¿Por qué mi hijo no juega solo?

Que nuestro bebé o niño algo más mayor no quiera jugar solo no indica que haya ninguna dificultad en su desarrollo

Artículo publicado el 20 Abr 2022 - Este artículo ha sido revisado y actualizado con fecha 6 enero, 2024

¿Por qué mi hijo no juega solo? Al acompañar a las familias en el desarrollo de sus pequeños, esta suele ser una de las preguntas más frecuentes desde prácticamente el principio: mi bebé no juega solo, no se entretiene con nada, reclama mi atención todo el tiempo, y yo no sé como entretenerlo, parece que se aburre.

Mi hijo no se entretiene con nada y me reclama constantemente…

Después de mucho tiempo aprendiendo a mirar a los peques de otra manera, aprendiendo sobre desarrollo y movimiento libre, sobre actividad autónoma y, aprendiendo lo que es “jugar” de verdad, algunas respuestas parecen ir surgiendo y me parece interesante poder compartirlas con vosotros por aquí.

El que nuestro bebé o niño algo más mayor no quiera jugar solo no indica que haya ninguna dificultad en su desarrollo, quizá incluso podríamos afirmar todo lo contrario. Que nos busque para que juguemos con él, que nos reclame y llame nuestra atención, es algo a priori deseable, porque indica que posee unas habilidades de interacción y comunicativas buenas, desea que estemos interaccionando con él y participando en sus juegos.

 

¿Por qué mi hijo no juega solo?

 

No obstante, es deseable que el peque sea capaz de organizar y planificar sus actividades, diseñarlas y elaborarlas sin nuestra intervención, por lo menos en algunos momentos, más allá de que esto nos permita, como adultos muchas veces sobrecargados, descansar un poco o dedicar nuestro tiempo a otros quehaceres como tareas del hogar o algo de trabajo. Es deseable que nuestro bebé juegue solo a ratitos porque le va a permitir crecer en autonomía, establecer sus propios planes y metas, investigar la mejor forma de conseguirlos, ensayar, equivocarse y volver a probar, por propia iniciativa, lo que va a promover el aprendizaje significativo. Aprendemos haciendo, ¿verdad?

Ahora bien, en muchísimas ocasiones, como venimos comentando, esto no parece ser tan fácil, y nuestro peque nos reclama continuamente, no quiere estar solo, no sabemos cómo entretenerle mostrándole todos los juguetes que tenemos y las diferentes formas de usarlos. Lo intenta un par de veces y a otra cosa rápidamente, y encima, muchas veces protestando o mostrándose irritable, o quizá aburrido.

 

¿Por qué mi hijo no juega solo?

 

Nos ocurre algo parecido con el suelo. Muchas veces comentáis que vuestro bebé no quiere suelo, lo dejáis y al poquito llora llamándoos y pidiendo brazos o que le coloquéis sentado. Con el juego pasa algo similar, y no es que le ocurra algo a nuestro peque, tiene que ver más con la forma en la que preparamos el espacio y con los objetos que ofrecemos, así como con nuestra disponibilidad o presencia en algunas ocasiones.

Si partimos desde el inicio del desarrollo de nuestro pequeño, siguiendo el enfoque del movimiento libre, porque entendemos que moverse y explorar el espacio que le rodea es lo más lógico y natural, que la curiosidad y el impulso de moverse es el motor del desarrollo, si no limitamos esta motivación con elementos como hamacas, parques y demás, y preparamos el espacio de manera adecuada y adaptada a cada etapa del desarrollo, dotándolo de los elementos indicados para cada momento, las posibilidades de que nuestro peque juegue de manera independiente son altas.

 

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Veamos algunas recomendaciones y maneras de preparar este espacio y materiales para ello.

¿Cómo hacer para que mi hijo aprenda a jugar solo?

