Nacer en tiempos del coronavirus (IV): Lucía, una luz en mitad de la pandemia

La historia del nacimiento de Lucía, narrada a través del relato de sus padres, es un rayo de esperanza en medio de la pandemia

Lucía vino al mundo el 29 de marzo. 3 kilos y 780 gramos de esperanza que llena de luz la incertidumbre en tiempos del coronavirus. Esta es la historia de su nacimiento. También la de sus progenitores: Reyes y Javier, unos padres primerizos que viven en la soledad a la que obliga el confinamiento uno de los momentos más felices de sus vidas.

Estado de espera, estado de alarma

Reyes Ortiz y Javier García nos atienden desde casa. Acaban de aterrizar en un salón vacío de familiares y amigos. El Whatsapp y las videollamadas sustituyen el abrazo y el beso de sus seres queridos. Estos padres de 31 y 42 años disfrutan de su recién nacida primera hija. “¡Es la niña más grabada y fotografiada de la historia!”, exclama Javier.

El smartphone les permite hacer partícipes a los abuelos y al resto de familiares de su felicidad. Lucía ha nacido en medio de una pandemia con un confinamiento insólito. Pero ella se amamanta ajena al caos a su alrededor. “Es muy buena, solo quiere comer y dormir”, dice su padre. “¡Ya no le entra la mitad de la ropa que teníamos para ella en esta etapa” dice Reyes, su madre.

Reyes estaba de 38 semanas cuando el virus se desató en España. “Antes de que se decretara el estado de alarma, ya vimos consecuencias”, nos cuenta Javier. “Aunque aún se podía salir a la calle, ya se desaconsejaban las aglomeraciones, se suspendieron las clases de preparación al parto y las visitas al hospital para conocer las salas de paritorio”.

“Entonces el tamaño de Lucía parecía bastante grande y lo vigilaban cada 2 semanas”, nos cuenta su madre. La pareja tuvo sus últimas citas con el ginecólogo con el estado de alarma ya decretado y comenzaron a surgirles muchas dudas: “no sabíamos si el padre podría entrar o no en el parto”.

 

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Reyes y Javier, disfrutando de la recta final del embarazo de Lucía, semanas antes de que se desatara la pandemia

 

“En una de las ecos pude entrar, en la siguiente ya no. Concertamos una cita con un ginecólogo privado y tuve que esperar en el coche porque ni siquiera dejaban coincidir a las pacientes en la sala de espera“, cuenta Javier. El momento del parto se acercaba. Mientras tanto, el personal cualificado se esforzaba por mantener la normalidad en medio del caos y Reyes seguía asistiendo a sus clases de pilates para embarazadas vía Skype.

Vivir en confinamiento los últimos días de embarazo

La pareja se encontró de repente viviendo aislada en su casa. Los días de normalidad habían terminado. “Nos asustamos, no sabíamos lo que podía pasar ni qué iba a cambiar”, dice Reyes. “Habíamos pensado que la madre de Reyes viniera las últimas dos semanas para estar con ella por si se adelantaba el parto y yo estaba trabajando”, añade Javier.

Pero la madre de la futura mamá vivía en Huelva y no pudo llegar antes de que se decretara el estado de alarma. En su lugar, Javier la sustituye desde el principio: “soy periodista y trabajaba en un programa de televisión. Ahora mismo estamos todos parados. Por lo menos he tenido tiempo para estar con ella“.

Reyes se confinó en casa desde el principio: “No he salido ni un solo día, ni para comprar. Solo he salido de casa para ir a las consultas médicas. No podía salir a andar ni para soltar los nervios, ni para favorecer el parto caminando”. En su lugar, Reyes caminaba por el pasillo de una casa de 70 metros cuadrados: “Llegó a hacer en un día 10.000 pasos, yo todavía ni me lo explico… ¡Eso son 7 u 8 kilómetros andando dentro de casa!”, exclama su pareja.

Javier salía a la calle cuando era necesario, tratando de proteger a Reyes de un posible contagio: “yo salía por ella, con muchas precauciones: guantes, mascarilla… Y cuando volvía a casa, me lo quitaba todo y me duchaba. Incluso nos daba miedo ir al hospital a dar a luz”.

Pero la vida no entiende de pandemias, y el día del parto llegó. El 28 de marzo su madre salía de cuentas y Lucía le envió señales: ya estaba lista para nacer. 

Nacer en medio de una pandemia por coronavirus

Lucía fue puntual. “Esa misma noche Reyes comenzó a tener dolores y contracciones”, nos cuenta Javier. “Las contracciones eran suaves, no parecía trabajo de parto y decidimos esperar”, añade Reyes. Finalmente, cinco horas después, la pareja se puso en camino hacia el Hospital Virgen del Rocío, en Sevilla. Eran las 5 de la mañana del 29 de marzo.

“Fuimos en coche. Reyes iba delante conmigo, en el asiento del copiloto. Es donde estaba instalado su cinturón de seguridad para embarazadas, y donde iba más cómoda porque el asiento es reclinable. Pensamos que igual nos paraban”, recuerda Javier.

No fue así. El trayecto hasta el hospital transcurrió sin dificultades. Aún así, la atmósfera estaba enrarecida: “en el hospital todo estaba muy desangelado, la cafetería y las tiendas estaban cerradas, no había familiares de pacientes ni acompañantes, solo las parturientas y sus parejas” relata Reyes, que estuvo dilatando desde las 5:00 a.m. hasta las 20:15h.

