Cómo fomentar la autonomía en niños y niñas más mayores

Te damos pautas para fomentar el desarrollo de la autonomía en niños y niñas a partir de dos años

Artículo publicado el 29 Oct 2019 - Este artículo ha sido revisado y actualizado con fecha 9 abril, 2023

Todas las familias deseamos que nuestros hijos e hijas se conviertan el día de mañana en adultos capaces y autónomos, pero a menudo nos da miedo darles alas y nos cuesta soltar cuerda, algo básico para favorecer su autonomía personal.

¿Cómo podemos fomentar en ellos la autonomía y ayudarles a conseguir las habilidades necesarias para realizar por sí mismos las tareas propias de su edad sin correr riesgos?

En un post anterior explicábamos que la autonomía es una habilidad que podemos desarrollar desde el mismo nacimiento y hablábamos de cómo fomentar la autonomía en los bebés.  En esta ocasión nos centraremos en los niños y las niñas un poco más mayores.

¡Enséñame a hacerlo solo!

Educarles para ser personas autónomas es hacerles un regalo de por vida. ¿Cómo conseguirlo? Además de respetar su autonomía personal desde que son bebés, debemos ir prestando atención a las diferentes necesidades que van surgiendo en cada fase y fomentando la autonomía en el día a día.

Actividades de la vida cotidiana

A muchas familias les da miedo que sus peques se puedan hacer daño al manipular objetos de la vida real, como utensilios de cocina o herramientas de bricolaje. Debemos usar la lógica, no vamos a enseñarles a usar una motosierra o preparar un asado ellos solos; pero si ya corta con cuchillos de plástico plastilina, también puede partir pan u hortalizas cocidas. Incluso existen utensilios especiales para niños y niños, adaptados a sus manos y con menor riesgo de accidentes.

Los objetos que usamos los adultos no entrañan peligro por el simple hecho de hemos aprendido a manejarlos. Y eso es lo que debemos hacer con nuestros hijos: enseñarles qué son, cómo funcionan y cuándo usarlos de forma segura. Lo que implica, claro está, supervisar su actividad y establecer normas.

 

 

Hoy en día, existen muchos materiales de juego que son, en realidad, herramientas reales que entrenan las destrezas y habilidades de los más pequeños de la casa. Y una cocina o un garaje pueden ser ambientes preparados tan seguros para niños como el patio de un colegio si prestamos especial cuidado.

Por ejemplo: cuidar que las herramientas potencialmente peligrosas queden fuera de su alcance, proporcionarles a cambio herramientas adecuadas (como cuchillos de corte seguro o herramientas no punzantes, pequeñas y livianas de bricolaje) así como escalones y torres de aprendizaje a las que puedan subirse sin riesgo de caídas para llegar al lavabo, la mesa, la encimera, etc.

También es importante establecer normas y recordarlas a menudo. Por ejemplo: no entrar en la cocina sin compañía de un adulto, no jugar con fuego o mantenerse alejados del horno. Por último, no despistarnos ni dejarles solos mientras desarrollan este tipo de labores, es vital para que la actividad transcurra sin peligro.

Dejarles comer solos

Desde el mismo momento en que los bebés alcanzan la etapa de sedestación y son capaces de sentarse manteniendo la espalda recta, también lo son de manipular alimentos y llevárselos a la boca sin ayuda de un adulto. Comer con las manos es un buen primer paso para favorecer su autonomía y facilita que, más adelante, sean capaces de manejar los cubiertos.

Será necesario que tengamos paciencia para que puedan comer solos y a su ritmo, sin meterles prisa. Hay alimentos y comidas que facilitan el agarre con las manos (como un bocadillo o una pieza de fruta), en tanto otros requieren concentración y práctica (como una sopa de fideos).

 

 

La inclusión de los cubiertos precisa mucha más concentración y a veces puede resultarles agotador. Debemos procurar no hacerles caer en el desánimo ni regañarles si al principio los manejan con torpeza a su manera, o suceden “accidentes”. ¡Es normal!

La práctica diaria es la mejor escuela de aprendizaje. Y, por supuesto, la rutina de las comidas incluye enseñarles a colaborar a poner la mesa y recogerla. Siempre hay algún pequeño objeto que pueden transportar sin riesgo, o alguna actividad de la que puedan hacerse cargo (como limpiar las migas de la mesa).

El aseo personal y vestirse solos

Pueden comenzar a vestirse solos con prendas sencillas (camisetas sin botones o zapatos con velcro) a partir de, aproximadamente, los 2 años. Si en lugar de fomentar esto nos empeñamos en vestirles y desvestirles siempre nosotros para ahorrar tiempo, estaremos impidiendo que ganen autonomía en una de las tareas más sencillas y propicias para ello.

En su habitación también podemos elegir muebles prácticos, acordes a su estatura, armarios sin puertas, estantes sin cajones y/o módulos de organización que les permitan organizar la ropa según tipo y color, para localizarla fácilmente y aprender pronto a guardarla en su sitio de forma correcta.

