Alexandra de Santos, maestra de Primaria: “No podemos pretender que nuestros hijos gestionen adecuadamente la frustración si no les enfrentamos a ella”

"Tendemos a volcar en nuestros peques todo aquello que consideramos que es lo correcto o aceptable. En lugar de dejarles ser. Acompañarles y aceptarles con lo que son, sin pretender cambiarles"

Artículo publicado el 3 Abr 202 - Este artículo ha sido revisado y actualizado con fecha 2 marzo, 2024

Sentirse frustrado/a es una respuesta emocional relacionada con la ira y la decepción. Aunque parezca algo muy negativo, es necesario que nuestros hijos e hijas aprendan qué es la gestión de la frustración. Hoy os hablamos de un método en el aula que se llama “la Semana sin borrador” y lo hacemos con su creadora, la maestra de Primaria Alexandra de Santos.

En realidad las emociones no son buenas o malas. Todas cumplen una función. Y esa es la premisa de la que parte la maestra, coach y periodista Alexandra de Santos, impulsora del proyecto sobre crianza respetuosa “Con la oreja de colores”. Su “Semana sin borrador” nos ha llamado la atención por cómo la imposibilidad de borrar los errores hace que los peques aprendan de ellos. Es una manera de ahondar en la gestión de la frustración.

P: ¿Qué es la “Semana sin borrador”?

R: La semana sin la goma de borrar es una iniciativa que se me ocurrió para ayudar a integrar el error como instrumento de aprendizaje y para favorecer la gestión de la frustración en mi alumnado. Consistía en quitarles a todos y todas su goma de borrar durante una semana entera.

La “Semana sin borrador” ayuda a integrar el error como instrumento de aprendizaje y favorece la gestión de la frustración en el alumnado

P: ¿Cómo reaccionó el alumnado? ¿Aprendieron algo sobre la gestión de la frustración?

R: La respuesta del grupo fue muy diferente entre unos alumnos y otros. Pero la sensación general que se respiraba era la de preocupación. Al principio manifestaron mucho estrés, e incluso ansiedad, por cómo iban a corregir sus errores, cómo iban a hacer un control de Matemáticas o cómo podían conseguir que su actividad de Plástica quedara bonita.

A lo largo de la semana, esas sensaciones fueron cambiando y, juntos y juntas fuimos encontrando soluciones y alternativas para hacer nuestro trabajo. Fuimos asumiendo que ver nuestros errores está bien y no hace que el resultado de nuestro trabajo sea más feo.

Ver nuestros errores está bien y no hace que el resultado de nuestro trabajo sea más feo

P: ¿Qué enseñanza sacan los niños y niñas de reconocer sus errores?

R: Integrar los errores como parte de nuestro camino de aprendizaje es esencial para seguir creciendo porque nos muestra todo un camino de crecimiento por delante. Y es muy difícil asumirlos si no los vemos. Si estamos continuamente borrando, eliminando los errores para que nadie los vea, no podemos integrarlos ni valorarlos.

Además, aunque yo perseguía unos objetivos claros con esta actividad, la realidad siempre supera la ficción y los peques siempre acaban sorprendiendo.

Integrar los errores como parte de nuestro camino de aprendizaje es esencial para seguir creciendo. Y es muy difícil asumirlos si no los vemos. Si estamos continuamente borrando, eliminando los errores para que nadie los vea, no podemos integrarlos ni valorarlos

Esta actividad permitió que desarrollaran más la confianza en sí mismos y en sí mismas. Al principio dudaban en exceso de si serían capaces de sacar su trabajo adelante. Al final se dieron cuenta de que tienen la creatividad suficiente para encontrar alternativas y solucionar problemas.

Por otro lado, la temida frustración ocupó un papel muy importante también. No podemos pretender que nuestros peques (o nosotros y nosotras mismos) aprendan la gestión de la frustración de manera adecuada si no les enfrentamos a ella.

No podemos pretender que nuestros peques aprendan la gestión de la frustración de manera adecuada si no les enfrentamos a ella

P: ¿Por qué crees que los peques pueden tener tanto nivel de autoexigencia?

