Mamen Bueno, psicóloga de CSC: “Un trastorno alimenticio durante el embarazo es algo serio que puede amenazar la vida de la madre y del futuro bebé”

Entre el 3 y el 15% de las embarazadas podría tener un TCA o un cuadro alimentario subclínico

El binomio embarazo y trastornos alimentarios supone una combinación que contrae muchos riesgos para la salud de la madre y del futuro bebé. Los estudios sobre esta problemática son escasos pero lo cierto es que afecta a muchas mujeres. Incluso hay para quien el embarazo se convierte en el detonante para desarrollar un trastorno de conducta alimentaria (TCA). Sobre este asunto hablamos con Mamen Bueno, la psicóloga del equipo de Criar Con Sentido Común.

Recientemente, la psicóloga Mamen Bueno (con la que podéis contactar a través de la Tribu CSC) ha escrito sobre este asunto en el blog Comete el Mundo TCA. En esta entrevista pone el acento en la importancia de una buena atención de la salud mental de las mujeres embarazadas. Y en la necesidad de que tanto profesionales sanitarios como el entorno de mujeres vulnerables adquieran conciencia sobre este problema.

P: El embarazo es un momento de muchos cambios para las mujeres (físicos, psicológicos…). El cuerpo cambia y el peso, también. ¿Qué impacto puede tener esto en una persona con un trastorno de conducta alimentaria (TCA)?

R: Los trastornos alimentarios pueden tener un impacto brutal en cualquiera que los sufre. Muchas veces pueden ser devastadores tanto a nivel físico como psicológico y emocional. El embarazo supone un cambio corporal enorme en relativamente poco tiempo, y no siempre se está preparada para ello. Puede ser un período especialmente estresante para las mujeres, sumado a la ansiedad derivada de la sensación de pérdida de control.

Los trastornos alimentarios pueden ser devastadores, tanto a nivel físico como psicológico y emocional

P: ¿Es posible que una mujer que en principio no tiene un TCA pueda desarrollarlo en el embarazo?

R: Se asocian los trastornos alimentarios como cosas de adolescentes, y la verdad es que pueden debutar a cualquier edad. Al final se trata de un fino equilibrio entre factores de vulnerabilidad y de protección.

La maternidad es una situación estresante de por sí, y focalizarse en exceso en la ganancia ponderal, el tipo de alimentación, los pesajes en cada revisión… puede hacer de detonante en algunas mujeres con alguna vulnerabilidad o con conductas alimentarias de riesgo previas.

Los trastornos alimentarios pueden debutar a cualquier edad

También el miedo a perder el control, la ansiedad, la incertidumbre, la dificultad para ajustar expectativas pueden “gatillar” determinados comportamientos de riesgo para desarrollar un trastorno alimentario.

P: ¿Hay estadísticas o datos sobre cuántas mujeres pueden verse en estas circunstancias en España?

R: En mi opinión, desafortunadamente todavía no es una temática demasiado estudiada. Los estudios realizados muestran una horquilla entre el 3-15% de las embarazadas podría tener un TCA o un cuadro alimentario subclínico.

Entre el 3-15% de las embarazadas podría tener un TCA o un cuadro alimentario subclínico

P: ¿Qué riesgos conlleva para la mujer un TCA en el embarazo?

R: Un TCA es algo serio. Puede incluso ser una amenaza para la vida, tanto de la madre como del bebé por nacer. En la madre puede provocar problemas gastrointestinales, renales o cardíacos. Con complicaciones como osteoporosis; problemas bucales y dentarios; anemia… Y también malestar psicológico, ansiedad, depresión, etc.

Un TCA es algo serio. Puede incluso ser una amenaza para la vida, tanto de la madre como del bebé por nacer

P: ¿Puede afectar al feto?

R: Claro que puede afectar. Hay que tener en cuenta que se parte de un estado de desnutrición importante o déficits nutricionales críticos. Lo que lleva a mayor riesgo de aborto, parto prematuro, falta de crecimiento del feto, incluso la muerte perinatal.

Un estado de desnutrición importante o déficits nutricionales críticos, conllevan mayor riesgo de aborto, parto prematuro, falta de crecimiento del feto, incluso muerte perinatal

P: ¿Es posible que precisamente ese riesgo para el futuro bebé pueda tener el efecto contrario, es decir, que sea positivo para que la madre se centre en esa nueva vida que está creando su cuerpo?

