Hablar con extraños, ¿sí o no?

Ante la terrible noticia del asesinato de un niño de 9 años, hace unos días, en Lardero, a manos de un preso que disfrutaba de libertad condicional, muchas familias se preguntan qué pueden hacer para evitar que a sus hijos e hijas les suceda algo así. ¿Cómo instruimos a nuestros peques para prevenir esta situaciones? ¿Qué les decimos? Hablar con extraños, ¿sí o no?

Esta es una pregunta que todas las familias nos hacemos cada vez que alguna trágica noticia como esta nos golpea, también dentro de la Tribu CSC se habla estos días de ello. Es importante tener en cuenta que no podemos asegurarnos al 100% de que nada malo les ocurra a nuestras/os hijas/os. Puede haber situaciones que, por uno u otro motivo, escapen a nuestro control y pueden llegar a verse en situaciones de peligro.

La responsabilidad en estos casos es de los criminales que cometen esos actos atroces contra la infancia. La mayoría de las familias se encargan de atender y cuidar a sus peques con sumo esmero y, aún así, nadie está libre de que algo así le suceda.

 

 

Hablar con extraños, ¿sí o no?: Las personas extrañas no siempre son malas

Aunque tradicionalmente siempre se ha dicho aquello de “no hables con extraños”, en realidad, tampoco es positivo que transmitamos a niños y niñas que el mundo es un lugar hostil en el que no pueden confiar en nadie. La mayoría de la gente es buena o, al menos, no es peligrosa. 

En ocasiones, puede ser incluso necesario que hablen con personas extrañas para buscar ayuda, si se pierden o si nos sucede algo a nosotros/as y tienen que pedir auxilio. 

¿Cómo combinamos entonces esta dualidad necesaria entre enseñarles a protegerse de las personas extrañas que pueden hacerles daño y, al mismo tiempo, enseñarles a confiar y pedir ayuda cuando la necesiten?

Ensayando situaciones. Las niñas y los niños, sobre todo a edades tempranas, no van a interiorizar una explicación teórica por muy bien que la expongamos. Debemos pensar que, lo más normal, es que si se da el caso de tener que buscar ayuda en alguien desconocido, la situación sea muy estresante y no puedan pensar con tranquilidad. Si ya hemos ensayado la situación previamente será más fácil que rescaten de sus recuerdos algo que ya han vivenciado previamente. 

 

 

Algunas instrucciones pueden ir dirigidas a elegir a qué tipo de persona deben pedir ayuda si se pierden, por ejemplo. Si se encuentran en un lugar en el que haya mucha gente podemos darles algunas ideas como buscar a algún miembro de los cuerpos de seguridad, como la policía; o acercarse a alguna familia con niños y pedirle ayuda a la mamá o al papá… No hay fórmulas mágicas para identificar a simple vista quién es buena o mala persona; pero por pura estadística hay algunos perfiles que van a implicar menos riesgo que otros. Si estamos en un centro comercial, podemos decirles por ejemplo que si se pierden se lo digan a alguna de las empleadas que pueden distinguir por el uniforme. 

Para ensayar estas situaciones no es necesario que les hagamos creer que realmente se han perdido ni que hagan la simulación avisando a alguien de que se han perdido cuando no es cierto; pero sí podemos, de vez en cuando, preguntarles a quién pedirían ayuda si se perdieran. De esta manera, van ensayando esa búsqueda del perfil adecuado y grabando ese aprendizaje en su memoria. 

De algunas personas sí deben protegerse

Por desgracia, la realidad es que hay algunas personas extrañas que sí son peligrosas y son precisamente estas las que van a ser más difíciles de identificar. Por el mismo motivo, nadie lleva escrita en la cara la palabra asesino, pederasta o violador. Y si alguien quiere llevarse a una niña o a un niño de un sitio público lo más probable es que sus intenciones sean terribles pero sus métodos, atractivos. Por eso es importante indicar a nuestros peques cuándo no deben prestarse a hablar con extraños.

Una diferencia clara entre ambas situaciones es quién se acerca a quién. En el ejemplo de antes, es el niño o la niña quien se acerca a pedir ayuda. En los casos peligrosos, por lo general, sucede al contrario. Hablar con extraños no es lo mismo en ambas situaciones.

Una instrucción clara a este respecto, por ejemplo, puede ser que si alguien desconocido se acerca a hablarles, vengan a avisarnos a sus personas de referencia. No siempre que alguien se les acerque va a ser con malas intenciones. A veces, alguna persona mayor se puede acercar a saludarles porque le inspiren ternura los niños. O alguna mamá o algún papá en el parque puede hablarles porque su peque se acerque a jugar. No es necesario que salgan huyendo despavoridos cada vez que alguien les dirija la palabra, pero si les inculcamos la costumbre de avisarnos cuando alguna persona adulta que no conocen les habla, ya estamos instaurando una costumbre que puede servirles de protección en situaciones de riesgo. 

 

 

Tampoco es mala idea advertirles sobre conductas concretas. “Ven corriendo a avisarme si alguien te pide que vayas a algún sitio o te coge de la mano para que le acompañes. No importa si te dice que va a enseñarte algo o que tiene un regalo muy cerca… Si alguien te pide que le acompañes, ven a avisarme siempre a mí primero”. 

Aún así, es fácil que se les olvide y, ante una oferta tentadora, no recuerden nuestro consejo. Por eso, en este caso, si puede ser de gran utilidad que finjamos esa situación. Podemos pedir a alguien que conozcamos pero no sea alguien de confianza para ellos, o incluso a alguien que ellos no conozcan en absoluto, que nos haga el favor de hacer la prueba. Que se les acerque y les pregunte si le gustan los perritos y que, a continuación, les diga que tiene un cachorrito en el coche y que vengan a verlo. 

De este modo, podemos comprobar si verdaderamente sabrían reaccionar en situaciones de este tipo y, si no es así, aprovechar la ocasión para recordarles lo que habíamos hablado y seguir entrenando para que sepan identificar cuando es peligroso hablar con extraños y cuando podrñia, en cambio, ser necesario.

 

 

Podemos decirles que si quieren ir con alguien a algún sitio pueden decir simplemente “vale, un momento, ahora vengo” y venir a avisarnos de a dónde van a ir y con quién. Si no queremos explicarles que hay gente muy mala que puede hacerles daño podemos decirles, simplemente, que si no les vemos y no sabemos donde están nos asustaremos mucho, así que necesitamos que nos avisen antes de aceptar ir a otro sitio que no sea el lugar donde están jugando a nuestra vista. 

No existen fórmulas mágicas. Llegará un momento en el que tendremos que ir soltando y darles autonomía para salir de casa sin nuestra compañía. En algún momento. Pero todo lo que podamos hacer para prevenirles y enseñarles a reaccionar en situaciones de riesgo, bienvenido sea.

 

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