Los adolescentes de hoy son menos capaces, menos independientes y tienen peor salud mental que hace 10 años

La evidencia científica alerta de que los adolescentes de 18 años de hoy son como los de 12 años de hace una década

Un artículo publicado en la revista digital Kqed.org aborda cuestiones que afectan a la madurez y salud mental en adolescentes y aglutina las últimas investigaciones científicas para indagar cómo la infancia puede afectar al desarrollo adolescente.

Los adolescentes de 18 años de hoy son como los de 12 años de hace una década: Tienen menos resiliencia emocional e independencia

Son las conclusiones de los expertos, y es cada vez una mayor evidencia científica sugiere que, al menos parte, de los problemas de la salud mental en adolescentes y jóvenes pueden tener sus raíces en la infancia. Las investigaciones muestran que los adolescentes carecen de resiliencia emocional e independencia en comparación con las generaciones anteriores.

Paralelamente, existe un aumento de trastornos mentales en adolescentes: las tasas de ansiedad y depresión han ido creciendo. Y si bien hay estudios que muestran cómo ha afectado la pandemia de COVID-19 a la salud mental de los jóvenes, los expertos también indica que los métodos de crianza modernos también ha influido en estos resultados.

“Algunos niños están creciendo con retraso en el desarrollo, los jóvenes de 18 años de hoy son como los de 12 años de hace una década. Tienen muy poca tolerancia al conflicto y la incomodidad, y el COVID simplemente lo expuso”, manifiesta Dori Hutchinson, directora ejecutiva del Centro de Rehabilitación Psiquiátrica de la Universidad de Boston.

En el Centro de Rehabilitación Psiquiátrica de la Universidad de Boston, Hutchinson y su equipo ayudan a los estudiantes universitarios diagnosticados con enfermedades mentales a continuar su educación y alcanzar sus metas, lo que a menudo se relaciona con el desarrollo de sus habilidades de resiliencia e independencia.

 

Salud mental en adolescentes: Peor que hace una década

 

Para ello, el centro ha desarrollado un plan de estudios que se enfoca no solo en los estudiantes, sino también en los padres y la facultad. Los padres aprenden cómo apoyar a sus hijos sin “hacer por” ellos. Y es que, según la directora del centro, los progenitores a menudo no entendemos que proteger a nuestros hijos del fracaso y la dificultad puede ser un obstáculo para su crecimiento.

“Cuando controlamos las experiencias de un adulto joven, no tienen una gama completa de experiencias emocionales”, dijo la directora de Iniciativas Estratégicas del centro, Courtney Joly-Lowdermilk, “en realidad estamos restringiendo sus oportunidades para vivir una vida plena y tener la toda la gama de la experiencia humana”.

Salud mental en adolescentes: Menos capacidad de resiliencia e independencia

Las investigaciones muestran que los jóvenes que llegan a la universidad con una adecuada capacidad de resiliencia (capacidad para tolerar la frustración, encarar los problemas y adaptarse a las circunstancias) e independencia obtienen mejores resultados académicos y emocionales. Sin embargo, según los especialistas, en la actualidad cada vez más estudiantes de cualquier origen llegan al campus con menor experiencia para lidiar con “los altibajos de la vida”. Muchos incluso perciben las actividades normales de los adultos como arriesgadas o peligrosas.

En un nuevo estudio actualmente en revisión, la psicóloga de la Universidad de Georgetown, Yulia Chentsova Dutton, analizó si el umbral de los estudiantes universitarios estadounidenses para lo que los adolescentes consideran arriesgado era comparable al de sus pares globales. Para ello, se entrevistó a estudiantes de Turquía, Rusia, Canadá y Estados Unidos. Se les pidió que describieran una experiencia arriesgada o peligrosa que hubieran tenido en el último mes. Tanto los estudiantes turcos como los rusos describieron haber presenciado eventos que implicaban un riesgo real: peleas violentas en el transporte público; condiciones de conducción peligrosas causadas por conductores ebrios; mujeres siendo perseguidas de forma agresiva por la calle, etc.

