Los motivos más frecuentes de las rabietas infantiles y cómo evitarlos

Las rabietas son comunes entre los 24-36 meses y constituyen una parte normal del desarrollo de un peque

Artículo publicado el 4 May 2021 - Este artículo ha sido revisado y actualizado con fecha 11 noviembre, 2023

Las rabietas suelen sobrevenir, sobre todo, cuando los niños están cansados, hambrientos, molestos o incómodos. También pueden ocurrir cuando no pueden conseguir algo (como un juguete o la atención de su mamá/papá) que necesitan o desean.

Las causas de las rabietas infantiles suelen ser el sueño, el cansancio, el hambre, el malestar físico o emocional y la frustración. Se deben a la incapacidad de los peques de regularse emocionalmente y aprender a afrontar la frustración; una habilidad que, junto con la empatía, los niños y niñas van desarrollando con el paso del tiempo.

Las rabietas infantiles van desde los llantos intensos hasta los gritos, chillidos, patadas, golpes e incluso pueden llegar a quedarse sin respiración. Son igual de frecuentes en los niños que en las niñas, y suelen ocurrir sobre todo entre las edades de dos y cuatro años, que es cuando los peques son aún incapaces de manifestar su malestar de otra manera. Veamos cuáles son algunas de los motivos y situaciones más comunes en las que los peques pueden estallar y cómo evitar las rabietas infantiles:

No anticiparles lo que va a suceder a continuación

Tu peque está jugando. Lleva un rato entretenido con sus juguetes y se os ha hecho tarde, ya es la hora del baño. Y es importante ser puntuales porque de lo contrario se retrasa la cena, y la hora del cuento, y os dormís tarde, y a la mañana siguiente cuesta despertarle… Así que coges, te agachas y le levantas del suelo diciéndole que toca meterse en la bañera… Y estalla la rabieta.

A ti te puede parecer exagerada su reacción porque puedes pensar que tu peque no estaba haciendo nada importante, pero él o ella estaba muy concentrado en apilar o encajar bloques, y con esa actividad estaba poniendo a prueba su capacidad de coordinación, desarrollando su motricidad fina, conociendo el mundo que le rodea y hasta aprendiendo unas cuantas leyes de la física (“¡uy, mira, si pongo el bloque grande encima del pequeño, se caen al suelo, pero si los apilo al revés hago una torre súper alta!”). El caso es que estaba tan concentrado en su “trabajo” que no existía nada más en el mundo en ese momento.

 

 

¿Te imaginas que a ti te hicieran cortar en seco tu actividad, la que sea que estás haciendo en ese momento, sin darte explicaciones? ¿Te lo tomarías bien si estuvieras tecleando en tu ordenador y alguien lo apagara de repente o si estuvieras duchándote y te cortaran el agua? ¿Qué pasaría si no supieses de cuánto tiempo dispones para realizar cada actividad que ocupa tu día como trabajar, cocinar o dormir? A ellos les pasa igual.

Las rutinas son fundamentales para los peques, proporcionan estructura a sus días y les dan seguridad y tranquilidad, ya que saben lo que va a suceder en cada momento. Cuando se les cambia bruscamente de actividad sin anticiparles qué va a suceder y explicarles por qué, lo normal es que se sientan desorientados, confusos, tristes y enfadados. Una vez que las rabietas estallan, debemos saber acompañarla de forma respetuosa, pero si podemos anticiparnos a ellas y así evitarlas, es muchísimo mejor, ¿no creéis?

 

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En este caso, la solución pasa por establecer un horario para que el peque pueda disfrutar de horas suficientes de juego y descanso sin perjuicio del resto de actividades cotidianas. Por supuesto, puede ser un horario flexible, pero cada vez que pasemos de una actividad a otra les avisaremos para que no les pille por sorpresa. Podemos, por ejemplo, avisarles de que dentro de 10 minutos estará preparado el baño, y a los 5 minutos les podemos decir que hay que ir recogiendo ya los juguetes porque vamos a seguir jugando, pero dentro del agua.

Así el tránsito de actividad es más “amable”. Y sí, anticiparles lo que va a suceder a continuación es algo que debemos hacer en todas y cada una de las actividades hasta que los peques interioricen las rutinas. Porque de lo contrario, nos enfrentaremos a rabietas porque no quieren ir al agua… y a otra 20 minutos después, ¡porque no quieren salir de ella!

