¿Qué es el trauma precoz [pa]materno?

Las huellas traumáticas que no se ven de manera evidente en la madre o el padre tienen consecuencia en la crianza de los hijos

Artículo publicado el 23 Ene 2022 - Este artículo ha sido revisado y actualizado con fecha 23 marzo, 2024

El trauma precoz materno o paterno es un concepto que hace referencia a cómo los traumas no superados de un progenitor pueden terminar trasladándose a los hijos, afectándoles. No es algo consciente, pero sí tiene consecuencias. Hoy os explicamos por qué se produce y qué se puede hacer.

La idea del trauma precoz materno o paterno procede del psicoanálisis y es un concepto complejo. Nuestra psicóloga, Mamen Bueno (con la que podéis contactar a través de la Tribu CSC, descargando gratis la app de Criar con Sentido Común tanto para Apple como para Android, donde tenéis una semana gratis para probar todas las ventajas de la membresía a la Tribu, realizar todos los cursos online disponibles y consultar a nuestros/as especialistas) aclara en primer lugar que, aunque la denominación por lo general hace referencia a la madre, el padre también puede transferir traumas no resueltos a los hijos. No es cuestión de género.

¿Qué es un trauma?

Para comprender qué es el trauma precoz (pa)materno infantil hay que explicar antes qué se entiende por trauma. Según la Real Academia de la Lengua Española, se trata de una palabra de origen griego (τραῦμα) que significa “herida”. Un trauma es un “choque emocional que produce un daño duradero en el inconsciente”, según la RAE. Pero también “una emoción o impresión negativa, fuerte y duradera”.

“En el ideario colectivo se piensa que un trauma se produce cuando hay un suceso grave, impactante y sobrecogedor. Pero no siempre es así. Existe otro concepto que se denomina trauma acumulativo y que tiene que ver más con sucesos de bajo impacto que no llama tanto la atención, que se sostiene en el tiempo y que suele pasar desapercibido. Esto se normaliza y se queda en el subconsciente, explica Mamen Bueno.

 

Trauma precoz materno: trasladar a los hijos nuestros traumas

 

Ocurre, por ejemplo, cuando se etiqueta a los niños. Aunque ahora muchas familias son más conscientes y tratan de no encasillar a sus hijos, lo cierto es que en muchos ámbitos (también en casa) se sigue etiquetando de gordo, torpe, patoso, vago, etc. a los niños y niñas. O se les señala (nuestra psicóloga pone de ejemplo un niño que quiere llevar falda, pero se le descalifica o se le tilda de amanerado).

“No es algo muy impactante, no hay abuso ni agresión, pero sí deja una sensación al menor de que no se le tiene en cuenta, no se le valida y si eso se da en el tiempo también es traumático“. 

En psicología se diferencia entre:

  • Trauma (con T mayúscula) que responde a lo que ocurre tras un suceso muy impactante (accidente, atentado, abuso, etc).
  • trauma (con t minúscula) que se produce ante situaciones perturbadoras que se mantienen en el tiempo y que no son sencillas de reconocer.

Esta exposición continuada termina por dañar los recursos de la persona (en este caso, niño o niña) para afrontar situaciones de sufrimiento, humillación o pérdida.

 

Trauma precoz materno: trasladar a los hijos nuestros traumas

 

Las raíces del trauma precoz materno o paterno

Vamos a poner un ejemplo: imaginad una mujer que es la pequeña en una familia con dos hermanos varones. Si desde pequeños se han implantado roles machistas, esto dejará huella en ella. Se crean así patrones de relación.

Ella tiene que ser buena, la que no da problemas, la conformista, etc. Eso generará una dinámica en la que se sentirá poco validada si se sale de ese rol. Sin embargo, normalizará esa idea de sí misma y lo trasladará a todas sus relaciones. Como es lo que ha vivido en casa, pues lo normal es no sentirse valorada fuera de ese papel complaciente. Y eso, acaba extrapolándose al resto de relaciones, dice Mamen Bueno.

