Hace unas semanas publicamos en Criar con Sentido Común un post en el que introdujimos el concepto de la gestación exterior, completamente necesaria para completar el desarrollo del bebé, y hoy vamos a profundizar un…

Todo el mundo sabe que un embarazo dura aproximadamente nueve meses, en los cuales el bebé se desarrolla dentro del útero materno, pero aún hoy en día algunas personas no conocen los “segundos nueve meses” que son cruciales para completar el proceso.
El ser humano es la especie más inteligente del planeta, podemos estar orgullosos de ello, pero esto acarrea un “pequeño problema”. El desarrollo de nuestro cerebro requiere un tamaño de cráneo muy grande, que por otro lado ha de pasar por el canal del parto, por lo que no es posible que crezca todo lo que necesita dentro del útero. Esto es lo que se conoce con el nombre de «dilema obstétrico».
La relación entre la cabeza del bebé y el correspondiente canal de parto impide un crecimiento intrauterino mayor, y esto se debe fundamentalmente a dos hechos:
- El mayor desarrollo del cerebro: Necesita un mayor tamaño de cráneo para albergarlo.
- La bipedestación: El caminar erguidos exige un estrechamiento de la pelvis y las caderas.
Los seres humanos nacemos sin completar nuestro desarrollo
Esta comparación visual del espacio craneal en el parto explica perfectamente el dilema. Si os fijáis realmente el espacio está muy justo:

Tal como dice el antropólogo y humanista Ashley Montagu en su libro Growing Young:
Si los bebés se quedaran en el útero durante un período más extenso de tiempo y su cerebro siguiera creciendo al ritmo que crece, la cabeza sería demasiado grande para pasar por el canal vaginal y pondría en peligro la propia vida del bebé, la vida de la madre, y la de toda la especie humana, por así decirlo. Así, a pesar de que el bebé no ha madurado lo suficiente, nace.
Todos los bebés nacen “prematuros”
La naturaleza es sabia y la evolución solucionó este problema provocando un “parto prematuro” del bebé humano, que posibilitara su llegada al mundo con menos riesgos para él y su madre, a costa de necesitar después unos cuidados extremos y un fuerte vínculo con sus cuidadores.
Así, los bebés humanos nacen cuando su cerebro se ha desarrollado alrededor de un 25% –son los más desvalidos si los comparamos con las crías de cualquier otra especie– y se ven obligados a continuar este desarrollo fuera del útero, lo que les hace ser completamente dependientes de los cuidados de sus progenitores, especialmente su madre.
La exterogestación es ese periodo delicado en el que el bebé necesita completar su desarrollo fuera del útero. Del mismo modo que las crías de canguro permanecen en la bolsa de su madre hasta completar el periodo de gestación exterior, los bebés necesitan ser mantenidos cerca del cuerpo de sus madres después del nacimiento.
Esto a priori podría parecer una desventaja, pero tal y como dice Silvana Quattorcchi en su libro “Un ser humano”, es en realidad una gran oportunidad. Únicamente los seres humanos son capaces de caminar sobre dos pies y articular el lenguaje, y este último solo se adquiere experimentándolo directamente y aprendiéndolo de los semejantes. Durante este periodo el bebé es capaz de participar en el ambiente desde los brazos de su madre, recibiendo los estímulos necesarios para desarrollar todo su potencial desde una posición de seguridad.
Por tanto, la gestación exterior es completamente necesaria para los bebés, al ser una etapa con un profundo impacto en el desarrollo físico, emocional y psicológico del niño.
Si quieres ampliar información sobre este apasionante tema te recomiendo este excelente artículo (en inglés) de Elizabeth Antunovic, fundadora de Boba Carrier. De todas maneras, dentro de unos días publicaremos más sobre la exterogestación.
¿Qué te ha parecido? ¿Habías oído hablar de esto antes? ¿Sientes una enorme necesidad de portear a tu bebé?
¡Te leo en los comentarios!
Foto | Abi Porter en Flickr
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2 comentarios en "La exterogestación (I): ¿Has oído hablar de "los segundos nueve meses"?"
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