A partir de los tres meses vamos a empezar a introducir el suelo como espacio en el que nuestro bebé puede estar (antes de esa edad el sitio natural del bebé son los brazos de mamá y papá). En un rincón confortable y seguro de casa, sobre una superficie firme pero que aísle algo, comenzaremos a dejar a nuestro bebé, los ratitos que tolere, partiendo siempre de la posición boca arriba (el boca abajo podemos practicarlo sobre nuestro pecho, brazos o regazo, en los cuidados diarios, etc.). En esta etapa sería muy interesante tumbarnos con nuestro bebé en el suelo, cerquita, hablándole, para hacerle saber que estamos ahí para ayudarle cuando lo necesite. Somos su mejor estímulo.

Poco a poco, podemos comenzar a introducir otros elementos que no pesen, fáciles de agarrar y manipular para llevarlos a la boca, de materiales naturales y que el bebé pueda comprender bien. Recordemos que al inicio todo es azaroso, y el bebé no es capaz ni de agarrar y soltar voluntariamente, se mueve por reflejos. Un pañuelo, la pelota Pikkler o un aro son elementos sencillos que solo hacen lo que el niño logra manipular sobre ellos.

 

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En cambio, si le damos un sonajero que al agitarlo desprende luz y música, la dificultad para entender lo que está pasando aumenta notablemente, y algunos bebés pueden llegar a asustarse o excitarse demasiado ante este tipo de estímulos. Es muy interesante que sigamos presentes en este momento, aunque quizá ya no haga falta tanta cercanía física, pero sí que estemos en la habitación con el bebé, en su campo visual y atentos, disfrutando este momento de exploración.

Cuando las habilidades motrices son más maduras y elaboradas, el tipo de objetos que podemos ofrecer también se va ampliando, aunque lo ideal es que sigan siendo elementos familiares para el niño o la niña, que le permitan repetir acciones conocidas como meter y sacar unos elementos de otros, apilar o clasificar por materiales.

Es muy recomendable ofrecer una variedad amplia (cubiletes, aros, ejes, bloques de diferentes tamaños), de diversos tipos (madera, metal, tela, plástico, suaves, rugosos, de colores, que rueden o hagan ruidos diferentes al golpearlos) con una cantidad ajustada (ni muy pocos ni demasiados). Esto va a permitir que las posibilidades de cansarse de los materiales presentados se reduzca, ¡porque siempre hay algo nuevo que explorar!

 

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Si son materiales desestructurados, mejor. Materiales desestructurados son aquellos que permiten muchas posibilidades de uso, frente a los que solo se pueden utilizar de la forma y con el propósito para el que han sido diseñados. Los bloques de madera serían un material desestructurado, un muñeco que baila cuando le apretamos la mano sería un juguete que tiene un repertorio de usos mucho más limitado. Este tipo de objetos fomenta la imaginación, el crear, el inventar y resolver.

Presentar los materiales en diferentes puntos y espacios de la sala donde jugamos con el niño, permitiéndole moverse de un lugar a otro para buscarlos, explorarlos, llevarlos y traerlos, añadirá ese plus de actividad que los niños necesitan.

Es indicado rotar los materiales para evitar que los peques se cansen o aburran de ellos, pero a veces caemos en el error de rotarlos continuamente. Esto hace que el niño o la niña no tenga tiempo de estudiarlos y aprenderlos, de explorar todas sus posibilidades. Lo indicado es observar a nuestro peque, conocer sus gustos y preferencias y él solo nos va a indicar cuando y qué elemento rotar, serán aquellos que ya no le despierten interés. En muchos casos podemos proponer ampliar los materiales que se están usando en vez de rotarlos.

 

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Conocer a nuestro peque, como vemos, es clave. A poco que nos fijemos, descubriremos sus intereses y motivaciones. Desde bien pequeños se inclinan por unos determinados objetos o juguetes y, aunque es muy bueno ofrecerles variedad, como hemos comentado, para que juegue solo algunos ratitos, si le proponemos aquellos que más le motivan, se mantendrá ocupado con ellos durante más tiempo.

Otra idea muy interesante es ofrecer elementos que permitan seguir estimulando el desarrollo motor, pequeños retos adaptados a sus habilidades. Nuevamente la observación y conocimiento de nuestro peque nos dirá si es el momento de proponerle un circuito de obstáculos para gatear, o ya es capaz de trepar y subirse a sitios, como el triángulo Pikler, o utilizar una bici sin pedales. Si el reto está ajustado a sus habilidades y le estimula, es muy probable que permanezca bastante rato experimentando.

