Una de las cosas que más nos preocupan a las madres y padres es "¿qué hago si mi hijo no come?". Recuerdo que, antes de que naciera mi primera hija, soñaba que me olvidaba darle…
Este post se publicó originalmente el 16/08/2023 y ha sido actualizado en fecha 03/09/2024
El binomio niños y comida puede convertirse en toda una auténtica pesadilla para muchas familias. Ahora, una nueva investigación revela que algunas de las estrategias más comúnmente utilizadas a la hora de comer por los padres de niños quisquillosos con la comida podrían, sin darse cuenta, convertir a sus hijos en aún más quisquillosos.
El estudio, publicado en la revista Appetite y realizado por el equipo de investigación del Instituto de Actividad Física y Nutrición de la Universidad de Deakin, pone de relieve que los métodos coercitivos perjudican la capacidad de los niños para regular su propio apetito y establecer hábitos alimenticios saludables.
Presionar, chantajear, amenazar y engañar consiguen el efecto contrario: los niños comen aún menos y peor
Los investigadores han descubierto que los padres con niños muy quisquillosos a menudo usaban la presión y la persuasión para alentar a sus hijos/as a comer y demuestran que estas estrategias son menos efectivas para desarrollar hábitos y comportamientos alimentarios saludables.
“Los hallazgos nos dicen que debemos hacer más para ayudar a los padres de niños quisquillosos porque las estrategias que usan instintivamente, aunque tienen buenas intenciones, no ayudan a sus hijos a desarrollar comportamientos alimentarios saludables para toda la vida”, sostiene la investigadora principal, la Dra. Alissa Burnett, especialista en Ciencias de la Nutrición.
Los “picky eaters” o niños quisquillosos y selectivos con la comida comen poco y mal, no prueban sabores nuevos, rechazan nuevos alimentos y no los mezclan; y a menudo ponen a prueba la paciencia de sus padres a la hora de la comida.
“Puede ser muy frustrante cuando los niños se niegan a comer o se niegan a comer ciertos alimentos y empezamos a preocuparnos de que el niño tenga hambre o no esté recibiendo la nutrición adecuada, por lo que es importante brindar consejos bien dirigidos”, reconoce Burnett.
Precisamente por ello, la especialista incide en la necesidad de proporcionar estrategias saludables y eficaces a las familias. Pero, ¿cómo dejar de ser quisquilloso con la comida?
Esto es lo que la ciencia dice que NO debes hacer
La comparación cualitativa de las estrategias de alimentación de las madres involucró una encuesta a más de 1.500 madres de niños de entre 2 y 5 años y evaluó los niveles de irritabilidad de los niños mediante el Cuestionario de Comportamiento Alimenticio de los Niños. A las madres también se les hizo la pregunta abierta: “¿Cuáles son las estrategias que usa cuando su hijo está irritable o se niega a comer?”.
Según Burnett, las respuestas describieron estrategias que pueden reforzar inadvertidamente la irritabilidad, promover la autorregulación del apetito deficiente o una ingesta dietética deficiente. Estas son:
- Tratar de persuadir a los niños, diciéndoles que solo tienen que comer cierta cantidad, por ejemplo: 5 bocados de su comida.
- Amenazarles con que eso es lo que hay y si no se lo comen, se irán a la cama con hambre.
- Chantajearles diciéndoles que si se lo comen todo pueden tomar postre o hacer una actividad que le guste.
Asimismo, Burnett dijo que las familias de niños y niñas muy quisquillosos eran más propensos a deconstruir las comidas, sirviendo sus ingredientes por separado (la pasta y la salsa, por ejemplo), o esconder verduras en las comidas para “engañar” a sus hijos con el objetivo de que comieran alimentos más saludables.
“Presentar alimentos en formas inusuales u ocultar ciertos ingredientes, como verduras, podría mejorar la ingesta dietética a corto plazo, pero no enseña a los niños a aceptar una variedad de alimentos a largo plazo“, dijo el Dr. Burnett.