Pretender que hagan algo cuando están cansados o tienen hambre

La abuelita ha traído un juguete nuevo y le haría mucha ilusión ver a tu niña jugar con él… pero nada, ella no quiere ni acercarse al juguete y no para de llorar y agarrarse al pecho de su madre. Cuando intentáis arrancársela de los brazos y bajarla al suelo para que juegue, la pequeña estalla en gritos y pataleos… porque tiene hambre.

O habéis estado jugando en el parque hasta tarde y se lo ha pasado genial, pero ahora no quiere volver a casa andando y pide brazos… ¡Con lo que pesa ya! Intentáis llegar a casa tirando de ella como podéis porque vais cargados con un montón de juguetes… mientras ella grita, llora y protesta como si el mundo se acabara.

 

 

¡Pero si hace un ratito de nada era la niña más feliz del parque! ¡Y ya sabe caminar! Sí, pero mientras jugaba se lo estaba pasando genial y no se daba cuenta de que su nivel de energía estaba bajando porque estaba muy concentrada y entretenida. Ahora, aunque ya sepa caminar, y hasta correr, se siente mal… porque está cansada.

Anticiparnos a sus necesidades es importante para evitar este tipo de escenas. Respetar sus horarios de descanso y comida es fundamental para el bienestar de los peques y de toda la familia. Quizás, durante un tiempo, estaría bien ser previsores y seguir bajando la sillita de paseo a la calle, o cogiendo el portabebés para no tener que llevarla en brazos (¡con lo que pesa ya!) cuando esté agotada.

Pretender que se comporten como adultos

Te sientes frustrada porque no puedes ir a ningún sitio con tu peque, “se porta fatal” en las tiendas y “monta escenas” en los restaurantes… Hay espacios en los que a menudo priorizamos la “etiqueta social” en lugar del bienestar de nuestros peques, a los que se obligar a “saber estar” cuando en realidad no son espacios adecuados para ellos.

Los niños y niñas pequeños son, por naturaleza, ruido y movimiento. Exigirles que se queden sentados y quietos, en silencio, sin moverse ni jugar, en la silla de un restaurante o en el rincón de un probador… Es como pretender que vuelen los gatos. Sencillamente no pueden obedecer a nuestras demandas, porque no saben cómo hacerlo. Va en contra de su naturaleza. Los peques son grandes exploradores, y en una tienda hay cantidad de estímulos visuales, auditivos y táctiles ¡que es imposible pasar por alto!

Incluso aunque intenten agradarnos respondiendo a nuestras demandas, lo más probable es que a los 10 minutos se olvidaran de su propósito porque han visto algo muy atractivo y tienen que ir a tocarlo para ver qué es…

 

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No podemos castigar a los niños por ser niños. Es tremendamente injusto. No podemos exigirles una “obediencia” absurda e inverosímil porque confundimos “falta educación” con falta de madurez. Lo que sí podemos hacer es respetar su ritmo evolutivo haciendo compras rápidas de 10 minutos si no tenemos más alternativa que entrar con ellos en el súper, y dejar los probadores para momentos en los que podamos ir de tiendas solas o estén dormidos en su cochecito. ¡Si a mí me exigieran estarme quieta y en silencio cuando todo mi ser me impulsa a moverme, también me enfadaría mucho!

También podemos escoger restaurantes “family friendly” donde tengan espacios de ocio y recreo para los más pequeños. En ellos, molestar a las mesas de al lado es lo que menos nos va a preocupar, porque al tratarse de un público familiar, todos los clientes estarán en la misma situación que nosotros. Comer al aire libre, en sitios seguros y alejados de la carretera, como el kiosko de un parque, también es una excelente alternativa. Si tu peque practica BLW, en este post te damos recomendaciones para comer fuera de casa.

