Hasta hace pocos años, se consideraba placenta previa aquella que se inserta en la parte inferior del útero, llamada segmento inferior. Actualmente esa descripción se ha modificado y llamamos placenta previa solo a aquella que…

Este post se publicó originalmente el 27/12/2021 y ha sido actualizado en fecha 11/11/2024
La placenta es un órgano fascinante, tiene la misión de proteger, nutrir y cuidar del bebé. A pesar de tener una pinta tosca, la placenta tiene una configuración interna muy cuidada para que la sangre materna y del bebé, sin entrar en contacto directo, puedan intercambiar nutrientes, anticuerpos defensivos, oxígeno y dióxido de carbono y todo lo necesario para cubrir las necesidades del bebé.
Al inicio de la gestación decimos que el embrión se implanta en el útero, podríamos decir que es como una semilla que se hunde en endometrio (la capa interna del útero) de forma que, pasadas unas semanas, comienza la formación de la placenta y se “enraíza” para ir creciendo y mantener su función adecuadamente. Generalmente la placenta se sitúa en el fondo del útero y según crece todo el conjunto va ocupando más espacio.
Cuando la semilla cae en otro sitio
El embrión puede no implantarse justo en la zona del fondo uterino, en realidad cualquier parte del endometrio está preparada para que crezca. Si el futuro bebé empieza su desarrollo en un parte cercana al cuello del útero, la placenta puede crecer invadiendo el orificio de salida de cara al parto, añadiendo un riesgo en la gestación.
Volviendo al paralelismo con las raíces, es como si un árbol tuviera un agujero sin tierra en parte de esas raíces: el agujero, que es el canal del cuello del útero, está prácticamente cerrado, apenas unos milímetros, y tiene un recorrido de varios centímetros; pero según crece la placenta, sobre todo a partir del tercer trimestre, el cérvix no está preparado para sujetar ese peso y cuanto más se acerca el final de la gestación, la consistencia del cuello del útero cada vez es más blanda.
Esto hace que existan riesgos de sangrados, más o menos relevantes para el embarazo. Afortunadamente los embarazos que acontecen con este problema son muy pocos, no más del 0’5%, pero sí son la causa de 1 de cada 5 hemorragias graves del tercer trimestre.
Es importante diferenciar entre placenta previa oclusiva y marginal; la primera tapa completamente el orificio del cérvix y la marginal está rozando, de forma que esta última tiene menos riesgos y se puede incluso plantear la posibilidad de parto vaginal.
Este tipo de gestación se califica de riesgo y conlleva una frecuencia mayor de consultas obstétricas para valorar de cerca, sobre todo en el tercer trimestre. Si se producen sangrados o amenaza de parto prematuro requiere ingreso y vigilancia intensiva.

Tengo placenta previa, ¿qué puedo hacer?
Aparte del seguimiento por parte del equipo sanitario, cada mujer puede llevar unos cuidados en el día a día, aunque es importante recalcar que, la mayoría de las veces, si aparecen sangrados o se hace preciso un parto prematuro no suele ser porque la mamá haya hecho algo mal, aún cuidándose mucho la posibilidad de complicaciones está presente. Esto no ayuda a que la gestante viva su embarazo de una manera especialmente agradable, por eso parte de esos cuidados van destinados tanto a la espera física como a la emocional.
A nivel físico, en principio, se recomienda reposo relativo. Esto implica hacer una vida “suave”, procurando que la mujer pase varios ratos al día sentada o tumbada, alternado con actividad cotidiana ligera y paseos o actividad física leve. Se recomienda evitar las relaciones sexuales, lo cual no se refiere sólo a relaciones coitales sino también a orgasmos, puesto que estos provocan ligeras contracciones del útero que pudieran generar algún sangrado.
Se suele recomendar la baja laboral si la mujer trabaja fuera de casa. Sobre todo a partir del tercer trimestre es cuando las medidas para evitar contracciones toman mayor importancia, dado que es cuando más posibilidad de sangrado y complicaciones existe.
Cuando hablo de reposo relativo me gusta personalizar según cada caso, porque cada mujer requiere cosas diferentes según sea la situación que indique el reposo, por eso contar con el asesoramiento profesional es de ayuda para ajustar la actividad. La mamá puede necesitar estar bastante tiempo recostada o tumbada, pero se puede mantener una cierta actividad física con ejercicios ligeros o movilizaciones para evitar los inconvenientes del sedentarismo.
A nivel emocional es básico tener una buen plan. A veces se nos puede pasar por la cabeza, como cuando éramos niños y deseábamos enfermar un par de días para faltar al colegio, que la indicación de hacer reposo en la gestación puede estar bien. Nada más lejos de la realidad, no solo porque la causa supone un riesgo para la salud de madre y bebé, sino porque este reposo impuesto más la preocupación, pueden pasar factura a la gestante. Mantener pasatiempos y entretenimientos o buscar nuevos hobbies es fundamental para mantener la mente distraída y ocupada para evitar caer en pensamientos rumiantes, estrés excesivo o simplemente en el aburrimiento.
Aprender o seguir practicando técnicas de relajación o mindfulness es un gran recurso. Al igual que entrenamos los músculos, el cerebro tiene la capacidad de modificar su estructura si se ejercita adecuadamente. Un programa de relajaciones practicadas con regularidad consigue una mente con una mayor capacidad para mantenerse en calma incluso en situaciones complicadas. Si en cualquier embarazo esto es recomendable para la pareja, en un embarazo de riesgo aún más.
¿Qué hacer si aparece un sangrado?
La posibilidad de sangrado es más alta a partir de las 28-30 semanas de gestación, aunque antes de esas fechas puede aparecer hemorragias en un tercio de las mujeres que tienen placenta previa. Apenas un 10% no tendrá sangrados, así que es recomendable estar preparada si aparecen.
La indicación ante cualquier tipo de cantidad de sangrado con un diagnóstico de placenta previa es la acudir a urgencias hospitalarias para hacer una valoración completa. En función de dicha valoración se toman las medidas oportunas, que pasan por:
- Volver a casa con medidas de reposo y seguimiento.
- Ingreso para evaluación continua y medidas de tratamiento adecuadas.
- Finalizar el embarazo de forma prematura para evitar mayores complicaciones.
Prepararse durante la gestación para el parto o los imprevistos
Si estamos hablando de una placenta previa oclusiva, el tipo de parto será una cesárea programada. En la medida de lo posible será entre las 37-38 semanas siempre y cuando la mujer no haya presentado ningún sangrado a lo largo de la gestación o, si lo ha habido, ha sido autolimitado.
Hay que resaltar que poco más de un 10% de los casos puede hacerse de esta manera, puesto que la mayoría de gestaciones de este tipo presentan sangrados que requieren programar la intervención en torno a las 36-37 semanas.

A sabiendas que esto va a ser así, se puede plantear una búsqueda de información más concreta tanto del parto por cesárea como de lo que implica tener un bebé prematuro, de esta manera la mujer y la familia puede anticiparse a la situación con recursos y herramientas concretas.
Tener preparada la bolsa con las cosas necesarias para llevar al hospital, aunque no es imprescindible, puede aportar tranquilidad a la embarazada; recordemos que fomentar la calma de la mamá es muy importante.
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