Violencia obstétrica: La camisa de fuerza química del haloperidol

Este fármaco psiquiátrico que no alivia el dolor e inhabilita a la mujer; no está indicado para los partos pero se sigue usando

Con motivo del 8M ha salido una campaña del El Parto es Nuestro sobre el uso de haloperidol durante la atención al parto en el hospital. Cuando salió el tema en un foro profesional, unas semanas atrás, recordé el relato de una compañera matrona durante mi residencia…

En su propio parto le pusieron “algo” para que llevase “mejor” el dolor, pero, tal y como ella contaba, el dolor seguía ahí, solo que ella no podía moverse, ni quejarse… La verdad es que en el centro en el que aprendí apenas vi ponerlo, y pensaba que estaba en desuso, pero esta campaña ha puesto de manifiesto que sigue vigente.

Qué es el haloperidol

Es un medicamento para enfermedades psiquiátricas, que se utiliza sobre todo cuando el paciente está alterado y corre en riesgo su integridad y la de los que le rodea, ya que se pincha y hace relajarse al “más bravo”. Usado de forma correcta puede tener su utilidad, aunque cabe mencionar que hay fármacos más modernos, y las situaciones donde se puede usar están reguladas y recogidas en guías (principalmente psiquiátricas).

 

 

Entre las situaciones en las que este tipo de cuidado está aceptado no figura el parto. En España se pretende justificar su uso aludiendo que alivia las náuseas que provoca la dolantina (un analgésico opioide con el que se suele administrar el haloperidol), pero en su ficha técnica no está recogido ese uso, puesto que hay otros fármacos sin los efectos del haloperidol para manejar los vómitos. Y entonces ¿por qué se usa?

Un poco de historia en el manejo del dolor

Sobre los años 50-60 el parto empezó a entrar en los hospitales. Mucha gente pensará que esto supuso un avance, pero esto es relativo, porque en los hospitales se empezó a “cientificar” y controlar el proceso del parto. Por esa época empezaron a aparecer los primeros programas de “parto sin dolor”, los primeros en la antigua URSS, donde se ofrecía a las gestantes una preparación y/o adoctrinamiento a base de respiraciones y de cómo debían comportarse en el parto ante una carencia de recursos físicos y profesionales.

Poco después, el obstetra francés Lamaze de la unión Soviética, desarrolla un poco más el método y añade una secuencia de respiraciones e información sobre cómo se produce el parto. Así a primera vista es un gesto positivo, puesto que alguien se preocupa de que la parturienta pueda aliviar un dolor que, por otra parte, se había visto incrementado por las prácticas rutinarias de permanecer tumbadas en los hospitales.

 

 

A algunas mujeres les iba bien aprenderlo y les ayudaba a sobrellevar el trance, pero para otras suponía un fiasco y terminaban con una sensación de fracaso por “no haber sabido respirar”, y se lo hacían saber porque también suponía un enseñanza de cómo debían comportarse en el momento del parto. Una compañera enfermera me contaba hace unos años como ella “soplaba” mientras dilataba, como se esperaba que hiciese, porque gritar era una “barbaridad”.

En esa época, cualquier método para paliar el padecimiento era mal visto porque en la Biblia se sentencia a las mujeres a parir con dolor, hasta que en 1956 el Papa Pio XII declara públicamente que el alivio del dolor del parto es lícito, y apenas se hacían eco los avances que fomentaran alivio para las gestantes. Este punto de inflexión hace que cada vez más métodos y escuelas se proclamen conocedoras del secreto del “parto sin dolor” mientras que, mezclado con algo de educación para la salud, ofrecían una forma de “buen comportamiento” para parir.

Del “parto sin dolor” a la medicalización del parto

Desde que los bebés empezaron a nacer en los hospitales hasta los 80, el intervencionismo fue en aumento y se intentaban diferentes fórmulas para que las mujeres no se quejasen, y digo quejasen porque una de las mezclas es la de la dolantina y el haloperidol (media ampolla de cada) que conseguía que, aunque el dolor podía seguir ahí, la mujer se quedaba totalmente paralizada, sin poder moverse ni hablar.

 

 

En la década de los 80 además, coincidió una parada en la formación de matronas y las que había eran consideradas auxiliares médicos y no sanitarias autónomas, con lo que la medicalización y control del parto ganó peso.

