¿Qué es para mí la maternidad, mi maternidad? Sin duda, para mí es, hoy por hoy, TODO. Me paro y pienso y sería incapaz de imaginar mi vida ahora sin ella... sin mi maternidad y…
¿Nos hemos parado a pensar que vivimos en tiempos en los que la maternidad ha pasado a ser un privilegio? La sociedad espera de las madres que críen a sus hijos-as en una realidad laboral y social ideada para no tener familia. Es decir, nos alientan a tener hijos-as, pero no crean medidas reales que ayuden a las mujeres que se decidan a hacerlo.
La maternidad no es, o no debería ser, un sacrificio
Y nos dirán que podemos tener hijos porque tenemos baja maternal. Una baja maternal que a los cuatro meses nos manda de nuevo al mercado laboral. Eso sí, recuerda que debes dar lactancia exclusiva hasta los seis meses (¿cómo se explica esto?). Y te toca tirar de red familiar (si la tienes cerca) o de escuela infantil. Y luego, lidiar con la culpa.
Otra opción es que las mujeres renunciemos a desarrollarnos profesionalmente y nos demos de lleno con un techo de cristal que nos impida llegar a puestos de responsabilidad y dirección en las empresas, los cuales quedan reservados a los hombres. Y aún existe una tercera opción, la de retrasar nuestra maternidad el máximo posible, con los problemas que esto puede suponer.
Hay empresas que ya ofrecen a sus empleadas la opción congelar sus óvulos, puesto que a partir de los 30 años la reserva ovárica empieza su descenso. Pero ¿es esto una solución? ¿Es realmente un compromiso para con la maternidad? ¿O es más bien es un parche para continuar sin implicarse realmente en una sociedad que sepa conjugar feminismo y maternidad?
Y por último, tenemos una cuarta posibilidad, que directamente renunciemos a crear una familia.
La maternidad: ¿un privilegio para unas pocas?
Conciliar, esa palabra con la que muchos políticos y empresas se llenan la boca, pero que todavía sigue siendo ciencia ficción. O lo que es lo mismo, la conciliación no existe, son las madres.
Nuestro ritmo de vida actual unida a las desigualdades laborales hace que muchas mujeres no puedan plantearse ser madres si no tienen el apoyo de una red familiar o una situación económica que les permita quedarse en casa (eso en el caso de que no les importe renunciar a su carrera profesional).
Existen escuelas infantiles, sí, pero no siempre las empresas están dispuestas a adaptar sus horarios para que tú misma puedas dejar y recoger a tu hijo-a y aunque así sea, no es justo que tengamos que perdernos gran parte de la vida de nuestros hijos por tener que volver al trabajo tan solo cuatro meses después de dar a luz.
La mayoría, si podemos permitirnos el lujo de ser madres, debemos renunciar. Renunciar a ver crecer a nuestro hijo o renunciar a nuestra carrera profesional, porque la sociedad no hace ningún esfuerzo para que nosotras podamos hacer una merecida pausa y criar a nuestros bebés.
Nos quieren en el mercado laboral, trabajando para poder pagar hipotecas y facturas. Nos quieren en casa también, como las buenas mujeres de la no tan lejana época oscura de la dictadura, llegando a todo porque alguien tiene que hacerlo. Y nos quieren gestando y criando, porque la natalidad no para de bajar y necesitamos quien trabaje en el futuro y cotice nuestra pensiones. Nos quieren protagonizando todos estos papeles, pero no nos facilitan ninguno de ellos.
El movimiento “no mom” y las estadísticas
Con este escenario no es raro que cada vez menos mujeres se atrevan a embarcarse en la aventura de ser madres, que como decíamos se ve como un privilegio. De hecho, las estadísticas son muy claras: una de cada cuatro mujeres en España renuncia a ser madre por su carrera profesional. O bien, se quedan con menos hijos de los que realmente desean.