 

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Hospital Universitario Virgen del Rocío, en Sevilla

 

“Pasamos a paritorio sin haber podido comer nada, porque con las prisas no me llevé monedas y las máquinas no cogían billetes”, cuenta Javier: “En el paritorio solo se oía el llanto de los niños, no había más enhorabuenas que el de las enfermeras y los médicos”.

“Fue un parto con epidural y un poco complicado: Lucía se hizo caca dentro, venía con una vuelta de cordón, al salir tanto ella como yo teníamos fiebre…”, recuerda Reyes. Por fortuna, el peso de la niña no fue finalmente un problema, pesó casi medio kilo menos de lo que estimaban.

La pareja no olvidará nunca el trato de todo personal sanitario en aquellas extrañas circunstancias: “matronas, enfermeras, médicos y el resto de equipo… Se portaron genial, eran muy conscientes de la situación que estábamos viviendo y se portaron como una familia con nosotros. Les estamos muy agradecidos, afirma Javier.

¡Bienvenida, Lucía!

Lucía nació el 29 marzo, a las 21:10 de la noche. “Subimos a planta. Al principio estábamos solos y luego compartimos habitación con otra pareja, pero sin familia ni visitantes. Había un montón de habitaciones solo ocupadas por las parejas y sus hijos, y estaban todos enganchados al móvil haciendo videollamadas“, relata su padre.

 

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La pequeña Lucía junto a su padre, horas después de nacer, en el hospital sevillano Virgen del Rocío

 

“Estuvimos 2 días en el hospital, todo el personal llevaba mascarilla y guantes todo el tiempo. Una enfermera me cambió los billetes y pude sacar sándwiches de las máquinas. Al final encontré un sitio cercano donde vendían bocadillos y fue mi salvación porque el hospital solo pone comida para el paciente, pero no para el acompañante y la cafetería estaba cerrada”, cuenta Javier.

Pero ahí no acaban las anécdotas que salpican el nacimiento de Lucía, ni los avatares de sus padres: “tuve que coger el coche para ir a casa a por ropa que necesitábamos y me paró la policía. Un agente se acercó y me preguntó de dónde venía. Le contesté que de ser padre y le enseñé la tarjeta de identificación como acompañante del hospital. Me dio la enhorabuena y le dijo a sus compañeros: ‘este hombre puede pasar’. Yo creo que me vio la cara de felicidad”, comenta Javier entre risas.

La llegada a una casa vacía y el seguimiento posparto

Lucía no ha visto más cosas en este mundo que un hospital, el interior de un coche y su hogar. “Nadie ha visto a la niña, pero es un mal menor el no poder enseñarla. Su bienestar y el de la gente que queremos es lo principal, afirma su madre.

“Lo tenemos asumido y saber que lo que estamos haciendo es lo correcto, hace que duela menos; aunque evidentemente nos da pena”, añade Javier. “Sabemos que tiene que ser así y que es por el bien de todos, esperaremos lo que haya que esperar para que la conozcan. Los abuelos son los primeros que no quieren verla antes de tiempo para no ponerla en peligro y mientras pasa todo, hacemos varias videollamadas al día”.

 

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Lucía vive sus primeras semanas de vida confinada junto a sus padres y alejada de familiares y amigos. 

 

Pero a pesar de permanecer confinados, la familia no está desasistida. “Nos han dado un teléfono de pediatría en nuestro centro de salud que está todo el día disponible, para no tener que sacar a la niña ni para ir al médico. Y nuestra matrona también nos llama al móvil para preguntarnos qué tal vamos. Es como si fuera ya una amiga más… literalmente”, dice Reyes.

Problemas para registrar a los niños nacidos con en estado de alarma

Durante el posparto en estado de alarma, los padres de recién nacidos se enfrentan a nuevos retos. En el aspecto puramente práctico y económico, todas las familias españolas en la misma situación que Reyes y Javier están sufriendo el mismo inconveniente: el cierre del Registro Civil impide la inscripción de recién nacidos y paraliza las bajas de paternidad.

Nos está costando registrar a la niña, porque solo podemos llamar por teléfono al Registro de lunes a viernes de 9:00 a 9:30 para pedir cita, y es complicado que lo cojan. Lo intentamos todos los días y siempre comunica. De todas formas, el resto de organismos que dependen de que la niña esté registrada como el Centro de Salud o incluso la Seguridad Social, de la que depende que yo me pueda pedir mi baja de paternidad, están siendo muy flexibles para no perjudicarnos”, comenta Javier.

A pesar de que el Consejo General del Poder Judicial emitió una orden para que la inscripción de nacimientos no se suspenda por la declaración de alarma, el colapso y la saturación de los registros debido a la inscripción de fallecimientos impide que este trámite se esté cumpliendo.

Pero Lucía dormita tranquila ajena a todos esos inconvenientes. Ni dudas ni incertidumbres perturban su descanso. Nada perjudica su bienestar ni enturbia su felicidad. Es una bebé preciosa, que crece sana cada día. Ella ya tiene lo único que realmente necesita: la seguridad de los brazos y el pecho de su madre, el amor de las caricias y los besos de su padre. Ese es todo su mundo. Para ella, no existe nada más. 

 

 

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