 

¿Por qué mi hijo no juega solo?

 

El papel del adulto: Acompañar y establecer límites con respeto

Con respecto a nuestro papel con el peque para que los ratos de juego en solitario, motivados por el afán de explorar, sean exitosos, también podemos empezar muy pronto a cambiar nuestra mirada y la forma de relacionarnos con él. Empezaremos por hacerle sentirse competente y respetado, hablándole mucho y contándole todo lo que ocurre en el día a día, informándole sobre todo lo que vamos a hacer con él y sobre su cuerpo.

Algo tan sencillo como “te voy a limpiar la nariz” o “ahora vamos a comer”, aunque sea muy chiquitito, le prepara para esta acción, ayudándole a estar algo más tranquilo y organizado, a la vez que le hace sentirse parte de este cuidado que vamos a realizar. Cuando es un poco más grande, pedirle que nos ayude en la medida de sus posibilidades, es muy recomendable.

 

¿Por qué mi hijo no juega solo?

 

Esta forma de comunicarnos con él va a ayudar a establecer un ambiente de seguridad y confianza. Con mi mamá (papá, abuela, etc.) sé a lo que me puedo atener, sé lo que esperar, es mi lugar seguro y estoy tranquilo y confiado, y eso me va a permitir centrarme en otras tareas como el juego.

Permitirle una autonomía verdadera, dejándole participar en aquellas tareas del día a día que puede realizar como llevar la ropa sucia a la lavadora, poner las servilletas en la mesa, cocinar con nosotros, o limpiar los cristales. Sí, vale, desordenan y ensucian más que ayudan, pero estas pequeñas cosas que, al principio, suelen partir de su propia iniciativa, les hacen sentirse importantes y maduros, autónomos de verdad, ¡vamos a aprovecharlas! Además, el ser y sentirse autónomo en estas acciones, se va a extender a otras como el recoger sus juguetes.

 

¿Por qué mi hijo no juega solo?

 

Ser capaces de organizar un ambiente estable y seguro, con límites amorosos pero claros y firmes, en los que el peque sepa a qué atenerse, también le aporta tranquilidad. Muchas veces confundimos este movimiento libre, o dejarles explorar en libertad con permitirles hacer cualquier cosa, y esto solo crea caos y desconcierto. Acompañar los momentos de frustración, caídas, cansancio, etc., validando lo que el peque siente y necesita en cada momento, fomenta esta relación de confianza y comunicación que venimos comentando.

Por último, estar presentes y disponibles, con el peque y para el peque, pero sin intervenir ni querer enseñar o dirigir constantemente. El que juega es el peque, él va a ir dirigiendo su exploración y poniendo en práctica sus habilidades con los materiales indicados. Si nosotros somos los que organizamos el juego, le queremos enseñar cómo hacer y qué hacer, es posible que nos estemos anticipando a las habilidades que le corresponden madurativamente, esto solo generará frustración y que el niño nos reclame continuamente para que volvamos a hacer eso tan chulo que le hemos mostrado. Es ideal que le demos tiempo y espacio para la investigación, y si nos reclama para compartir su juego, claro que vamos a estar ahí, encantados de jugar con él, pero siguiendo su iniciativa.

 

¿Por qué mi hijo no juega solo?

 

Aun así, va a haber peques que nos reclamen continuamente y no se entretengan solitos, y también está bien, no ocurre nada malo ni hemos hecho nada inadecuado para que esto sea así. Cada niño es un mundo y cada casa un espacio único en el que hacemos lo mejor que podemos dentro de las circunstancias individuales de cada situación. En este post solo pretendemos ofreceros algunas estrategias y recomendaciones para facilitar el proceso de la exploración y el juego autónomos. Si necesitáis más información, apoyo o asesoramiento, podéis consultarnos en la Tribu CSC.

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1 comentarios en "¿Por qué mi hijo no juega solo?"

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