Cuando la relación con los hijos no entiende de límites: El incesto emocional

Es un tipo de maltrato psicológico de padres a hijos que más común de lo que creemos y algunos expertos señalan que sus efectos negativos a largo plazo pueden ser similares a los del incesto físico

Artículo publicado el 18 Mar 2023 - Este artículo ha sido revisado y actualizado con fecha 4 marzo, 2024

El incesto emocional, también conocido como “incesto encubierto”, es un término que describe un tipo de dinámica familiar disfuncional que, aunque no tiene ningún componente sexual, ocasiona efectos similares al incesto físico, según los especialistas.

Se trata de una forma de maltrato psicológico que sucede dentro de una familia disfuncional, en la que uno de los progenitores busca apoyo emocional en sus hijos/as como si estos fueran adultos, invirtiendo así los roles familiares. El incesto emocional puede dejar secuelas psicológicas en los menores que arrastrarán en la edad adulta.

Es una relación desadaptativa entre los padres/madres e hijos/as, en la que los adultos recurren a los menores para satisfacer sus necesidades emocionales y relacionales.

De esta forma, los/as hijos/as se convierten en confidentes obligados de sus cuidadores cuando el padre o la madre busca el apoyo y sostén emocional de sus hijos/as, atribuyéndoles de esta forma responsabilidades que no les pertenecen. Produciéndose, por tanto, una dinámica lesiva en la que se produce un insano intercambio de roles que afecta al desarrollo cognitivo y afectivo, y a la salud emocional y psicológica de los/as niños/as y/o adolescentes, con efectos que perduran en la edad adulta.

Aunque, según algunos expertos en terapia familiar, este concepto podría describir una realidad clínica, se trata de una dinámica poco investigada. Ahora, en un reciente estudio publicado en la ‘National Library of Medicine’ los especialistas desarrollan una escala para identificar el denominado síndrome del incesto emocional, así como algunos de los efectos que esta dinámica familiar disfuncional puede tener en los menores.

Qué es el incesto emocional

Se trata de una una relación desadaptativa entre los progenitores y sus hijos, en la que las personas adultas recurren a los menores para satisfacer sus necesidades afectivas. En muchos casos, los progenitores no son conscientes del daño que estas dinámicas disfuncionales causan a sus hijos/as, pero algunos expertos señalan que los efectos negativos a nivel emocional y psicológico a largo plazo de este tipo de maltrato pueden ser similares a los del incesto físico o el abuso sexual, aunque en menor grado.

El síndrome del incesto emocional fue descrito por primera vez en los años 90 por la doctora Patricia Love. En su libro, ‘The Emotional Incest Syndrome: What to do When a Parent’s Love Rules Your Life’, la especialista se refiere a este síndrome como una relación desadaptativa entre los progenitores y sus hijos, en la que los primeros recurren a los niños para satisfacer sus necesidades emocionales.

 

El incesto emocional, un tipo de maltrato psicológico infantil

 

En el incesto emocional el menor se ve obligado a asumir el papel de confidente de uno de los progenitores o de ambos, una función que no le corresponde ni es capaz de asimilar debido a su falta de madurez psicoevolutiva, por lo que puede tener un enorme impacto en el desarrollo psicológico del menor.

Estos niños/niñas se ven obligados a ser el apoyo sentimental de sus padres, a escuchar cada problema o necesidad de la persona adulta por muy íntima y personal que sea. Se trata de una dinámica abusiva en las que los/as pequeños/as asumen una función que no les corresponde “y es desadaptativa para todas las personas implicadas”, señala la psicóloga de CSC Mamen Bueno.

En muchas ocasiones, los progenitores que llevan a cabo la dinámica de incesto emocional no se dan cuenta ni de que la llevan a cabo, ni del impacto tan negativo en sus hijos/as que tiene su comportamiento. La mayoría de las veces no pretenden hacerles daño, pero esto no impide que les afecte negativamente y que, de hecho, les perjudique gravemente.

