Oftalmología infantil: ¿Cuándo hay que revisar la vista del bebé?

Por lo general, cualquier alteración de la vista se puede corregir si se detecta antes de los seis u ocho años

Artículo publicado el 11 Feb 2021 - Este artículo ha sido revisado y actualizado con fecha 27 mayo, 2023

El proceso de maduración de la vista del bebé se produce fundamentalmente durante los primeros tres años de vida. Esto, no obstante, no significa que la visión de nuestro peque no sea objeto de estudio durante cada una de las visitas al pediatra. De hecho, los controles visuales se hacen desde el nacimiento para descartar cualquier anomalía.

La agudeza visual, sin embargo, no se suele valorar hasta los tres años y, a partir de ahí, lo recomendable es llevar a la pequeña o pequeño a revisiones cada cierto tiempo. Para promover una correcta salud visual en los peques, es importante cuidarla desde su nacimiento y detectar cualquier problema pronto porque, por lo general, cualquier alteración de la vista se puede corregir si se detecta antes de los seis u ocho años.

Controles de la visión del recién nacido

El cuidado de los ojos del bebé es tan importante que en cuanto nacen se les aplica una pomada antibiótica para evitar infecciones bacterianas durante el nacimiento. Si no se aplica, el bebé corre el riesgo de tener problemas oftalmológicos serios que incluyen la ceguera.

Cuando nacen, su visión no está completamente desarrollada. Físicamente están preparados, pero su cerebro aún no procesa correctamente las imágenes. Por eso, el pediatra explorará sobre todo las pupilas (y el parpadeo) para detectar cualquier alteración ocular. Gracias al reflejo rojo de la pupila, el especialista comprobará que la luz llega bien a la retina.

 

 

La visión se irá desarrollando en los siguientes meses y años, y es importante realizar controles oftalmológicos porque los ojos necesitan “aprender” a ver. Es decir, que la información llegue bien al cerebro, y para eso las imágenes tienen que ser claras y nítidas. Si no es así, la visión no se desarrolla o lo hace de manera incompleta, provocando problemas oculares como la amblioplía (u ojo vago) o el estrabismo (desviación de pupilas).

Además, si la vista es deficiente tendrá consecuencias para el desarrollo intelectual y físico del menor. A ello se añade una dificultad evidente: ¡Los bebés no pueden decirnos que no ven! Así que es fundamental que en las visitas al pediatra este controle su vista; algo que irá haciendo durante el primer año de vida centrándose en el comportamiento visual y en los reflejos que se desencadenan por los estímulos visuales.

 

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Los ojos del bebé prematuro

Los bebés prematuros tienen más riesgo de sufrir problemas oculares, sobre todo si nacieron antes de la semana 32. De hecho, existe una patología que solo les afecta a ellos, la retinopatía del prematuro, que se produce cuando la retina no se desarrolla completamente.

Durante el embarazo, los vasos sanguíneos de la retina del feto van creciendo y, a partir de la semana 16, se van ramificando hacia el exterior (aproximadamente a partir de los ocho meses de embarazo). Si el bebé nace prematuramente, ese crecimiento se puede ver alterado. Los vasos sanguíneos no se desarrollan de manera normal y pueden provocar pérdidas de sangre y hemorragias en el interior del ojo.

 

 

Afortunadamente la mayoría de los casos se resuelven sin necesidad de un tratamiento, pero en los casos más graves sí se necesita, e incluso puede ser necesaria una cirugía ocular. Por eso, es probable (o al menos, deseable) que al nacer, un oftalmólogo pediátrico o un especialista en retinas examine al bebé prematuro para diagnosticar la retinopatía. En estos casos se suele hacer un examen completo al bebé, igual que si existen signos de enfermedad ocular o si hay antecedentes familiares.

¿Cuándo hay que revisar la visión de nuestros hijos?

Hasta los tres años aproximadamente, la vista de los peques no alcanza el momento de maduración. Es entonces cuando la plasticidad neuronal es máxima. Sin embargo, el desarrollo visual al 100% no se producirá hasta los ocho o nueve años.

Lo cierto es que cualquier alteración detectada antes de esa edad (y que no sea un problema visual grave) se puede corregir. De ahí, la importancia de la detección precoz para evitar alteraciones importantes y permanentes.

 

 

Hasta los tres años, la vista será controlada por el pediatra, a no ser que este detecte algún problema que requiera una visita a la consulta de oftalmología o si hay antecedentes familiares. A partir de los cuatro años se recomienda la valoración visual anual y entre los seis y los 18 años cada dos o tres años, si no hay ningún problema.

Pistas de que algo no va bien con la vista del bebé

Muchos de los problemas visuales de niñas y niños pasan desapercibidos. Existen patologías más evidentes, como el estrabismo (desviación de las pupilas) o si el peque presenta la pupila blanca, etc. Y, aún así, incluso existe el falso estrabismo, que se produce cuando el bebé desvía los ojos cuando trata de enfocar.

Suele generar muchas preguntas al pediatra por parte de los padres, pero es algo normal. También hay que ser precavidos con el estrabismo intermitente, en el que la desviación de las pupilas se produce en momentos determinados, como cuando tiene sueño.

 

 

Por eso es importante prestar atención a cómo se desarrolla su visión. Muchos de los problemas visuales que pueden afectar a nuestros hijos están relacionados con la familia. La miopía, por ejemplo, tiene un fuerte componente hereditario; así que si en casa alguno de los progenitores tienen miopía, es probable que su hija o hijo la desarrolle.

Las deficiencias visuales pueden tener consecuencias en el colegio: rechazo a la lectura, dificultad a la hora de hacer tareas e, incluso, problemas de sociabilización. Por lo general, hay que estar alerta si el peque:

  • Se acerca mucho los objetos a la cara.
  • No le llaman la atención las cosas lejanas.
  • Se frota los ojos con frecuencia.
  • Inclina la cabeza para ver mejor.
  • La luz le resulta especialmente molesta.

El dolor de cabeza también se suele asociar con los defectos refractivos, como la hipermetropía. Sin embargo no está claro que esta relación sea directa. Algunos estudios apuntan a que algunos niños con cefaleas siguen sufriéndola aunque se les corrija los problemas de visión. La amblioplía, por otro lado, es más difícil de detectar porque los peques se suelen desenvolver bien con el ojo que ve bien (camuflando así el ojo vago).

 

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Tratamientos de los problemas visuales más habituales de los niños

La visita al oftalmólogo determinará si nuestro hijo o hija tiene algún problema de visión y cuál es el tratamiento. En la consulta le realizarán pruebas concretas dependiendo de la sospecha que tenga el profesional. En el caso de problemas refractivos (miopía, hipermetropía o astigmatismo) lo habitual es corregirlo con gafas o lentes de contacto.

 

 

En el caso de ojo vago (amblioplía), lo más habitual es el uso de un parche en el ojo “bueno” para obligar al otro a mejorar su agudeza y dejar de ser “vago”. Si hablamos de estrabismo, este se puede corregir con gafas, con un parche (cuando hay amblioplía), con una inyección de toxina botulínica o incluso una intervención quirúrgica.

La visión de nuestros peques genera preocupación, y es lógico. En la Tribu de Criar Con Sentido Común contáis con los profesionales más actualizados en todo lo relacionado con la crianza respetuosa y salud del bebé, que os pueden ayudar a despejar dudas o a recomendaros los pasos a seguir para promover la salud infantil.

 

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