“El niño en familia”, uno de los primeros libros de Montessori para empezar a leer

Comprender la naturaleza de los niños es saber acompañarles respetuosamente en sus primeros años de su vida como seres humanos

¿Cuántas veces te ha pasado que en la madrugada del fin de semana estás en la cama durmiendo plácidamente y de pronto sientes una manita que viene a despertarte tirando de ti? En ese momento te preguntas “¿Por qué? ¡Es muy pronto!” ¿Tenemos mal acostumbrados a los peques? ¿No nos respetan? ¿Nos toman la medida? El libro “El Niño en Familia” de la Doctora María Montessori, nos ayuda a poner los pies en la tierra.

El niño en familia

En esos momentos en los que el peque perturba tu descanso te quejas amargamente, le dices a tu pareja que “le toca” o te lamentas pensando qué vas a hacer con todo el día por delante ¡si aún no son ni las 7! Ante esto, María Montessori aclara con estas preciosas palabras de su libro “El Niño en Familia”:

El niño que baja de la cama es un ser puro que hace aquello que deberían hacer todos. Cuando sale el sol todos deberían levantarse, pero los padres todavía duermen y este pequeño ser va, como si dijera: “aprendan a vivir sanamente, en la mañana deben despertar”.

Pero el niño no es un maestro, solamente va a verlos porque los ama, tal vez ha tenido que atravesar cuartos oscuros, cerrados para no dejar pasar la luz demasiado temprano, el niño va, se tropieza, no tiene miedo de la oscuridad ni de las puertas cerradas, y llega cerca del padre y la madre y los toca dulcemente. “Niño no me despiertes en la mañana”, y el niño responde: “no te desperté, solo te di un beso”, y los padres piensan en cómo corregirlo.

Pero, ¿en qué otra ocasión durante nuestra vida sucederá que alguien apenas se despierte desee correr hacia nosotros superando cualquier dificultad sin la intención de despertarnos sino de darnos solamente un beso? ¿Quién hace esto por nosotros?

El niño que ama despierta, no solamente en la mañana, al padre y a la madre que muy frecuentemente se duermen en la vida. Todos tenemos la tendencia a dormirnos sobre las cosas y hace falta que un nuevo ser nos despierte y nos tenga atentos con maneras que no sean nuestras. Alguien que actúa de manera diferente y cada mañana venga a decirnos: “mira, hay una vida mejor, aprende a vivirla”.

Leer este libro es una delicia, y es un gran regalo para una nueva familia que acaba de formarse, porque ayuda a entender muchísimas cosas, sobre todo desde el punto de vista biológico.

 

 

De este modo podemos estar tranquilos, dejarnos llevar por nuestro instinto, por lo que la naturaleza ya tiene previsto. Y, en caso de escuchar críticas (que siempre las hay en temas relacionados con la crianza), poder responder con argumentos científicos (siempre que merezca la pena claro, si no es mejor guardar nuestras energías para nuestros peques).

 

 

En sus páginas encontramos hermosas reflexiones sobre las distintas etapas de la infancia, comenzando desde el nacimiento, en la que incide especialmente en cómo deberíamos acompañarlo de la forma más respetuosa posible.

El trauma del nacimiento

Es cierto que cada vez más se lucha por el derecho a un parto respetado, por dejar atrás la violencia obstétrica y, afortunadamente, cada vez tomamos más consciencia de lo importante e íntimo que es este momento.

¿Por qué “el nacimiento”, el momento más difícil que el hombre tenga que superar en toda la vida, no es tomado en cuenta?

El drama del recién nacido se debe a la separación absoluta de la madre, quien hasta ahora había hecho todo por él. Separado de ella, y abandonado a sus propias fuerzas débiles, debe de inmediato realizar él solo todas las funciones de la vida. Hasta ese momento había crecido, poco a poco y con cuidado, ahí, en un líquido templado creado para que él pudiera descansar, defendiéndolo de cualquier golpe, de cualquier desequilibrio de temperatura. Ahí donde no le había tocado ningún rayo de luz, y los ruidos llegaban atenuados.

Es así como de repente, deja aquel ambiente para vivir en el aire. El cambio es tan radical, sin un estado de transición sucesivo: él, que antes estaba en reposo, de golpe, se debe sujetar al trabajo extenuante de venir a la luz. Su cuerpo es estrujado, casi como si obligaran a un adulto a pasar por un molino que le cambiara las coyunturas.

Recordemos que María Montessori era también antropóloga, había estudiado las civilizaciones, así como observado a diversas culturas del mundo. Y lo que ella decía es que falta la conciencia necesaria para recibir dignamente al hombre que nace.

 

 

Del mismo modo que nos preocupamos por la muerte y tratamos de aliviarla, ¿por qué no pensamos con las mismas ganas en aliviar el sufrimiento del propio hecho de nacer?