De hecho, el incesto emocional puede entenderse como una forma de lavado de cerebro (sobre todo si se realiza conscientemente) y, por tanto, de maltrato psicológico infantil. Los menores a los que se les asigna, desde muy temprana edad, un rol que debería cumplir un adulto, se ven obligados a actuar de forma más madura que sus progenitores, forzando para ello su desarrollo, su discernimiento y su capacidad natural, por lo que los progenitores terminan arrebatándoles su infancia.

Es difícil de detectar ya que los progenitores que la causan no suelen ser conscientes

El incesto emocional se produce cuando uno o ambos progenitores dejan de ejercer su rol de cuidador y prioriza sus propias necesidades emocionales a las de sus hijos, a los que proyectan su rol. El padres o la madre que lo comete concibe su relación con su hijo/a como simétrica. De esta forma, conscientemente o no, asumen que los/as hijos/as tienen la obligación de sostenerlos emocionalmente a ellos, algo que evidentemente un/a menor no debe ni puede satisfacer, por una mera cuestión de madurez.

La parte más dramática del síndrome de incesto emocional es que en la mayoría de los casos, los progenitores no son en absoluto conscientes del daño que estas dinámicas disfuncionales causan a sus hijos. Más bien al contrario, algunos creen que compartir con ellos todas sus preocupaciones, inseguridades, temores y necesidades emocionales es una manera de fortalecer el vínculo entre ellos.

 

Madres maltratadas en la niñez: También afecta a sus hijos

 

Por otra parte, como los progenitores, que son el referente de los niños, normalizan esta situación; el niño o la niña a su vez normalizan esa dinámica negativa entre progenitores e hijos/as creyendo que es sana, normal y amorosa. Como no tienen ningún punto de referencia para compararla, no les parece extraña ni problemática.

Como consecuencia, tampoco ellos/as son capaces de expresar malestar alguno a sus progenitores. Al ser niños/as, no entienden que se han eliminado sus límites relacionales con su padre/madre, “dando lugar a una dinámica amalgamada, donde no quedan claros los límites de unos y otros”, matiza Mamen Bueno. Por tanto, se les coloca en la posición de satisfacer las necesidades emocionales del progenitor, así como sus deseos.

De esta forma, el incesto emocional puede ocurrir y mantenerse en el tiempo sin que ninguna de las partes implicadas sea del todo consciente. Es por eso que este síndrome también recibe el nombre de “incesto encubierto”, ya que es un tipo de abuso emocional difícil de identificar.

Progenitores inmaduros sin soporte emocional de otros adultos

Muchos progenitores no entienden el impacto que tiene en un menor el síndrome del incesto emocional y, incluso cuando se les señala, se justifican alegando que su hijo es muy maduro para su edad, que su vínculo es más fuerte o especial que el de otras familias o aquello de “mi hijo es mi mejor amigo”, una idea romántica y errónea que además tiene profundas consecuencias, aunque en el presente parezcan invisibles.

Los hijos e hijas necesitan que sus progenitores asuman su rol y no se lo transfieran a ellos, aunque en momentos puntuales puedan adoptar posturas más propias de un amigo. Aunque las dinámicas que sustentan un tipo de vínculo y otro son muy diferentes, hay progenitores que, por su propia inmadurez emocional, consideran la relación con un hijo como simétrica. Como consecuencia, proyectan en los hijos toda una serie de expectativas propias que, por una mera cuestión de madurez, los menores no van a poder cumplir.

Es habitual que el incesto emocional se produzca en el seno de familias en las que el progenitor que lo lleva a cabo carece de soporte emocional por parte de su cónyuge o de otra persona adulta. De esta forma, y aunque también se puede dar dentro de una pareja, es más fácil percibirlo en procesos de divorcio o separación, así como en progenitores viudos o solteros.

 

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Ser hijo/a de unos progenitores emocionalmente inmaduros deja profundas secuelas. Tanto es así que muchos menores acaban asumiendo responsabilidades de adulto y se ven obligados a crecer antes de tiempo, forzados por una incompetencia parental que genera un vínculo insano, descuidado y negligente que destruye su infancia y su autoestima.