No se les deja jugar lo suficiente o no salen a la calle

En la actualidad, es frecuente que los niños, desde muy pequeños, tengan un montón de extraescolares y tareas que cumplir al cabo de un día. Además, la mayoría de niños y adolescentes españoles juega menos de una hora al aire libre al día, el tiempo mínimo que deberían pasar en el exterior por el bien de su salud física y emocional, según todos los organismos internacionales. Jugar al aire libre favorece su desarrollo psicomotor, mejora sus defensas, facilita nuevos aprendizajes, potencia sus capacidades cognitivas y les ayuda a socializar.

 

 

Los peques son un torbellino de energía. La mayoría de las veces que tienen rabietas al final del día sin saber muy bien qué la ha ocasionado, podemos encontrar la causa en la falta de juego, de contacto social o de luz. Según la AEP realizar una actividad al aire libre, sea cual sea (jugar, pasear, montar en bici, correr, etc.), produce un aumento de autoestima y mejora del ánimo.

A los reconocidos beneficios de hacer ejercicio al aire libre, se añade el impacto positivo de permanecer en espacios verdes, rodeados de naturaleza y aire limpio, así como disfrutar de los rayos de sol, tan beneficiosos para su salud.

No entienden bien las normas o límites que deben cumplir

Poner límites al comportamiento de nuestros hijos e hijas, les ayuda a tener un desarrollo saludable ya que les permite prever y controlar y, por tanto, sentirse seguros. Los límites no se establecen con el objetivo de que nuestros hijos e hijas obedezcan sino para preservar su bienestar y el de toda toda la familia, convivir en armonía y servir de referente para saber lo que es adecuado y lo que no, y cómo debemos actuar en según qué circunstancia, por lo que es importante que sean claros y respetuosos.

 

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Las reglas y límites pueden ser más o menos flexibles, y también pueden irse adaptando o modificando según la edad de nuestros hijos o las necesidades familiares (por ejemplo, un peque de 5 años puede tener prohibido acercarse a los fuegos de la cocina, pero ser perfectamente capaz de aprender a cocinar con ellos a los 13 años).

La ausencia de límites es tan perjudicial para los peques como el establecer unas normas que sean irrespetuosas, abusivas o del todo incomprensible para ellos, porque les resultaría difícil poder asumirlas e interiorizarlas. Los niños y niñas son inteligentes, si queremos que aprendan a tomar sus propias decisiones, el “porque lo digo yo” no nos vale de nada. Tenemos que establecer pautas sencillas, claras y concisas, y explicarles siempre el por qué son necesarias y es importante que las cumplan.

“No se sale con la suya” o “no consigue algo que quiere”

A veces nos quejamos de lo “caprichosos” que pueden llegar a ser nuestros chiquitines porque se les antoja una cosa del todo inapropiada o inaccesible, cuando en realidad no saben expresar (porque ni siquiera pueden identificar) lo que les sucede.

En ocasiones, simplemente, tienen muchas ganas de tener lo que acaban de ver en una tienda. Ellos aún no han entendido que no podemos conseguir todo lo que queremos con tan solo desearlo y aprender eso implica tener que entrenar los músculos de la frustración.

Otras veces, nuestros hijos e hijas quieren llamar nuestra atención lo hacen de forma exagerada e insistente, y no siempre podemos dar respuesta a sus demandas en el momento preciso en el que las formulan.

 

 

En un post anterior os hablábamos de la tabla de metas equivocadas, que es una herramienta utilísima de la Disciplina Positiva que nos permite averiguar las auténticas motivaciones del “mal comportamiento” infantil. La mayoría de las veces que nuestros peques se “portan mal”, se muestran “caprichosos” o tienen rabietas, su comportamiento obedece a una razón oculta que les hace sentir malestar.

Las rabietas por frustración

Algunos niños tienen rabietas a menudo y otros que solo las tienen muy de vez en cuando. Las rabietas son una parte normal del desarrollo de un peque. Son la forma que tienen los más pequeños de mostrar su malestar, su disconformidad o su frustración.

Al final, todo esto se puede resumir precisamente en eso: baja capacidad para gestionar la frustración. Respetar sus ritmos, hábitos y horarios (de juego, comida, descanso, etc.) así como atender adecuadamente sus necesidades, puede ayudarnos a evitar los berrinches. Asimismo, una correcta educación emocional les ayuda a autorregularse con las herramientas adecuadas, enseñándoles a identificar y expresar adecuadamente sus emociones desde la infancia.

 

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