El día que descubrí la verdad acerca de los Reyes Magos me llevé una gran desilusión, y gran parte de este sentimiento vino por ver que mis padres habían aprovechado en más de una ocasión…

Cada día que pise un aula voy a transmitir los valores del amor y de la paz en los que creo con cada célula de mi ser. Aunque me denuncies en un juzgado o ante la inspección educativa, voy a decirle a tu hijo que todas las personas merecemos los mismos derechos. Me encantaría poder decirle que los tenemos, pero le estaría mintiendo. En esta sociedad podrida que hemos construido estamos muy lejos de gozar de los derechos que se presuponen en un país civilizado. Esos que llaman humanos.
Carta abierta de una maestra: “Con tu consentimiento o sin él”
Voy a decirle mil veces, con tu consentimiento o sin él, que nadie puede robarle su esencia. Ni siquiera tú, por mucho que el azar os haya hecho compartir ADN. Ni tampoco yo, que también tengo mis luces y mis sombras, como tú. Que puede ser lo que quiera. Que puede ser quien es. Con la única condición de respetar también a cada ser humano en su individualidad.
No voy a cansarme de lanzar el mensaje de que nadie es más que nadie, sin importar el color de su piel, ni su lugar de nacimiento, ni su capacidad económica, ni sus genitales, ni sus gustos, ni sus preferencias sexuales, ni cualquier cosa que cada persona decida hacer con su vida y su libertad, siempre que no dañe a nadie. Con tu consentimiento o sin él.
No voy a dejar de hablar de sexualidad porque tú tengas un problema con ello. Voy a crear el clima propicio para que tu hija pregunte lo que necesite saber. Para que tu hijo se atreva a ser quien es. Para que tu estrechez mental les lastre lo menos posible. Para que no haya más embarazos adolescentes no deseados por falta de información en el seno familiar. Para que no sientan que está mal lo que sienten si les gusta alguien de su mismo sexo. Porque yo no soy su madre, pero les quiero libres y felices. No encerrados en armarios. Con tu consentimiento o sin él.
Voy a seguir divulgando el feminismo gracias al cual tengo estudios, trabajo e independencia económica. Inflexible ante el odio y el miedo de quienes nos prefieren calladitas. Con los datos objetivos en la mano y las emociones vivas en el corazón. Para que dejen de existir el techo de cristal, la brecha salarial y el suelo pegajoso. Para que nadie se sienta con derecho sobre el cuerpo de nadie, bajo ninguna circunstancia. Con tu consentimiento o sin él.
Y si tú lo que quieres es un colegio donde la diversidad y el respeto no tengan cabida, usa tu libertad para matricular a tu descendencia en un colegio privado (o concertado, si lo encuentras) donde veten a gran parte de la sociedad para seguir privilegiando a la mayoría dominante. Al hombre sobre la mujer. A la raza caucásica sobre cualquier otra. A heterosexuales sobre cualquier otra forma de sexualidad. A cisexuales sobre transexuales. A unas creencias religiosas sobre otras. Pero no metas tus odios y tus miedos en la escuela pública.
Porque con tu consentimiento o sin él, yo y la inmensa mayoría de mi gremio, vamos a seguir levantándonos cada día para construir desde la escuela una sociedad mejor donde todas las personas tengamos cabida sin discriminación en nuestros derechos, en nuestras oportunidades ni en el trato que recibimos.
Porque prefiero perder mi plaza de funcionaria pública y reinventarme, a replegarme ante tu inmundicia. Porque no me tiembla la voz ni el pulso cuando nos jugamos tanto. Porque no me hice maestra para enseñar solo verbos y operaciones matemáticas. Porque hasta el día de hoy todas las leyes educativas vigentes me amparan; y, el día que dejen de hacerlo, este ya no será mi lugar. Pero ese día no va a llegar. Te gustaría, lo sé. Pero vamos a seguir construyendo hacia adelante.
Con tu consentimiento o sin él.
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