En el incesto emocional, en definitiva, la madre/el padre no trata a su hijo como un niño, sino como un igual. Asimismo, no ejerce el papel de cuidador, sino que prioriza en exclusiva sus necesidades de adulto, siendo un/a progenitor/a irresponsable. Como consecuencia, los menores se ven obligados, desde edades tempranas, a actuar de manera más madura que sus progenitores (por ejemplo, pensando sobre temas para los que aún no están preparados a enfrentarse, ofreciendo su apoyo y opinión sin tener experiencia para ello, etc.), lo que termina aniquilando su infancia, con fatales consecuencias para su posterior desarrollo.

El incesto emocional, en qué consiste y qué consecuencias tiene en nuestros hijos: Signos y señales de alarma

Los efectos negativos de este tipo de maltrato infantil serán tanto más profundos cuanto más perduré esta relación disfuncional, por lo que, una vez identificadas, es necesario empezar a cambiar esas dinámicas cuanto antes.

Señales en el progenitor

Para entender que existe un incesto emocional, los siguientes comportamientos no han de ser puntuales ni aislados, sino formar parte de una dinámica habitual y continua:

  • Busca la compañía del hijo/a cuando se siente triste o solo, y vuelca en el menor todo su malestar emocional.
  • Después de una discusión o problema con la pareja o con otra persona, recurren a su hijo para desahogarse.
  • Comparten absolutamente todo con los niños: sus preocupaciones, miedos, problemas, dudas, inseguridades, deseos, necesidades… Incluso aspectos que atañen a la pareja o a su vida íntima e incluso sexual.
  • Suelen hacer un relato modificado de lo que sucede. Normalmente, son personas inmaduras y poco conscientes de las limitaciones del menor, que distorsionan el discurso a favor de sus propias necesidades.
  • Asimismo, también solicitan consejos y opiniones al menor.
  • Fomentan una complicidad simétrica con el menor, haciéndoles sentirse especiales, con frases como “es un secreto, no se lo cuentes a nadie más”, “te lo cuento porque confío en ti”, “tú me entiendes”, etc.
  • Exigen lealtad incondicional a sus hijos con frases como “no le digas nada a papá de lo que hablamos”, “esto es entre tú y yo, no le digas nada a mamá”, “te voy a contar algo, pero tiene que ser un secreto”, etc.

De esta forma, el niño o la niña, lejos de sentirse víctimas, más bien se sienten privilegiados. De entrada, puede resultar muy atractivo para una niña o un niño pequeños sentir como su padre o su madre, que son personas adultas, establecen una relación tan sumamente estrecha y de confianza con ellos.

 

El incesto emocional, un tipo de maltrato psicológico infantil

 

Esto les hace sentirse orgullosos y les otorga sensación de ser maduros y especiales. No obstante, esa complicidad se termina volviéndose una pesada carga con el paso del tiempo. A la larga, los/as hijos/as pueden sentir incomodidad y malestar al escuchar cómo las personas adultas descargan su universo emocional en ellos/as y les revelan ciertas confidencias que no son propias para su edad.

Efectos en el niño

Existen ciertos identificadores del síndrome del incesto emocional, así como algunos efectos visibles que esta dinámica tóxica puede tener en los menores. Estas señales en el menor pueden darse en su totalidad, o reunir varias de ellas:

  • No tiene protección ni soporte de unos padres maduros. Al crecer, pueden envidiar la relación que sus compañeros de clase tienen con sus progenitores, establecer comparaciones y sufrir por ello.
  • Sus progenitores ignoran sus necesidades.
  • Al ver que sus necesidades son ignoradas, asumen que no son importantes, por lo que desarrollan una baja autoestima.
  • Se sienten responsables del estado emocional de sus progenitores y, muy habitualmente, del de sus hermanos menores.
  • Ansiedad.
  • Problemas para dormir.
  • Cambios de humor.
  • Sentimientos de culpa y auto-rechazo, ya que aunque quieren a su madre/padre, se les hace sentir incómodos en el rol de confidente de su progenitor, lo que les produce cierta dicotomía.
  • Son muy perfeccionistas y autoexigentes.
  • Presentan dificultades para establecer amistades sólidas, ya que el patrón que ha normalizado en el seno de su hogar es confuso e insano.