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Estas son las estrategias positivas que sí fomentan hábitos alimenticios saludables
Niños que comen mal: ¿Qué hacer con ellos? ¿Cómo darle de comer a un niño selectivo? Burnett explica que los padres con niños menos quisquillosos son los más propensos a fomentar hábitos alimenticios más saludables al involucrar a sus hijos en la preparación de las comidas y no obligarlos a comer.
Los progenitores cuyos peques eran menos quisquillosos con la comida eran aquellos que tendían a involucrar a sus hijos en la preparación de las comidas, dejaban que sus hijos decidieran cuándo estaban llenos y servían ciertos alimentos repetidamente para animar a sus hijos a probar diversidad de ingredientes que pensaban que no les gustarían. Las respuestas de estos padres incluyen:
- Lo involucro en la compra de alimentos y en la preparación de las comidas.
- No obligo a comer si no quiere. Dejo decidir cuánto y con qué frecuencia quiere comer.
- Siempre proporciono opciones: algunas que sé que les gustarán, combinadas con otras cosas que quiero exponerles.
¿Cómo tratar a un niño con Picky Eater? Dejar que el peque te acompañe al mercado, animarle a ayudarte en la cocina (aunque sea removiendo mezclas, añadiendo condimentos o lavando verduras), ofrecerle diversas alternativas, no dejar de presentarle alimentos y respetar sus sensaciones de hambre y saciedad son algunos de los trucos para niños que no quieren comer que mencionan los expertos como buenas estrategias para conseguir que, a la larga, tu hijo coma de todo.
¿Cuándo preocuparse si un niño no quiere comer?
Qué dar de comer a los niños es una pregunta habitual de todas las familias y, para algunas, se convierte en todo un auténtico rompecabezas. Los niños y la comida no siempre se llevan bien, especialmente si damos con un niño selectivo con la comida.
Lo primero y fundamental es no comparar y olvidarnos de las expectativas. Cada niño es único y en la alimentación no es diferente: cada uno marca su ritmo y tiene distintos gustos y necesidades.
Lo que no se debe es utilizar jamás la comida como premio o como castigo, ya que diciéndoles cosas como “si no te comes las lentejas, las tendrás para merendar” o “si te lo comes todo, te doy un caramelo”, quizás estamos consiguiendo nuestro propósito a corto plazo (a veces ni eso), pero a largo plazo estamos consiguiendo el efecto contrario al deseado: el niño asociará los dulces a premios y las legumbres a castigos. ¿De verdad es lo que queremos inculcar a nuestros hijos?
Asimismo, tampoco debemos engañarles asegurándoles que les estamos dando “gato por liebre”, como suele decirse. Por ejemplo: haciéndoles creer que estamos tratando de que se lleven a la boca un trozo de pollo, en lugar de uno de pescado. Al final, lo único que conseguiremos será que se nieguen a comer ambas cosas: el pollo y el pescado.
No hay ningún truco de magia capaz de hacer que a una persona le encanten las espinacas cuando en realidad las detesta. Todos tenemos alimentos favoritos y otros que no nos agradan nada. Los niños no son diferentes. Tal vez no podamos conseguir que les guste determinada fruta o verdura, pero sí es posible hacer que coman al menos uno o dos alimentos de cada grupo.
La forma en la que les presentamos la comida en la mesa, así como el modo de cocinarla es fundamental a la hora de ir acostumbrando el paladar de los más pequeños a diferentes sabores y texturas sin necesidad de camuflar los sabores con salsas, rebozados o triturados. Involucrarlos en el proceso de compra y preparación de la comida también hará que se interesen muchísimo más por los nuevos sabores.
Asimismo, no debemos regañar a los más peques de la casa si juegan con la comida. El juego es la forma natural e instintiva en la que los bebés descubren el mundo que les rodea ¡y la comida es un maravilloso laboratorio sensorial de olores, texturas y sabores!
Cogerla con las manitas, llevársela a la boca, investigar sus formas con los deditos, explorar con el olfato, deleitarse en sus colores y descubrir texturas diferentes con el gusto y el tacto potencia enormemente el interés del niño por los alimentos.
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