 

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En el lado opuesto, los estudiantes estadounidenses eran mucho más propensos a mencionar como cosas peligrosas actos y situaciones que la mayoría de las personas adultas hacen todos los días, como estar solo afuera o viajar solo en un Uber. El umbral de riesgo de los estudiantes estadounidenses es, por tanto, “bastante bajo” en comparación con sus homólogos de otros países.

Los científicos descubrieron entonces una interesante asociación de proporcionalidad directa entre la capacidad resiliencia (y el miedo a las nuevas experiencias) con el nivel de independencia (y número de experiencias vividas). Y es que los estudiantes que informaron que obtuvieron independencia más tarde en la infancia (para ir al supermercado o viajar solos en transporte público, por ejemplo) percibían el campus universitario como más peligroso. Asimismo, esos mismos estudiantes también tenían menos emociones positivas al describir situaciones de riesgo.

A menor autonomía, menor eficacia personal

Chentsova Dutton sugiere que cuando los estudiantes tienen menos oportunidades de practicar la autonomía, tienen menos confianza en sí mismos para poder resolver una situación de riesgo.

Mi sospecha es que la baja autonomía parece traducirse en baja eficacia” – declara la experta, que además relaciona una menor capacidad personal con mayores problemas de salud mental en adolescentes ya que – “la baja eficacia y una combinación de estrés se asocian con angustia”, como la ansiedad y la depresión.

En los últimos años, otros psicólogos han hecho asociaciones similares. El autor y profesor de liderazgo ético de la Universidad de Nueva York, Jonathan Haidt, utilizó la teoría de la antifragilidad de Nassim Taleb para explicar cómo los sistemas sociales y emocionales de los niños actúan de forma muy similar a los sistemas óseo e inmunológico: ponerlos a prueba e incluso estresarse, dentro de unos límites razonables, no los rompe, pero los hace más fuertes.

 

Salud mental en adolescentes: Peor que hace una década

 

Dejar que los niños experimenten emociones negativas les hace más fuertes

Según los expertos, al mimar en exceso a nuestros hijos estamos alimentando la enfermedad mental en los adolescentes. Tal es así, que es mucho más probable que los niños y niñas sufran más cuando se exponen más tarde a eventos de la vida desagradables pero ordinarios.

Si bien ya conocíamos las consecuencias de la sobreprotección en la infancia , así como los efectos dañinos de la hipercrianza en el desarrollo y el bienestar emocional de nuestros/as hijos/as; tanto Haidt como el presidente de la Fundación para los Derechos Individuales y la Expresión Greg Lukianoff han argumentado en sus escritos que una fuerte cultura de “seguridad” que valora la seguridad de los niños por encima de todo, ha impedido que los jóvenes vivan experiencias necesarias para su desarrollo y la formación de su personalidad.

La cultura de la seguridad a costa de todo: Las terribles consecuencias de la sobreprotección

Así, ambos autores han constatado el cambio en los campus universitarios en los últimos años. Aseguran que el debate y el intercambio de ideas se ve entorpecido porque se tiene miedo a hablar con honestidad y alumnos y profesores caminan sobre cáscaras de huevo al tiempo que las tasas de ansiedad, depresión y suicidio están aumentando.

​El experto en la Primera Enmienda y el psicólogo social aseguran que estos nuevos problemas en el campus tienen su origen en tres ideas falsas y nefastas que se han entretejido cada vez más en la educación y la infancia estadounidenses: eludir el conflicto (lo que en realidad hace a nuestros jóvenes cada vez más débiles), confiar siempre en los sentimientos (en lugar de en la razón) y la vida es una batalla entre la gente buena y la gente mala.