 

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Consecuencias en la edad adulta

Los efectos negativos en la personalidad de quienes han sido víctima del incesto emocional en su niñez por parte de sus progenitores, muy frecuentemente se manifiestan con mayor evidencia durante su desarrollo y edad adulta:

  • Tienen problemas para independizarse de sus padres. A pesar de llegar a la edad adulta, es muy común que aún sigan vinculados a ese progenitor que los usa como confidentes.
  • Anteponen las necesidades de los demás a las suyas propias. Estos menores a menudo se convierten en adultos orientados a complacer a los demás, sacrificando incluso sus propias necesidades y deseos para obtener la aprobación externa que su baja autoestima les hace necesitar.
  • Pueden desarrollar trastornos de salud mental como depresiones, cuadros de ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria (TCA)… O incluso conductas de adicción a las drogas o al alcohol. Asimismo, la compulsión alrededor del trabajo, el sexo, la comida, las compras… son potenciales secuelas.
  • Dificultad para poner límites. No saben evitar las conductas abusivas emocionalmente y les cuesta satisfacer sus necesidades emocionales como adultos sin sentir una enorme y desproporcionada cantidad de culpa. “Lo que las convierte en víctimas propicias de otras personas que se aprovechan de su dificultad para gestionar los límites”, resalta Bueno.
  • Sentimientos de inadecuación y relaciones confusas. Debido a su baja autoestima y al haber normalizado un tipo de relación “atípica”, no les resulta fácil relacionarse con los demás de igual a igual, ni saber dónde terminan ellos y dónde empiezan sus amigos o sus parejas.
  • Falta de conocimiento de uno mismo. Su rol de pequeños era el de satisfacer las necesidades emocionales de otra persona (su padre/madre), por lo que interiorizan que sus propias necesidades, emociones y deseos no importan; lo que les complica conocerse bien a si mismos, qué quieren, qué necesitan, qué les hace sentir bien o mal… Tampoco saben cómo manifestar a los demás sus necesidades y emociones, de las que muchas veces ni siquiera son conscientes.
  • Necesidad de sentirse especiales. El niño que se ha sentido muy especial por la atención recibida de su progenitor, puede necesitar dedicar enorme cantidad de tiempo y energía en esforzarse por ser especial para otras personas, lo que a su vez puede llevarle ano sentirse nunca lo suficientemente bueno para los demás.
  • Por todo lo anterior, suelen tener problemas para construir relaciones de pareja sanas, sólidas, estables y/o satisfactorias.
  • Repiten el mismo patrón relacional con sus propios descendientes.

 

El incesto emocional, un tipo de maltrato psicológico infantil

 

A pesar de todo lo anterior, es característico en estas personas un cierto sentido insano de lealtad u obligación hacia el padre/la madre que puede resultar en una relación de amor/odio entre padres e hijos. Es decir, en ellos conviven a la vez sentimientos de ira y culpa hacia sus progenitores, incluso sin identificar claramente el por qué. Todo ello genera a su vez confusión en las relaciones afectivas, por lo que es probable que tenga este tipo de problemas con sus propios hijos, identificándose demasiado con los sentimientos de estos.

Relaciones insanas y reproducción del mismo patrón en la propia descendencia

Es quizás la secuela más dolorosa para el adulto que ha sido víctima de incesto emocional en su niñez y la señal más evidente que puede conducirles a ser conscientes del daño y encaminar sus pasos hacia una necesaria terapia psicológica.

Las personas que en su infancia sufrieron incesto emocional suelen tener problemas para construir relaciones de pareja sanas, sólidas, estables y/o satisfactorias. Debido a que el tipo vínculo que desarrollamos en la infancia con nuestros progenitores influye enormemente en nuestras relaciones futuras y estas personas han llegado a la edad adulta normalizando una relación emocionalmente abusiva en la que el menor y el adulto no son iguales (ya que el adulto tiene más conocimiento y experiencia), en la edad adulta también normalizan que dentro de una relación una de las dos partes tenga el poder y domine a la otra.

