El destete, una especial despedida

El destete respetuoso no implica desapego, sino una readaptación que acompañe a los nuevos ritmos y necesidades

Artículo publicado el 23 Ene 2020 - Este artículo ha sido revisado y actualizado con fecha 25 marzo, 2024

La lactancia y el destete comienzan como empiezan las cosas sencillas. Tenía claro que formaba parte de mi naturaleza y deseaba atravesar esa etapa, con determinación y confianza; disfrutarla, en definitiva. Antes del nacimiento de nuestra primera hija, tuve la suerte de encontrar buenas referencias y recopilé gran información acerca de la lactancia materna.

Recuerdo que me sorprendía la cantidad de testimonios y situaciones a tener en cuenta una vez que el bebé abandonaba nuestro útero. En mi mente práctica lo había imaginado sin más: salir, besar y agarre espontáneo. Así hasta que nos pidiera el cuerpo.

En lo esencial no ha sido muy diferente. Muchos brazos y mucha teta, momentos adornados por la poesía que el contacto íntimo conlleva. Pero también grandes dudas y malestar, no escapamos a la enfermedad ni las opiniones ajenas, a pesar de lo estudiado y a pesar de lo sentido.

 

 

Disponer de información y asesoramiento válido es importante para ganar seguridad y tranquilidad, porque los hijos nos dan la vuelta y precisamos de fuertes raíces para que ese tornado no nos lleve por delante y nos veamos tentadas de abandonar el timón. Cierto, todo pasa, el viento se calma y la oportunidad de hacer las cosas a nuestro propio modo queda en el horizonte. Finalmente, tener unas premisas claras tan solo es de gran ayuda, pero esa ayuda podría marcar el curso de las cosas.

En estos nueve años de lactancia desde el nacimiento de la mayor, casi enlazado con la lactancia de la pequeña, hemos atravesado varios ciclos. Han sido lactancias muy diferentes, no solo por nuestras circunstancias, sino porque ellas son muy distintas y, yo misma, he ido cambiando en estos años. La experiencia es mayor pero también el cansancio, y las necesidades se van multiplicando con el paso de los días. Paciencia y constancia, la capacidad de superación que caracteriza al ser humano rindiendo al máximo.

 

 

Con la mayor podría decirse que fue el periodo del descubrimiento, la explosión de lo físico más allá de mi zona de confort, entrega con el sol y luna, a demanda y a oferta, constantemente. Ella se nutría de alimento, consuelo y caricias; y yo me enganché a sus ojos y su olor.

En aquel tiempo pudimos compartir muchas horas, lo cual facilitó esta unión. Hubo dificultades, por supuesto, pero salí reforzada y con un amplio conocimiento de mi cuerpo y mi fondo. Esta etapa finalizó con el segundo embarazo. Fue un destete tranquilo y hablado, abandonó mi pecho para tomar con mayor valor mis brazos, prácticamente de un día para otro. Me sorprendió la naturalidad con la que aceptó mi propuesta y avanzamos. Habían pasado tres años y medio.

Nuestra pequeña fue una bebé alegre y complaciente desde el primer instante. Poseía una mirada brillante y una actitud divertida y amable ante la vida que aún la caracteriza. Mamaba hasta saciarse y, una vez colmada, se retiraba a retozar sobre mí, o bien, se daba la vuelta para dormir si estábamos en la cama. Ha buscado igualmente el contacto y la seguridad que ofrece el calor materno a esta corta edad, pero con algo más de independencia, si puede definirse así.

 

 

Por aquel entonces nuestra situación familiar era muy diferente, y el espacio que ocupaba mi trabajo era un punto del que no se podía prescindir. Me reincorporé tras las 16 semanas de baja maternal y dividí la hora de lactancia de tal manera que podía extraerme una toma en el trabajo y reservar la mayor parte para amamantar a la niña cuando me la acercaban allí. Era la primera vez que me enfrentaba a preparar un banco de leche, a tener que optar por el biberón para que pudieran alimentarla en mi ausencia y, ante todo, al abismo emocional que la separación suponía para mí.

En la práctica, me resultó terrible el uso del extractor de leche, por lo que opté por la extracción manual, lo cual facilitó que pudiéramos seguir adelante. En mi opinión, supone todo ventajas: no precisas más que de tus manos y los recipientes para conservar la leche. Obviamente, disponer de un lugar adecuado e higiénico para la extracción, pero esto siempre es así. Cómodo, rápido y limpio, además de implicar un mayor autoconocimiento. Es impresionante cómo nuestro cuerpo se adapta y prepara, marca un ritmo y se entrega a él.

Mi día a día, en relación a la lactancia, se marcaba de este modo. Me levantaba con antelación para poder extraerme y esa misma leche se la ofrecían a la niña durante mi ausencia. Disponía igualmente de una reserva de leche congelada por si deseaba más hasta que su padre la acercaba al trabajo, donde disfrutaba de ella el tiempo restante del permiso de lactancia diario.

 

 

Se llevaban la leche extraída horas antes durante mi jornada laboral, y con eso llegábamos bien hasta mi regreso a casa. Entonces la melodía cambiaba y nos manteníamos unidas el resto del día y la noche, para volver a comenzar. ¿Fue una lactancia agradable? Por supuesto, aunque extrañé vivir en la atemporalidad que caracteriza al primer año.

Siento que, de algún modo, es algo inherente a la crianza que se nos ha robado. Los permisos son cortos y son necesarios, justificados, porque responden a una necesidad de nuestros pequeños más que a una propia. Es una pena que no se contemple esta opción para las familias que lo encontramos fundamental.

Transcurridos los primeros meses, todo fue más sencillo. Con la introducción de algunos alimentos pude relajarme en cuanto a las extracciones entre horas y mantuvimos las tomas a demanda en los ratos juntas. Es curioso cómo se van espaciando las tomas en el tiempo, se van intercalando con actividades y rutinas, pero se mantienen siempre en los momentos más satisfactorios del día.

 

 

Pasan las semanas, los años y esos instantes quedan reservados a la noche, antes del sueño, a consolar un golpe, enfermedad o en la calma, recargarnos de cariño. Una de las características de la lactancia, no solo la materna, es que te hace detenerte, requiere de presencia y atención. Y resulta inevitable no mirar, acariciar, hablar o besar a tu hija en ese transcurso de tiempo. Sientes el presente.

Como en la vez anterior, no puse fecha límite, mientras ambas lo deseáramos. Van ya cinco años en esta ocasión y, aunque ahora lo solicita puntualmente, sé que supone una base importante en su vida. Habla con amor y cariño de mi pecho y me cuida como a un tesoro. Es su remanso de paz.

Sé que estamos en la despedida y aunque lo acepte con la naturalidad con la comenzó, me siento extraña. Dar pecho ha formado parte de mi identidad durante casi una década y ya no me quedan cachorras que amamantar. Siento que cierro mucho más que una fase, se cierra un capítulo, un fin de temporada, para ser más puntual.

 

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Debo encontrarme con la nueva mujer y madre que me espera, que en gran parte ya soy, desplazar peso del cuerpo a un vínculo más sutil y complejo por segunda y última vez. Si pienso en la mujer que fui, aquella que amamantaba y cobijaba a su primer bebé, siento ternura y me parece una imagen sublime por la inocencia y nobleza que entraña. No desearía darle consejos, la abrazaría sin más, desde el final del camino.

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3 comentarios en "El destete, una especial despedida"

  1. Que texto tan maravilloso, con lágrimas en los ojos. Para mi la lactancia forma parte de mi yo actual, disfrutamos la una de la otra y ambas del momento. No veo el momento de poner fin, 14 meses y sumando

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