Tres “Grandes Mentiras”, según estos autores, que contradicen los principios psicológicos básicos sobre el bienestar y la sabiduría. Aceptar estas falsedades, y la cultura de seguridad resultante, interfiere con el desarrollo social, emocional e intelectual de los jóvenes. Asimismo, hace que sea más difícil para ellos convertirse en adultos autónomos que puedan enfrentarse y salir airosos de los baches de la vida.

 

Salud mental en adolescentes: Peor que hace una década

 

Al investigar las diversas tendencias sociales que han promovido la difusión de estas ideas, Lukianoff y Haidt, centran su mirada en la infancia y destacan el aumento de la paternidad temerosa, el declive del juego libre de intervencionismo adulto y el nuevo mundo de las redes sociales.

Aumento de trastornos mentales en adolescentes

Los psicólogos han relacionado directamente la falta de resiliencia e independencia con el aumento de los problemas de salud mental y los trastornos psiquiátricos en jóvenes y manifiestan que los ciclos cortos de estrés o conflicto no solo no son perjudiciales, sino que son esenciales para el desarrollo humano. No obstante, encuentran que la infancia moderna ofrece pocas oportunidades para que los niños practiquen esas habilidades fundamentales para la vida.

Si bien es difícil señalar una sola causa, los expertos señalan hacia una confluencia de factores, como más tiempo dedicado a los teléfonos inteligentes y las redes sociales, menos tiempo para jugar libremente, una cultura que valora la seguridad a expensas de desarrollar otras características, el miedo a los niños secuestro y más actividades dirigidas por adultos. Todos factores han contribuido a la creación de una cultura que mantiene a los niños alejados del tipo de experiencias que desarrollan la resiliencia, la autonomía personal, la autoconfianza, etc.

El estudio de Chentsova Dutton concluyó que los padres estadounidenses tienden a ser sobreprotectores cuando los niños son pequeños, actuando como si los niños fueran a vivir en casa durante mucho tiempo. Sin embargo, paradójicamente, también esperan que los niños vivan fuera de casa bastante pronto para ir a la universidad. El resultado es que los niños estadounidenses terminan teniendo mucha menos experiencia en la vida real que en otros países en los que los niños comienzan a desenvolverse solos mucho antes.

¿Cómo pueden los adolescentes mejorar su salud mental?: Con más independencia

El maestro de la Hudson High School en Hudson, Ohio, Martin Bach, impuso a sus jóvenes alumnos una tarea escolar: intentar algo que nunca antes había hecho sin la ayuda de sus padres o de cualquier otra persona. El objetivo era dar a estos jóvenes adultos, muchos de los cuales vivirían fuera de casa en menos de un año, experiencia en intentar, fallar y descubrir algo por sí mismos. Sus estudiantes descubrieron cómo inflar las llantas de su coche, condujeron sin supervisión adulta por la interestatal o prepararon una comida para su familia de principio a fin, entre otras cosas.

 

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“Estaba viendo que los niveles de estrés y ansiedad de los estudiantes ya eran malos, luego COVID lo sobrealimentó, dijo Bach. Pero observó un patrón en los padres, que “se precipitaron para resolver problemas que los niños podían resolver fácilmente por sí mismos”.

“En mi cabeza, estoy pensando, estos niños se irán a la universidad, ¿cómo se las arreglarán?”. Esto hizo que Bach decidiera crear una unidad educativa sobre resiliencia e independencia y se le ocurrió la idea de la tarea “haz algo nuevo por tu cuenta”.

Por su parte, Let Grow, una organización nacional sin fines de lucro que promueve una mayor independencia infantil, ofrece un plan de estudios gratuito, dirigido principalmente a estudiantes de primaria y secundaria, que incluye actividades como un “club de juegos” en el que los niños pueden jugar en los patios de recreo de la escuela sin la interferencia de adultos, y el concurso de ensayos “Piensa por ti mismo”.

Let Grow es parte de un movimiento creciente de psicólogos, terapeutas y educadores que abogan por prácticas basadas en evidencia para ayudar a los niños a ganar más independencia y mejorar su salud mental.