R: Claro que es posible. Hay casos en los que la preocupación por el bebé que está por nacer puede actuar como factor de protección y ser una fuente de motivación para la remisión de la sintomatología. Aunque sea una remisión temporal, como una especie de tregua por el bebé.

Hay casos en los que la preocupación por el bebé puede actuar como factor de protección y ser una fuente de motivación para la remisión de la sintomatología

P: ¿Qué signos de alarma pueden ayudar a detectar que una mujer embarazada está en esta situación?

R: Algunas señales de alarma que nos pueden indicar que hay un trastorno alimentario podrían ser:

– Las visitas de control se viven con mucha angustia, no tanto por cómo vaya el embarazo, si no por la ganancia de peso que haya podido haber.

– Pensar en cómo se va a perder el peso cuando nazca el bebé. Antes incluso de que nazca. Y desear continuamente que el parto se adelante, para empezar a perder peso enseguida.

– Hacer ejercicio de manera compulsiva para compensar, incluso poniendo en riesgo al feto.

– Eliminar alimentos aun sin causa médica que lo recomiende. Clasificar alimentos en permitidos y prohibidos, pasar hambre…

– Evitar mirarse al espejo. Ocupar mucho tiempo y espacio en torno a la alimentación y la apariencia. Llegando incluso a evitar relaciones sociales por miedo a lo que se comerá y no tener control sobre ello.

– Utilizar laxantes u otras conductas purgativas.

Algunas señales de alarma nos pueden indicar que hay un trastorno alimentario durante el embarazo

P: Tener un bebé genera muchos estrés, e incluso ansiedad y depresión a una embarazada. ¿Esto puede camuflar la existencia de un trastorno alimenticio?

R: Sí. Los trastornos alimentarios cursan con bastante comorbilidad, entre ellos la ansiedad y el ánimo depresivo. Lo que se atribuye a “las hormonas” puede que, de base, responda a un trastorno alimentario subclínico que no ha sido diagnosticado como tal, pero con las suficientes conductas alimentarias de riesgo como para indicarnos que ahí hay un problema. Pero que se atribuye al período por el que está pasando la mujer.

Lo que se atribuye a “las hormonas” puede que, de base, responda a un trastorno alimentario subclínico que no ha sido diagnosticado

P: ¿Qué deberían hacer los profesionales sanitarios en estas circunstancias?

R: En este sentido, hay que tener cuidado con los mensajes que se dan por parte de algunos profesionales sobre la alimentación y la ganancia de peso. Avergonzarlas por lo que comen o cómo es su cuerpo no las ayuda. Es más, es violencia.

Avergonzarlas por lo que comen o cómo es su cuerpo no las ayuda. Es más, es violencia

Acompañar las recomendaciones alimentarias que se dan con empatía, teniendo en cuenta hacerlo siempre con flexibilidad y sin enjuiciar. Y si no se sabe hacer, recomendar que acudan a profesionales de la nutrición especializados. Y derivar a profesionales de la psicoterapia a la mínima sospecha.

P: ¿Y el entorno? ¿Cómo acompañamos a una mujer embarazada con TCA?

R: Evitar mensajes críticos y enjuiciadores sobre el cuerpo de la mujer. Es más, diría que hay que evitar cualquier comentario sobre el cuerpo de nadie. No dogmatizar sobre la alimentación. Preguntar cómo se siente y en qué podemos ayudarla puede ser más útil para que se cuide que hacer un listado sobre qué puede o no comer.

Hay que evitar cualquier comentario sobre el cuerpo de nadie. No dogmatizar sobre la alimentación. Preguntar cómo se siente y en qué podemos ayudarla puede ser más útil para que se cuide que hacer un listado sobre qué puede o no comer

P: ¿Crees que la atención a las embarazadas debería incluir la psicológica?

R: Totalmente. Y no solo por los trastornos alimentarios o de la imagen corporal. Sería una manera de detectar problemas de violencia de género. No en vano, muchos problemas de violencia debutan en la etapa perinatal. También sería una manera de ayudar a ajustar las expectativas entre la maternidad idealizada y la real. Para prevenir la depresión posparto… En definitiva, para acompañar y cuidar también la salud mental de las futuras madres.

 

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