Cóctel de dolantina y haloperidol

Por supuesto su uso no es inocuo, aunque no tenemos estudios que nos puedan dar constancia de qué efectos podría tener sobre la madre, pero los testimonios son realmente escalofriantes. Veamos uno de ellos:

“No noté ninguna reducción del dolor en las contracciones pero sí que no podía quejarme, que no era yo, que me pasaban cosas que no tenía previsto. Yo estaba en la cama del hospital y era como si estuviera en una barca en mitad de una tempestad, se movía todo para todos los lados; si abría los ojos todo se movía y si los cerraba era peor todavía porque había una falta total de referencia, no podía cerrar los ojos pero tampoco podía abrirlos, estaba fatal. En esas condiciones me dieron el consentimiento informado de la epidural. Yo no veía ni las letras, solo veía ondas y el dolor que no se iba. Me acuerdo de gritar: ¡hacedme una cesárea!, aunque yo no había deseado eso en ningún momento previo. Una mala sensación de mareo, de no poder controlar, de no saber qué me pasaba. En mi historia clínica sí está registrado que me lo pusieron. Nunca en la vida me he sentido tan mal como en aquel momento.”

Todo esto sin informar a la madre de lo que realmente le ponían o con una información sesgada, incluso se genera la hipótesis de que muchas veces ni siquiera ha quedado constancia en la historia clínica.

 

 

Sin investigaciones que lo aseguren, podemos suponer efectos secundarios no deseados en el bebé (el haloperidol se considera de clase c, lo que debería evitarse y darse solo en casos muy justificados donde no haya otra alternativa). De hecho, son muchos los profesionales que describen bebés que nacen deprimidos tras la administración de estos dos medicamentos a su madre durante el parto.

Los pocos estudios que hay son españoles y pretenden valorar qué medida es más eficaz, no la seguridad de la intervención. Insisto en que en la ficha técnica del haloperidol no está descrita esta prescripción que se ha estado dando. O sea que se empezó a usar sin evidencia de que fuera adecuado ni seguro.

Pero esto ya no pasa ¿o sí?

La analgesia epidural desplazó esta práctica, pero aún hoy en situaciones en la que la gestante está aún en inicios de parto o en casos de inducciones, se sigue usando; y sigue siendo frecuente que la mujer desconozca realmente lo que le ponen. El problema es que no hay datos concretos por la falta de información a la madre y, en ocasiones, la ausencia de registro.

 

 

De hecho, esta iniciativa de El Parto es Nuestro pretende visibilizarlo y denunciarlo para que se tomen medidas para evitar su uso. En 2010 hay un registro de la comunidad autónoma de Andalucía del uso de dolantina en un 17% de los partos, aunque se desconoce su asociación con haloperidol, pero en el Programa Formativo de la Especialidad de Enfermería Obstétrico Ginecológica (Aprobado por orden SAS/1349/2009, de 6 de mayo) se recoge su uso en el capítulo de manejo farmacológico del dolor (en el volumen 3).

Es más, un estudio publicado en 2019 de un grupo de sanitarias del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, se titula “Pelota de parto versus petidina y haloperidol en la satisfacción en el parto” (cualquier estudio tiene que pasar por la supervisión de un comité de ética para su realización). Esta publicación deja constancia de que sí se usa en la actualidad, y también pone de manifiesto algo muy importante: que la mujer siente una mayor satisfacción al sentir que tiene las riendas de su parto.

“Para hablar de la satisfacción en el parto, tenemos que hablar no solo de percepción de dolor, sino también de sensación de control de la gestante en lo que respecta a su propio proceso y sensación de autonomía. La pelota de partos da a la mujer el control de su propio dolor, con la autoaplicación del método, mejorando su autoeficacia, a diferencia de la administración de opioides”.

 

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¿Cómo se puede evitar la administración de haloperidol?

Por un lado, deberían informar a la parturienta de TODO. Por otro lado, ante cualquier intervención que se realice en el transcurso del parto, puedes preguntar.

La información es poder, así si alguien sugiere algún medicamento intramuscular o intravenoso para calmar el dolor, pide que especifiquen qué es, y por supuesto puedes negarte a que te lo pongan. Hacerlo sin tu consentimiento es un delito.

Esperemos que esta campaña apoye la lucha contra la violencia obstétrica, un tipo de agresión que aún parece invisible en nuestra sociedad y que genera demasiado daño a mujeres, bebés y familias.

 

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