Periodo de adaptación a la carta

Te desvelamos las claves del periodo de adaptación y cómo debe hacerse correctamente el acompañamiento durante esta etapa

Este post se publicó originalmente el 26/08/2019 y ha sido actualizado en fecha 12/09/2024

Adaptarse al ritmo de las niñas y los niños no es ir ampliando media hora cada día. ¿Os suena el siguiente diálogo?

—Buenos días, estoy buscando escuela infantil para mi hijo y me gustaría saber cómo hacéis el periodo de adaptación.
—Sí, sí, por supuesto. Puede empezar viniendo solo media horita y según lo veamos, ya vamos ampliando.
—¿Puede entrar acompañado de un adulto los primeros días?
—Pues es que… Es un lío, pero ¿por qué quieres entrar con él?
—…

Si hay que explicarlo, ya hay algo de base que falla

El periodo de adaptación

Se conoce como periodo de adaptación al tiempo en el que las condiciones de la escolarización se flexibilizan para permitir que el niño se vaya adaptando a la nueva situación. Y las fórmulas de flexibilización pueden ser muchas, pero por lo general suelen centrarse exclusivamente en los tiempos. 

Cuando comenzamos la búsqueda de escuela infantil para nuestros hijos, cada familia se centra en los criterios que considera más sustanciales. Para algunas familias serán importantes las instalaciones, la metodología educativa, los servicios extraescolares, la compatibilidad de horarios…

 

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En una ecuación con tantos y tan diversos factores es difícil aventurar cómo le irá a nuestros hijos en la escuela; pero está claro que todas las familias tenemos el mismo objetivo común: que sean felices allí y que no sufran cuando les dejemos.

Básicamente, lo mismo que queremos para su vida. Que puedan dar ese paso a la escolarización con confianza y disfrutar de la nueva etapa. Y, sin embargo, no es difícil encontrar, tanto entre las familias como entre educadores/as, personas que defienden que los niños y niñas tienen que llorar, que eso es así. Que no queda otra. 

Los niños no tienen que llorar al empezar la escuela

Pues me alegra decirles que sí queda otra. Y consiste, nada más y nada menos, que en hacer un periodo de adaptación a la carta. ¿No se trata de que el niño o la niña se adapte de la mejor manera posible? Pues cada uno necesitará unas medidas distintas para adaptarse porque no hay dos niños/as iguales.

Algunos necesitarán dos días (o ni eso) y otras necesitarán un mes. Algunas jugarán con los demás niños como si los conocieran de toda la vida y otros buscarán refugio cerca de la maestra porque se sentirán abrumados. 

Hoy en día, casi todas las escuelas afirman que uno de sus principios es respetar los ritmos de cada niño. Sin embargo, se siguen pautando periodos de adaptación idénticos para todo el alumnado. El primer día, dos horas; el segundo, tres; el tercer día, cuatro horas; y, a partir del quinto, ya le puedes traer la jornada completa. 

 

 

Aún recuerdo cuando, después de visitar la escuela infantil que finalmente escogimos para nuestros hijos, tras cautivarme todo lo que la directora nos estaba contando pero, sobre todo, cómo estaba interactuando con nuestra hija; me lancé a hacer la pregunta de marras. 

—¿Cómo hacéis el periodo de adaptación?
—Depende. Cada familia es distinta. ¿Vosotros cómo queréis hacerlo? 

Música celestial para mis oídos. 

¿Y qué hacemos para que no lloren?

A pesar de que puede haber tantas fórmulas como niños o familias, hay una constante que suele repetirse. Y es que la mayoría de los bebés y/o niños y niñas (no todos, pero casi) sufren angustia por separación.

Esto es así por varios motivos: en primer lugar, se sienten abandonados por sus figuras de referencia (padres, madres, abuelos…) en un ambiente desconocido y con personas desconocidas. En muchos casos, ni siquiera tienen edad suficiente para poder anticiparles lo que va a pasar y que lo entiendan.

Y, en segundo lugar, su concepto del tiempo es muy relativo aún; por lo que, o bien sienten que les hemos abandonado allí a su suerte; o, en el mejor de los casos, aunque sepan que iremos a recogerles, no saben cuándo sucederá eso.