Un estudio realizado en 2017 por IESE Business School, arrojó estos resultados, además de confirmar algo que ya sabemos: la participación femenina en las tareas rutinarias es notablemente más activa que la de los hombres. Lo que viene siendo aún una sociedad patriarcal que continúa sumándose a las manifestaciones del 8 de marzo pero que de puertas y empresas para adentro, se olvida de las consignas que dice defender.
Y al final, por más que busquemos apoyo y hagamos tribu para no morir en el intento de ser madres y criar, a nosotras se nos quedan pegados los pies al pegajoso suelo de una sociedad patriarcal y machista, que no cede. Y nos damos en la cabeza con techos de cristal alimentados por la falta de flexibilidad en las empresas y/o sus estructuras jerárquicas que hacen que en España aún tres de cada cuatro directivos de empresas sean hombres.
Luego se echan las manos a la cabeza con movimientos sociales como el “no mom” que representa a mujeres que tienen más que claro que no van a ser madres. Unas, por propio convencimiento; otras, porque no pueden permitírselo.
Feminismo y maternidad
Resulta que existe, en todo este contexto (y quizá, también alentado por él) una mirada feminista a la que la maternidad le resulta un tema un tanto incómodo. Una mirada que entiende la maternidad como un frenazo en nuestro camino hacia la igualdad, sin darnos cuenta que el feminismo no debe ser “a pesar de” la maternidad, sino “con la maternidad”.
Hay que tener muy en cuenta que de la misma forma que reivindicamos temas como el aborto libre para aquellas que lo deseen, o el respeto para las que tienen categóricamente claro que no van a ser madres, debemos luchar para que las que desean serlo, lo puedan ser.
Para que encuentren un camino libre para serlo sin tener que renunciar, porque ¿qué hay más feminista que una mujer eligiendo libremente su futuro sin tener que asumir consecuencias impuestas? ¿Qué hay más feminista que una sociedad que entiende y practica la sororidad permitiéndonos una pausa necesaria para ser madres sin tener que renunciar a nada?
¿Qué hay más feminista que una mujer que practica una crianza que se sale del hogar, al que hemos sido tanto tiempo relegadas, para seguir desarrollando su parte profesional? O al contrario, que reivindica la importancia de los cuidados y se permite quedarse en casa con sus hijos-as unos años, con la tranquilidad y la seguridad de que cuando quiera puede volver al punto profesional donde lo dejó.
Debemos ensalzar el valor que la maternidad tiene en la sociedad, que no es solo el de los cuidados, que abarca a lo social, lo económico y lo político, aunque sigamos sin darnos cuenta. También ensalzar el valor de la infancia, el de nuestros hijos e hijas, que son presente y futuro. Sin ellos-as, no hay sociedad.
Y debemos, sobre todo, darle la vuelta a la tortilla y hacer de la maternidad una elección que no se utilice como un instrumento machista para limitarnos al hogar y la crianza, sino como una opción más a la que podemos acceder libremente sin tener que asumir consecuencias, sin tener que elegir ni renunciar y sobre todo, con el apoyo de una sociedad que nos diga “adelante, yo contigo”. Porque la maternidad no debería ser un privilegio. Ni tampoco ver crecer a nuestros hijos e hijas.
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Qué triste que en una página, una tribu, donde valoren tanto a los niños no puedan reconocer el valor de la vida humana desde su concepción. Haciendo parecer como que el aborto es un progreso cuando es un paso hacia atrás de la humanidad. Estoy en total acuerdo de que merecemos mejor que esa solución barata y asesina, merecemos un mundo donde una mujer pueda ser mamá y no tenga que sentir que renunció a nada porque está haciendo el trabajo con mayor responsabilidad de todos. Eso va en contra del feminismo que sale a las calles a destrozar y vandalizar, porque la gente que financia ese feminismo no quiere una madre en casa criando hijos conscientes, no quiere familias, quiere un estado en control de nuestros niños.