 

 

Asimismo pueden comenzar a interiorizar los hábitos de higiene muy pronto intentando peinarse y lavarse solitos las manos, la cara… Igual que en la ducha: pueden enjabonarse la cabeza y el cuerpo, aclararse y secarse ellos mismos. Siempre, por supuesto, bajo supervisión y con un repasito final por parte del adulto en el caso en el que se requiera.

Las tareas domésticas

También pueden comenzar a colaborar participando en las tareas domésticas. Siempre habrá algo de lo que puedan encargarse según su edad y/o destrezas. Limpiar los cristales con una esponjita húmeda, por ejemplo, puede resultarles muy divertido. Y aunque no todos sepan hacer la cama perfectamente, sí que pueden intentarlo.

 

 

Tal vez la cama no va a estar tan bien hecha ni el suelo tan limpio como cuando nos encargamos nosotros, pero lo importante es que se habitúen, practiquen y desarrollen sus destrezas para ser cada vez menos dependientes y más capaces, lo que repercute no solo en su propio bienestar, sino en el de toda la familia.

Autoconocimiento, reflexión y toma de decisiones

Los padres y madres solemos cometer el error de decirles a nuestros hijos e hijas cómo deben sentirse, qué deben opinar o decir, cómo deben hacer las cosas (a nuestra manera, generalmente), vestirse, expresarse e incluso contestamos y mantenemos conversaciones por ellos.

Sin embargo, a veces se nos olvida que no son una réplica de nosotros mismos. Cada niño es un ser humano único y especial, con sus propias virtudes y habilidades, gustos y preferencias personales.

Enseñarles a pensar por sí mismos y tomar decisiones, a sacar conclusiones, a reconocer sus emociones, a expresarse de acuerdo a su propia personalidad es ayudarles a convertirse en adultos autónomos, libres y seguros. ¿Y qué padre o madre no quiere eso?

 

 

Adolescentes autónomos

Muchas familias se quejan de que sus hijos e hijas adolescentes no colaboran en casa y siguen esperando que hagamos por ellos la mayor parte de sus quehaceres domésticos. Si no se ha inculcado responsabilidad y autonomía desde que son pequeños, es muy difícil que llegue el momento en el que, por ciencia infusa, cambien el chip y se vuelvan hacendosos y responsables.

La mala costumbre les ha hecho interiorizar otros hábitos. Pero nunca es tarde para redirigir el rumbo si adoptamos el enfoque y la actitud adecuados. Eso sí: debemos tener paciencia y constancia, porque no se logra cambiar una costumbre de la noche a la mañana.

Discutir no vale de nada. El “¡te lo he dicho mil veces!” es un claro indicativo de que somos nosotros quienes estamos adoptando una actitud contraproducente y lo único que vamos a conseguir persistiendo en ella es entablar una absurda lucha de poder. Y es que, ¿cuál es el objetivo de los sermones? ¿Queremos demostrar que tenemos razón o lograr que se responsabilicen de sus tareas y sean personas autónomas?

 

 

El diálogo sereno sigue siendo la única opción válida en primera instancia. Pero por sí mismo puede que no sirva de nada. A los bebés y niños pequeños tenemos que recordarles muchas veces cuáles son las pautas, ayudarles a realizar sus tareas hasta que aprenden y responsabilizarnos por ellos si se olvidan o no las realizan adecuadamente.

Pero los hijos e hijas “mayores” ya son capaces de comprender cuáles son las consecuencias de sus actos. Es por eso que basta con que, sin amenazar ni alterarnos, les digamos una sola vez que si quieren tener la ropa limpia, han de meter las prendas sucias en el cesto de la colada en lugar de dejarlas esparcidas por su cuarto, por ejemplo.

Después debemos ser coherentes y hacerles ver que siempre van a poder confiar en que cumplimos con lo que les decimos. Así que si no se ha tenido en cuenta nuestra razonable petición, no discutiremos ni sermonearemos, sino que no lavaremos ninguna prenda que no haya sido depositada donde debiera.

Herramientas básicas para fomentar la autonomía

Todo lo que hemos mencionado anteriormente ayuda a que los niños y las niñas sean autónomos. La autonomía personal, a su vez, les hace ganar autoestima, seguridad y confianza para seguir desarrollando habilidades, aprendiendo y ejecutando nuevas tareas.

Hay muchos recursos y herramientas que diversas vertientes pedagógicas, como Montessori o la Disciplina Positiva (que además no son excluyentes), ponen a nuestro alcance para ayudar a nuestros peques a crecer siendo autónomos. Pero las herramientas más básicas para conseguir educarles en autonomía, sin embargo, tienen muy poco que ver con ellos, sino más bien con nosotros mismos.

 

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Es la capacidad de empatía, paciencia, respeto, confianza y diálogo de nosotros, los adultos, lo que posibilita que nuestros hijos puedan beneficiarse de una educación basada en el propio logro de los hitos evolutivos y los triunfos personales, la no dependencia y el desarrollo de la propia personalidad.

Una buena comunicación es esencial para lograr impulsar la autonomía. Pero lo más importante es conseguir reeducarnos para cambiar nuestro concepto de ellos y aprender a verles como los seres humanos libres y las personas capaces que YA son.

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