Por lo general, el niño o la niña superviviente de incesto emocional es más probable que sea la parte dominante o dominada en una relación afectiva. Les cuesta considerar que una relación sana entre dos personas adultas es aquella en la que ambas partes se relacionan de igual a igual. Normalmente la otra parte está por arriba o por debajo de ellas mismas. Además, pueden sentir inhibición en la esfera íntima, cuando se precisa habilidad para la conexión en su relación, debido a la confusión e incertidumbre acerca de los límites.

Asimismo, si no son conscientes de la dinámica funcional que reproducen, por ser la que han aprendido desde la infancia, suelen reproducir el mismo patrón de conducta y relacional con sus propios hijos/as; causándoles así de forma inconsciente el mismo daño que se sus progenitores les causaron a ellos, y fomentando en estos la misma relación de amor/odio entre padres e hijos que ellos tienen con sus propios padres.

 

El incesto emocional, un tipo de maltrato psicológico infantil

 

No obstante, este también puede ser quizás un buen momento para establecer comparaciones desde el propio espejo como progenitores y motivados por el amor hacia los hijos, y darse cuenta de la dinámica disfuncional y la relación poco adaptativa que están reproduciendo con ellos porque aprendieron en su propia niñez.

Por extraño que parezca, no todas las personas son conscientes de aquellos que les produjo sus secuelas. Más bien al contrario: muchas llegan a la edad adulta con muchos trastornos (como depresiones o dificultad para lograr relaciones de pareja felices) pero no relacionan sus problemas con la relación disfuncional que vivieron en la infancia.

Cómo sanar el trauma

Como todo tipo de abuso, el incesto emocional es un tipo de trauma que es necesario sanar. Lo más importante es tomar conciencia de que uno ha sido víctima de un abuso emocional. Posteriormente, hay varias formas de sanar el incesto emocional. Entre ellas hacer terapia es la más importante. Siendo especialmente recomendable buscar un especialista en abuso en la infancia o codependencia. En la Tribu CSC puedes consultar online a la psicóloga infantil Elena Mesonero, si precisas consultar acerca de tus propios hijos; y/o a la psicóloga para madres y padres Mamen Bueno, habituada a trabajar con personas adultas que han sufrido abuso infantil y maltrato.

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Asimismo, se puede recurrir a grupos terapéuticos donde la experiencia similar de otras personas nos resulte de enorme ayuda. Recibir psicoeducación también es fundamental. Buscar libros con aval científico, como es el caso de la obra de Patricia Love, puede ser el primer paso para despertar nuestra conciencia y sanar; ya que primero es necesario entender lo que nos ha pasado pata poder juntar todas las piezas del rompecabezas, que todo empiece a cobrar sentido y así poder pasar a la acción y ocuparnos del problema.

No obstante, en estos casos la terapia psicológica será necesaria e insustituible. Parte de ella estará orientara a reformular el vínculo padre/madre-hijo/a en caso de estar presente y de seguir con la misma dinámica. Asimismo, la terapia también se encaminará a eliminar el sentimiento de culpa, reforzar la propia autoestima y el autoconocimiento, aprender a poner límites e incluso aprender a sentar las bases de unas relaciones afectivas sanas, tanto de pareja como entre padres e hijos.

 

Depresión infantil: Causas, Síntomas y Tratamientos

 

En el caso de que el incesto emocional se identifique siendo la víctima aún menor, podría ser interesante dirigirse a un especialista en terapia familiar sistémica, un enfoque terapéutico global e integral que estudia los sistemas familiares y sus subsistemas (individuo, pareja, hijos) para identificar el origen de los conflictos y así poder cambiar las dinámicas disfuncionales. En estos casos, el objetivo principal es frenar la relación desadaptativa y tóxica que, de mantenerse en el tiempo, podría tener funestas consecuencias para el bienestar psicológico del niño o la niña.

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