R: Considero que vivimos en una sociedad llena de etiquetas mal gestionadas. Creo en el poder que tienen y en lo útiles que pueden ser para nuestro cerebro, pero en ocasiones ejercemos un uso terrible de las mismas. Decir: “eres siempre tan buena”, “qué gusto da cómo trabajas”, “qué inquieto eres, no paras quieto”… nos va poniendo pequeñas creencias y afirmaciones sobre nosotros y nosotras mismos que nos acabamos creyendo y actuamos en consecuencia.

Vivimos en una sociedad llena de etiquetas mal gestionadas

Entonces, ¿qué ocurre cuando hago algo contrario a lo que se supone que tenía que hacer o ser? Decepción, frustración, enfado…

Tendemos a volcar en nuestros peques (hijos, hijas o alumnado) todo aquello que nosotros y nosotras, como adultos, consideramos que es lo correcto o aceptable. En lugar de dejarles ser. Acompañarles y aceptarles con lo que son, sin pretender cambiarles.

Y, por otro lado, ¿qué ocurre cuando hago algo bien? La profe me pone una carita sonriente o una pegatina. Y mamá y/o papá se ponen súper contentos. Se asocian continuamente emociones agradables a la excelencia y a la perfección. Sin embargo, cuando hago algo mal, aunque haya sido sin querer, me toca carita triste de la profe y castigo en casa.

Tendemos a volcar en nuestros peques todo aquello que nosotros y nosotras, como adultos, consideramos que es lo correcto o aceptable. En lugar de dejarles ser. Acompañarles y aceptarles con lo que son, sin pretender cambiarles

¿Qué mensaje estamos dando? Que equivocarse no está permitido y tiene consecuencias. Que cuando yo fallo, genero que mi profe o mi familia sienta una emoción desagradable. Y, en consecuencia, la sentiré yo también.

Por tanto, esos niveles de autoexigencia en la infancia no son más que el reflejo de nuestros ojos de adultos llenos de la perfección con la que hemos crecido y las creencias de que los premios y los castigos educan.

Les estamos transmitiendo el mensaje de que equivocarse no está permitido y tiene consecuencias

P: Además de docente, impartes talleres para familias y profesorado: ¿Cuáles son los temas estrella de esos talleres?

R: En mi experiencia, hay dos grandes ejes de trabajo. Por un lado, todo lo relativo a la gestión emocional. Un tema muy complejo en todos los casos, porque, como adultos, hemos crecido sin educación emocional. Y para que realmente funcione, tiene que empezar por uno mismo, por una misma. No puedo pretender que mi peque gestione sus emociones, si yo como madre, padre o docente no gestiono las mías y le grito cuando estoy cansada, por ejemplo.

Como adultos, hemos crecido sin educación emocional. Y para que realmente funcione, tiene que empezar por uno mismo

Y, por otro lado, la falta de tiempo, las prisas. Muchas veces las respuestas que recibo son: “Muy bien, esto está genial. Pero, ¿cuándo lo hago? No tengo tiempo”. Así que ahí también hay un trabajo de autoconocimiento y autocuidado para establecer prioridades y valores.

P: ¿Qué otras innovaciones aplicas en el aula? ¿Cuál es la clave para que el alumnado aprenda -no solo la gestión de la frustración-, y se desarrolle?

R: En mi experiencia, hay tres ingredientes que funcionan en el 99% de los casos. Me gusta ser prudente y dejar un margen de error. Son amor, humor y calma.

Más allá de cualquier metodología innovadora, la mejor pedagogía es la pedagogía del amor. Querer a cada alumno y a cada alumna que llega a tu aula tal cual es. No cuando se siente mejor, cuando trabaje en silencio o cuando saque buenas notas. Quererles de verdad con todas sus virtudes y defectos. No hay nada más poderoso que esto.

Hay 3 ingredientes que funcionan en el 99% de los casos. Son amor, humor y calma

En segundo lugar, el humor. Las risas mandan a nuestro cerebro la información de que estamos disfrutando, de que es un espacio seguro y de diversión. Y yo he comprobado que cuando yo disfruto, los peques disfrutan. Reírnos y compartir vida genera unos vínculos seguros y de confianza.

