¿Consecuencias o castigos?

La mayoría de las veces, los adultos aplicamos castigos disfrazados

“Si no recoges la mesa ahora, te quedas sin ir al parque”. ¿Castigo o consecuencia? La línea que separa ambos conceptos puede ser muy fina, especialmente, si no tenemos experiencia ni conocimientos sobre crianza respetuosa y Disciplina Positiva. Hoy os damos tips para diferenciar y saber reconocer cuándo aplicamos consecuencias o castigos en los niños.

Cuando hablamos de educar desde el respeto, muchas familias sienten miedo a perder el control de la situación y justifican el uso de los castigos en base a la máxima de que “es que las cosas que hacemos, tienen consecuencias”. Y tienen razón. Cada una de nuestras acciones puede traer consigo una consecuencia. Pero…

¿Qué diferencia hay entre un castigo y una consecuencia?

Vayamos a la teoría. Una consecuencia es, según la R.A.E.: Hecho o acontecimiento que se sigue o resulta de otro”. Si nos acogemos a la primera parte de la definición podríamos decir que sí, que si no recojo la mesa ahora mi madre no me deja ir al parque, así que un acontecimiento sigue al otro. Ahora bien, ¿no ir al parque es el resultado de no recoger la mesa? ¿O es una decisión impuesta? Porque en la casa de al lado, la mamá de mi vecino le lleva al parque aunque no recoja la mesa ¿Cuál es entonces la diferencia entre castigo y consecuencia?

 

¿Consecuencias o castigos? Conoce los castigos disfrazados

 

Un castigo es una sanción impuesta por otra persona o por una institución que tiene como finalidad que la persona que ha cometido la infracción pague por su error. El castigo pone el foco en la persona culpable y trata de modificar su conducta aplicando un refuerzo negativo. Como herramienta educativa, es conductista. Se centra en suprimir una conducta que se considera negativa a través de un estímulo externo negativo también. 

Una consecuencia no tiene que ser, necesariamente, una herramienta educativa. Las acciones tienen consecuencias, es cierto. Si no me lavo los dientes, puedo tener caries. Si voy sin paraguas y llueve, me mojo. Estas son las que conocemos como consecuencias naturales. Simplemente, suceden, sin ningún tipo de intervención adulta. Las consecuencias naturales pueden ser útiles también desde un punto de vista educativo. Podemos decidir permitir que nuestros hijos exploren las consecuencias naturales de sus propias acciones. Podemos elegir dejar que nuestras hijas experimenten las consecuencias naturales de sus decisiones.

Existen algunos límites obvios al respecto. No podremos permitir que experimenten las consecuencias naturales cuando estén en juego la seguridad, la salud o el respeto. Nadie con un mínimo de sentido común va a dejar que su hijo cruce la calle sin mirar para que compruebe que el coche le atropella, ni que su hija no se lave los dientes para que constate que tendrá caries. Sin embargo, en otras ocasiones sí podremos dejar que salgan a la calle lloviendo y se mojen; o que no estudien y suspendan el examen.

 

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Siempre que no utilicemos la ocasión para sermonear y nos limitemos a permitirles explorar las consecuencias naturales y centrarnos en la búsqueda de soluciones, estas pueden ser una buena opción para que nuestros hijos vayan entrenando y desarrollando habilidades para la vida. 

Pero si queremos aplicar consecuencias a determinadas conductas con una finalidad educativa, ¿cómo podemos hacerlo sin que estas se conviertan en un castigo disfrazado?

¿Qué es una consecuencia educativa?

Cuando usamos las consecuencias con una intención educativa es muy fácil caer en la necesidad de controlar y la tendencia a sancionar de los métodos educativos tradicionales. Aunque les llamemos consecuencias, en realidad, en la mayoría de los casos no se trata más que de castigos disfrazados.

Quedarte sin postre por no haber hecho los deberes es un castigo, no una consecuencia. No existe ninguna relación entre hacer los deberes o no hacerlos y tomar postre o no tomarlo. No se aprende a ser responsable dejando de tomar postre. Y si se produce algún cambio en la conducta será debido al chantaje. No estarán haciendo los deberes por responsabilidad o por deseo de aprender, sino porque quieren tomar postre. Eso, sin entrar a debatir sobre los riesgos de utilizar la comida, y especialmente los dulces como premio, o lo que es lo mismo, su retirada como castigo

 

¿Consecuencias o castigos? Conoce los castigos disfrazados

 

Una consecuencia impuesta por la persona adulta, sin relación ninguna entre conducta inicial y consecuencia asociada; y que, además, se gestiona desde un rol sancionador, es un castigo, disfrazado de consecuencia, sí, pero un castigo en toda regla. 

¿Cómo podemos entonces aplicar consecuencias educativas?

La Disciplina Positiva nos propone las consecuencias lógicas. Para que una consecuencia lógica sea respetuosa debe cumplir con la regla nemotécnica de las cuatro r’s:

  • Debe estar relacionada con la conducta inicial (si no quiero llevar botas de agua y me mojo tendremos que volver a casa).
  • Debe ser respetuosa (sin sermonear cuando la apliquemos).
  • Razonable (tanto para las personas adultas como para niñas y niños).
  • Debe ser revelada con antelación (aclaramos antes de salir de casa que si se mojan deberemos volver, no lo decidimos e imponemos sobre la marcha).

 

¿Consecuencias o castigos? Conoce los castigos disfrazados

 

En este caso, y solo en este caso, las consecuencias lógicas se consideran una herramienta educativa respetuosa. Pero nuestra herencia educativa es tan autoritaria que es muy fácil caer en la trampa y acabar utilizando castigos disfrazados de consecuencias

Tanto es así que, incluso Rudolf Dreikurs, uno de los “padres” de la Disciplina Positiva recomienda no usar este tipo de consecuencias para evitar caer en la manipulación de castigar disfrazando nuestra acción de educación respetuosa

Pero y, entonces, ¿no podemos usar las consecuencias?

Si queremos apostar por una crianza respetuosa lo mejor sería evitarlas, salvo aquellas consecuencias naturales que podamos y queramos permitir que exploren. En su lugar, la Disciplina Positiva nos propone olvidarnos de señalar el error o a la persona culpable y centrarnos en la búsqueda de soluciones. Sé que no es fácil pero merece la pena intentarlo.

 

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