Al pequeño se le separa de su madre para hacerle pruebas, rápidamente se le viste, generalmente se le añaden además unas manoplas que le impiden oler sus manitas y que pueden guiarle para hacer la trepada al pecho.   

 

Los mil primeros minutos

¿Hay necesidad de hacer todo esto tan deprisa sin respetar los 1000 primeros minutos que son tan mágicos? Esos momentos de piel con piel en los que las hormonas juegan un papel fundamental. Aunque no pueda ser el cuerpo de mamá, siempre puede sustituirse por el del otro progenitor.

Y la misma reflexión aplica a las horas venideras, ¿hay necesidad de visitas, voces, luces e incluso flashes y de que el pequeño ser que acaba de venir al mundo esté pasando de mano en mano?

María Montessori hablaba del embrión espiritual, que no es otra cosa que el recién nacido, considerado como un espíritu encerrado en la carne para venir al mundo (mientras los médicos ven “solo la carne”, y lo que verifican es el desarrollo de los tejidos y órganos).

 

 

La figura del recién nacido es el impresionante punto de partida. Ese bebé que nace inerte, sin poder apenas moverse, ni mucho menos comunicarse ni satisfacer sus propias necesidades. Tiene que esperar varios meses a que la energía lo vaya llenando de vida, para que se produzca la “encarnación” del ser humano (ya hablamos de la exterogestación aquí, aquí y aquí).

Por eso es tan importante que nos esforcemos en crear un ambiente preparado, adecuado para las necesidades del niño. Pero no solamente físicas, si no también psíquicas y de expansión intelectual y moral.

La infancia, la primera etapa vital que deja huella en el ser humano

Montessori fue la primera persona en constatar que los males de la primera infancia los traemos con nosotros por el resto de nuestras vidas. Es la etapa más importante del ser humano, en la que el niño construye su propia autoimagen, su sistema de creencias, su autoestima…

 

 

Según las impresiones que vaya teniendo en sus primeros años de vida percibirá el mundo como un lugar amable donde se le recibe con amor, o como un lugar hostil en el que tiene que estar siempre alerta. ¿Queremos que por sus venas circule la hormona del amor (oxitocina) o la del estrés (cortisol)? ¡Escuchemos nuestro instinto y tomémoslo en brazos cuantas veces queramos! ¡Y dejemos que sienta nuestro calor cuando va a dormir!

 

 

El niño llega a un mundo de gigantes, donde pocas cosas puede hacer porque todo está pensado a la medida del adulto. Por eso en la filosofía Montessori prestamos mucha atención al espacio en el que se va a mover. Así, por ejemplo, preparamos un área de movimiento libre, en la que pueda ir alcanzando todos los hitos del desarrollo psicomotor en una zona tranquila y segura.

Una oportunidad de aprendizaje

Tal y como reflexiona María Montessori en sus páginas, casi toda la acción educativa que nos viene impuesta por la sociedad está invadida por el concepto de provocar una adaptación del niño al mundo del adulto de forma directa (y por lo tanto algo violenta), basándose en un sometimiento indiscutible y una obediencia ilimitada, con los peligros que ello conlleva (ya hablamos de ello en este otro artículo).

 

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Si somos capaces de cambiar nuestra mirada a la infancia, de hablar menos y comprender más, si entendemos nuestra maternidad o paternidad como una gran oportunidad de aprendizaje y crecimiento personal, entonces podremos empatizar plenamente y empezar a ver al niño como un Ser Humano completo con sus propias necesidades.

En palabras de la Dottoressa:

Nunca un esclavo fue propiedad del amo como lo es el niño del adulto. Jamás existió un siervo cuya obediencia fuera cosa indiscutible y perpetua, como la del niño hacia el adulto. Jamás un obrero debió trabajar, así como hubiera querido el jefe, sin ningún apelo posible, como el niño.

Nunca nadie trabajó como el niño sujeto al adulto que le imponía la duración del tiempo de trabajo y la del sueño según sus propios criterios inapelables. El obrero tuvo sus horas de libertad en un refugio familiar, donde su voz humana encontraba eco en algún corazón. Nunca los hombres obviaron los derechos del hombre, como lo hacen hacia los del niño.

¡Démosle voz a la infancia!

 

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2 comentarios en ""El niño en familia", uno de los primeros libros de Montessori para empezar a leer"

  1. Buaah! Impresionante… Ya quiero el libro jaja. La verdad es que me estoy impregnando de todos esos conocimientos que nos ha aportado la Gran maestra y , como tú bien dices, creo que me está picando el bichito Montessori… Ya debo tener 20 o 30 picaduras jaja..!! Muchas gracias por tus publicaciones y seminarios Miriam! 😊

  2. Muchísimas gracias Lucía, la verdad es que es como dices, una vez que Montessori llega a tu vida ya no puedes mirar hacia otro lado.

    ¡Un abrazo!

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