligieron consistentemente los mismos bocadillos en las 10 rondas”, explica Hartmann.

Solían elegir la galleta de chocolate, la opción menos saludable, con especial frecuencia. Por el contrario, los niños que participaron solos en el experimento optaron con mayor frecuencia por los purés de fruta.

“Una posible explicación para estas diferencias entre los dos grupos podría ser que los niños suponen que sus compañeros podrían ver las galletas como ‘más geniales’ o más estimadas entre sus compañeros, tal vez incluso porque son menos saludables”, especula Hartmann.

 

 

Incluso aquellos menores con un alto nivel de conocimientos sobre nutrición a menudo tomaban la misma decisión que sus compañeros.

“Curiosamente, los niños del segundo grupo decidieron con mayor frecuencia no comprar ninguno de los dos snacks. Parece que el deseo de conformidad llevó a estas decisiones a pesar de las diferentes preferencias“, postula Landwehr.

A los niños no les interesan las marcas, pero sí los precios

Una observación positiva relacionada con esta “presión de grupo” hallada por este experimento es que los niños tendieron a elegir opciones más económicas cuando estaban en presencia de otro niño, lo que demuestra una mayor conciencia de los precios.

En cambio, un criterio que casi no jugó ningún papel en las decisiones de compra de los niños fue la marca. Incluso aunque los niños y niñas expresaron que les gustaba McDonald’s, los productos de esta marca fueron elegidos con menor frecuencia.

“Las galletas, los lácteos Quetschies y las rodajas de manzana no son productos que los niños suelen asociar con McDonald’s, por lo que la marca no juega un papel decisivo en este caso”, afirma Hartmann.

 

 

En definitiva, la investigación revela que en presencia de amigos o compañeros de clase, es más probable que los niños elijan la opción más barata y menos saludable.

Reclaman políticas de salud dirigidas a escolares

Ya sea durante los recreos escolares, en un quiosco de camino a casa, en el parque, el cine o la piscina… cuando los escolares compran solos la merienda, suelen estar en compañía de sus compañeros. La cuestión de cómo influye esto en sus decisiones de compra es interesante, ya que hoy día la obesidad está considerada como uno de los factores de empeoramiento de la salud de los menores.

Las autoras del estudio señalan que en Alemania 1 de cada 7 niños de entre 6 y 12 años tiene sobrepeso. En España, la obesidad infantil se ha duplicado en los últimos 20 años. En concreto, España es el tercer país europeo con mayor prevalencia de sobrepeso y el cuarto en obesidad. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2017 que engloban a niños, niñas y adolescentes de entre 2 a 17 años, la media española es de 10,3%. Es decir, que 10 de cada 100 niños o niñas españoles tienen obesidad.

Esto es una cuestión muy. atener en cuenta, ya que el sobrepeso puede provocar diabetes, enfermedades cardiovasculares y otras consecuencias graves para la salud a largo plazo.

“Ya en la edad de asistir a la escuela primaria, los niños suelen tener un poder adquisitivo considerable gracias a sus asignaciones y regalos en efectivo. Esto les permite tomar decisiones personales, como comprar por sí mismos los bocadillos“, señala Landwehr.

Por este motivo, y a la luz de los hallazgos de su estudio, las autoras reclaman la formulación de políticas destinadas a motivar a los estudiantes de primaria a tomar decisiones más saludables.

 

 

Para ayudar a los niños a tomar decisiones más saludables, “es importante comprender los determinantes que influyen en sus decisiones de compra”, explica Landwehr. Si bien existe evidencia científica de que la conducta alimentaria de los niños está influenciada por la presencia de sus compañeros, ningún estudio ha examinado todavía cómo la presencia de los compañeros afecta las decisiones de compra de los niños.

“Las campañas que promueven una alimentación saludable deberían tener en cuenta que los niños influyen en el comportamiento de compra de sus compañeros”, señala Landwehr. Esto podría lograrse, por ejemplo, mediante campañas informativas en las que los niños desempeñen un papel central.

Educar a los niños en alimentación saludable y encarecer los productos menos saludables

Asimismo, “las campañas no sólo deberían enfatizar los beneficios de los snacks saludables, sino también transmitir que las alternativas más saludables son también las más ‘frescas’“, añade Landwehr. Al mismo tiempo, aumentar los precios de los refrigerios menos saludables, por ejemplo, en el entorno escolar, podría ser una medida eficaz.

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