 

 

Periodo de adaptación acompañado

Es la única manera de que no sientan ese “abandono” como peligroso. Porque la primera vez que les dejamos en casa de los abuelos, por ejemplo, no sufrimos la misma presión que al dejarles el primer día en la escuela infantil. Y el motivo no es necesariamente que nosotros confiemos más en los abuelos que en los cuidadores; sino que sabemos que les dejamos en un entorno conocido, con personas conocidas y que, por lo tanto, aunque pueda llorar porque prefiera estar con nosotros, no sentirá ese desamparo de no entender qué está pasando. 

Que algún familiar pueda acompañarle durante los primeros días de escolarización sirve para que cada niña/o se vaya familiarizando con el entorno y con las personas que a partir de ese momento formarán parte de su día a día, sintiéndose segura y a salvo.

Si mamá (o papá o cualquier o adulto de referencia) están allí, el bebé o el niño puede interactuar como lo hace, por ejemplo, en el parque; con la tranquilidad de que estamos con ellos. Lo ideal, cuando la adaptación se hace así, es que la persona que le acompañe esté presente pero ocupada con alguna actividad; porque de esta manera no interactúa con el bebé, a no ser que éste lo pida, y eso favorece que el peque vaya cogiendo confianza, tanto con el resto de niños como con su nuevo cuidador o cuidadora.

 

 

El primer día es recomendable que pasemos todo el tiempo dentro con ellos. Después, en la medida en que veamos que se van familiarizando con el espacio, podemos ir probando a ausentarnos por breves periodos de tiempo, siempre diciéndoselo al niño o a la niña. Podemos dejar nuestro bolso, por ejemplo, dentro de la clase para que sepa que volveremos y decirle que vamos un momento al baño o a coger algo al coche.

Si vemos que todo va bien, podemos ir ausentándonos por periodos de tiempo más largos hasta que llegue el momento de dejarles solos todo el tiempo. También sería aconsejable que, las primeras veces, las educadoras puedan llamarnos para que volvamos si ven que lo están pasando mal o nos están llamando. Así evitamos que generen una asociación entre ese mal recuerdo y la escuela infantil durante estos primeros días, que tan importantes son. 

Este periodo de adaptación puede durar una semana o más tiempo, dependiendo de cada familia. Habrá familias que no podrán o no querrán hacer el periodo de adaptación acompañado, pero debería ser una opción que ofreciesen las escuelas infantiles. Si queremos que los/as niños/as sean felices en la escuela, lo mejor es que entren con buen pie y no lo pasen mal los primeros días.

 

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Después, una vez que la adaptación esté hecha, nuestras hijas podrán llorar en la escuela igual que lo hacen en cualquier otro sitio, porque se han lastimado, porque les han quitado un juguete o incluso porque prefieren estar con nosotros. Y las cuidadoras podrán acompañarles en sus emociones porque ya no serán personas desconocidas para ellos. No se trata de evitar que lloren a toda costa sino de evitar que lo hagan porque se sienten abandonados por nosotros en un lugar desconocido con personas desconocidas. 

¿Y si no tenemos posibilidad de entrar durante el periodo de adaptación? 

Pues si finalmente, por el motivo que sea, no podemos acompañarles en esta etapa de iniciación, nos tocará entender que, probablemente, lo pasará mal durante un tiempo. Algunos/as niños/as manifiestan su enfado ignorándonos cuando vamos a recogerles y otros expresan su miedo demandando que estemos pegados a ellos el resto del día.

Habrá que acompañarles en sus emociones y estar disponibles para ellos de manera que, con el paso de los días, entiendan que la escuela es una nueva rutina en sus vidas pero que nosotros siempre iremos a recogerles y seguiremos estando ahí para ellos cada vez que lo necesiten. 

Al final, todos los niños se acaban adaptando a la escuela. Pero si tenemos la posibilidad de evitar que sufran durante el periodo de adaptación deberíamos acompañarles también en esta etapa de manera respetuosa. Porque no, niños y niñas no tienen que llorar al empezar la escuela.

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