Otros investigadores, psicólogos y educadores también están buscando formas de incorporar las habilidades de independencia en la vida diaria de los niños. Es el caso del psicólogo clínico Camilo Ortiz, profesor de la Universidad de Long Island-Post, que se percató de cómo sus pacientes jóvenes, en su mayoría niños que estaban siendo tratados de problemas de ansiedad, abandonaban muy rápido ante la primera señal de adversidad.

Ortiz usa lo que él llama las “cuatro D” (Discomfort, Distress, Disappointment, Danger) para explicar lo que está sucediendo: los niños de hoy experimentan menos “malestar, angustia, desilusión y peligro” que las generaciones anteriores porque sus padres, aunque con las mejores intenciones, los privan de estas oportunidades.

El cerebro de los adolescentes envejeció por la pandemia

Según el psicólogo infantil, ser capaz de sentirse incómodos y seguir persistiendo es una habilidad que podría ayudar a los niños clínicamente ansiosos. En base a sus observaciones, Ortiz comenzó un programa piloto de tratamiento para la ansiedad clínica infantil que se basa en la independencia.

Mucha de la ansiedad se basa en el miedo a lo desconocido, por lo que el tratamiento implica tener una experiencia llena de incertidumbre, como viajar solo en el metro o ir al supermercado solo”, dice el especialista.

El psicólogo infantil manifiesta que si el niño puede tolerar la incomodidad en esa situación, extrae una lección que podría traducirse en lo que sea que esté causando su ansiedad. Los primeros resultados de su programa piloto son prometedores: los ejercicios de independencia han logrado calmar la ansiedad de algunos niños. Según el experto, esta práctica en la infancia ayuda a tener una mejor salud mental en la edad adolescente: ya que “cuando son estudiantes universitarios, han practicado mucho más con esas cuatro D”.

Un problema sociocultural: La cultura del miedo

La cofundadora de Let Grow, Lenore Skenazy, viajó durante años para hablar con grupos de padres y escolares sobre el problema de la reducción de la independencia infantil, encontrándose con una fuerte reticencia por parte de las familias ya que, aunque la experta asegura que asentían y comprendían, no estaban dispuestos a dar más autonomía y libertad a sus propios hijos.

En este sentido, Skenazy argumenta que la ansiedad en torno a la seguridad de los niños no es necesariamente culpa de los padres, sinode la cultura del miedo que rodea a las familias, que casi “fetichiza” el peligro infantil. Y es que, al ser interrogados al respecto, muchos progenitores manifestaron que se sentirían juzgados, o arrestados, si permitían que sus hijos/as fuesen solos al parque o a la tienda.

Skenazy ha centrado la línea de actuación de Let Grow en el abordaje de los problemas culturales. Junto con el plan de estudios de independencia para las escuelas, la organización ha ayudado a 4 estados a promulgar leyes de “Independencia infantil razonable” además de trabajar directamente con las familias y profesores para dejar que los niños prueben cosas por sí mismos y se sorprendan de lo que sus hijos son capaces de hacer.

 

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Una mayor capacidad de resiliencia evita problemas de salud mental en adolescentes

Otros proyectos se centran en ayudar a desarrollar la resiliencia en los estudiantes en entornos académicos, como el Programa Constructor de Resiliencia, cuyo objetivo es ayudar a los estudiantes a pensar con mayor flexibilidad, ser proactivos frente a los desafíos y aprender a pensar con optimismo.

La creadora del programa, Mary Alvord, dice que estos son factores de protección basados en décadas de investigación sobre la resiliencia infantil. “Se trata de ser proactivo y no sentir que eres una víctima, cómo puedes controlar algunas cosas, pero no puedes controlar todo”, dijo. De esta forma, los alumnos aprenden a plantearse: “¿Cómo puedes aprovecharlo al máximo y, si no puedes, cómo pides ayuda?”.

Según los expertos, la independencia y la autonomía se forman y ponen a prueba en la niñez, pero nunca es demasiado tarde.

 

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