Y, en tercer lugar, la calma. Este lo he incorporado recientemente y estoy enamorada de su gran poder. En un mundo lleno de prisas, los niños y las niñas agradecen infinito que alguien les diga: tranquilo, tranquila, puedes hacerlo a tu ritmo. Recoger la fila y caminar a paso lento, aunque llegues tarde, dedicar los primeros minutos de cada clase a saber cómo están y qué necesitan antes de avasallarles con los contenidos de tu asignatura es fundamental.

La mejor pedagogía es la pedagogía del amor. Querer a cada alumno y a cada alumna tal cual es. No hay nada más poderoso que esto

Y, además de estos tres ingredientes, algunas cosas que no pueden faltar en mi aula son la escucha, la cultura cooperativa (que va más allá de trabajar en equipo), la honestidad, la diversión y el diálogo.

P: ¿Crees que de algún modo las propias familias, con nuestro objetivo de que los hijos “no sufran”, estamos cometiendo errores, por ejemplo, protegiéndoles demasiado y bloqueando la gestión de la frustración?

R: Creo que es un error que cometemos como sociedad en general. Al final, las familias se limitan a reproducir patrones. Cuando un peque se pone a llorar, nuestro principal objetivo es que deje de llorar. Le limitamos la expresión de su emoción. Y así lo que estamos haciendo es invalidarla. Es lanzarle el mensaje de que esa emoción no está bien. Y esto se puede observar en un montón de conductas diferentes.

Por ejemplo, si un peque sale llorando de clase porque la profesora se ha enfadado con él por una conducta concreta no aceptable, muchas veces la respuesta de la familia suele ser venir a pedir explicaciones a la profesora, justificar a su hijo y decirle que deje de llorar porque la profesora le va a perdonar.

La sobreprotección no permite el desarrollo de la autoestima ni de la autonomía

Y, por supuesto, es cierto que la profesora le va a perdonar. Pero también es necesario que ese peque llore porque está sintiendo la tristeza por haber decepcionado a su profe, por ejemplo. Tiene que expresar su emoción. Y de ahí, la familia le ayudaría desde el acompañamiento y la búsqueda de soluciones. En este caso, podrían abrir un diálogo cuando el peque esté en calma para decidir qué puede decirle al día siguiente a su profe. Pero tiene que ser ese peque quien se acerque a dialogar, no la familia. La sobreprotección no permite el desarrollo de la autoestima ni de la autonomía, sino lo contrario.

P: Tenemos un gran problema de conciliación en España. Las madres y padres no pasamos suficiente tiempo con nuestros hijos: ¿Qué consecuencias está teniendo esto para los peques?

R: Como decía más arriba, la gestión del tiempo es un temazo entre las familias y también entre docentes. Al final, todas las personas adultas que los peques tienen como referentes tenemos prisa y poco tiempo para lo importante.

Todas las personas adultas que los peques tienen como referentes tenemos prisa y poco tiempo para lo importante. La consecuencia más grave en algunos casos es la ausencia de referentes

Por tanto, en mi opinión, la consecuencia más grave en algunos casos es la ausencia de referentes. Saben que papá y/o mamá están ahí, pero hay muchas carencias en algunas áreas, como la afectiva, por ejemplo. También puedo percibirlo en las relaciones sociales con sus iguales. En aquellos casos en los que hay más peques en casa o dedican más tiempo a estar en el parque o en actividades en las que haya más niños y niñas involucrados, las habilidades sociales están más desarrolladas y, por lo tanto, los peques tienen más herramientas para trabajar en equipo o jugar con otros en el patio.

También hay un reflejo en la escucha y en la capacidad para empatizar con los demás. Si yo no estoy siendo escuchada, difícilmente aprenderé a escuchar a los demás.

P: ¿Alguna idea imaginativa para solucionarlo?

R: Para mí, la gran clave está en la calidad y no en la cantidad. Es preferible media hora de presencia total, de conexión con nuestros peques, de empaparnos de su energía; que tres horas en las que el adulto esté haciendo otras cosas mientras su peque le cuenta lo que ha hecho en el cole.

Creo que una idea preciosa podría ser la de instaurar las reuniones familiares semanales. Un ratito los domingos para recoger cómo se sienten, qué han hecho durante la semana, qué ha sido lo más especial y qué les gustaría hacer juntos en la próxima semana. Puede ser un tiempo de calidad muy bonito que les ayude a fortalecer lazos y vínculos afectivos.

 

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