Ocurre igual, precisa nuestra experta en psicología, en el caso de una persona que procede de un hogar donde se han producido abusos, maltrato. Al final, se creará una dinámica en la que ese maltrato se considerará “normal”. Con el tiempo, puede que esta persona reconozca que lo que le ha ocurrido no es normal y quiera salir de ello.

“Pero al ser algo adquirido desde pequeña/o le costará mucho romper esa dinámica. Es casi automático. Así que, cuando se siente desbordada o saturada -y la (pa)maternidad es un contexto ideal para ese desbordamiento – salta ese automatismo”.

 

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Es como un ángulo muerto dentro de todas sus relaciones. No es algo consciente, sino interiorizado. Este tipo de situaciones se conocen también como trauma transgeneracional.

“Son dinámicas familiares que se van integrando de uno a otro. Pensemos en un niño noruego que crece en un pueblo donde todos tienen el pelo rubio y los ojos azules. Para ese niño lo normal es creer que todos los seres humanos son rubios con ojos azules. Pero cuando empieza a viajar y ver mundo, se dará cuenta de que no todos somos así. Y, aun con todo, seguirá sintiendo cierta familiaridad o conexión con quien sea rubio y de ojos azules, porque es a lo que está acostumbrado“. 

El trauma precoz materno puede aparecer en el embarazo

Según Mamen Bueno, el trauma precoz materno “son huellas traumáticas que no se ven de manera evidente, pero que sí van dejando una impronta en la persona que se traduce en una sensación de falta de valía, de que no se le tiene en cuenta o de que hay algo malo en ellos”. Y eso se puede trasladar a la relación con el menor.

El comportamiento de la madre o el padre con trauma precoz materno o paterno con respecto a su hijo/a puede manifestarse en una presencia excesiva del progenitor o en todo lo contrario, su ausencia. Y eso deja a madre/padre e hijo en una situación de vulnerabilidad. El afecto hacia el menor puede ser angustioso y alienante. Y eso afectará psíquicamente al hijo/a.

 

 

Nuestra psicóloga aporta otro concepto, el de transparencia psíquica (descrito por la psiquiátrica francesa Monique Bydlowski). Se trata de:

“Un estado psíquico particular que se da principalmente en el embarazo. No se sabe muy bien cuál es el origen -quizás es algo hormonal – a través del cual aparecen recuerdos antiguos en la madre, a veces olvidados. Hechos traumáticos que desequilibran a la mujer, que se da cuenta de que el amor que siente hacia el bebé y su forma de dirigirse a él no tiene nada que ver con lo que ella vivió de niña.

Estas dos situaciones, cómo lo vive ella como madre y cómo lo vivió siendo niña, se confrontan y al ser tan diferentes, provoca un shock. A esta madre le sale “cuidar y decirle cosas bonita a su bebé”, pero cuando era niña a ella la trataban “como una basura”.

Por un lado, es posible que aparezca cierta sensación de “lealtad” hacia sus padres (“si yo cuido a mi bebé de forma diferente, estoy reconociendo que mis padres lo hicieron mal”), pero también cierta nostalgia de su propia infancia, mucha idealización y también duelos (“no he tenido una madre como me hubiera gustado”).

 

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¿Cuál es el tratamiento? Terapia

Todo este maremágnum de sentimientos encontrados aparece de manera inconsciente. Todas esas ideas pueden afectar a los/as hijos/as si no se hace terapia, insiste nuestra psicóloga, porque:

“Son patrones de pensamiento y de comportamiento de los que la persona obviamente no es consciente y no sabe que lo está pensando, o actuando. Esas dinámicas se han ido incorporando en la mente de la persona como normales y no se las puede quitar de la noche a la mañana. A veces es muy difícil”. 

Ante un trauma por un acontecimiento grave es más fácil que se tome conciencia de que es necesario acudir a profesionales para aprender a afrontarlo. Frente al trauma precoz (pa)materno, que es más sutil y puede pasar desapercibido, reconocer que se necesita ayuda también es un proceso en sí mismo. Hay personas que necesitan “años” de terapia para manejar estos traumas escondidos. Pero merece la pena intentarlo para salvaguardar la salud mental de nuestros hijos.

 

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