Periodos de adaptación voluntarios: Siguen sin escucharse las necesidades de la infancia 

Se prioriza el beneficio de las empresas sobre los cuidados y el respeto a la infancia

Según recoge La Voz de Galicia, la Consellería de Educación de la comunidad autónoma propone que el periodo de adaptación de los alumnos de Infantil, para el próximo curso 2021-2022, pase a ser voluntario.

Además, el borrador de la orden que regulará el calendario escolar del próximo curso, recoge que dicho periodo de adaptación no podrá extenderse más allá de ocho jornadas lectivas, debiendo concluir en torno al 17 de septiembre. 

En España, a pesar de existir Leyes educativas estatales, muchas de las competencias en materia educativa están transferidas a las comunidades autónomas, por lo que, en la práctica, no existe un consenso sobre el periodo de adaptación.

Cuando llega el momento de escolarizar a tu hijo/a en el segundo ciclo de Educación Infantil, dependiendo de en qué comunidad autónoma vivas te podrás encontrar con una circunstancia o con otra. Incluso dentro de la misma comunidad, es probable que puedan darse periodos de adaptación muy diferentes debido la libertad que suelen recoger las normas de cada comunidad para dotar de autonomía pedagógica a los centros educativos

No se escuchan las necesidades de la infancia

En un mundo capitalista en el que vales tanto como eres capaz de producir, la infancia es una de las grandes olvidadas. La mayoría de argumentos en contra de los periodos de adaptación flexibles se centran en priorizar el beneficio de las empresas sobre los cuidados y el respeto a la infancia.

 

 

No existe ningún permiso que permita flexibilizar el horario laboral para poder acompañar adecuadamente a nuestras/os hijas/os cuando se enfrentan a la escolarización en su primera etapa. En el mejor de los casos, las familias pueden gastar sus vacaciones para poder acompañarles en esos primeros días de cole. A veces, ni siquiera pueden elegir la fecha de sus vacaciones para hacerlas coincidir con este periodo. En otras ocasiones, las familias prefieren emplear esos días libres para ir de vacaciones en otra época del año.

No hay ningún argumento mínimamente razonable que defienda que es beneficioso para los niños y las niñas de esa edad enfrentarse a la separación de su familia, a la adaptación a un entorno nuevo, a personas de referencia nuevas… en una situación que van a vivir, muy probablemente, como insegura. Lo más parecido a tener en cuenta a la infancia que podemos escuchar en contra de los periodos de adaptación es que “los niños se adaptan”. Y, efectivamente, lo hacen. Pero pagan las consecuencias

Sentir que las personas en las que confías y de quienes dependes te dejan en un sitio extraño con personas extrañas mientras lloras esperando a que vuelvan no es beneficioso para nadie. Es habitual que en esta etapa, cuando el periodo de adaptación no existe o no es respetuoso, se intensifiquen las rabietas, o que los peques se muestren más dependientes, más irritables; incluso que aparezcan retrocesos madurativos. Son las consecuencias de enfrentarse a la escolarización sin un periodo de adaptación respetuoso

 

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Cuando existen, los periodos de adaptación suelen ser insuficientes

En el mejor de los casos, cuando se realizan periodos de adaptación, estos suelen consistir en reducir el tiempo de permanencia en la escuela durante los primeros días e ir ampliándolo progresivamente. El periodo de adaptación debería servir para que los niños y las niñas se adaptasen a la escuela sin pasarlo mal. Y como no hay dos niños iguales, la primera premisa debería ser que los periodos de adaptación fuesen personalizados.

Habrá niñas que puedan estar cuatro horas en el aula la primera semana porque se sientan bien en el nuevo espacio, y otras que no puedan estar más de media hora porque manifiesten malestar. Habrá niños que creen rápidamente un vínculo afectivo con la maestra/o y otros que tarden más tiempo en sentirse seguros y confiados en su presencia. 

Por eso, la segunda condición indispensable para un periodo de adaptación respetuoso debería ser la flexibilidad. Para adaptarnos a las necesidades de cada peque, no podemos fijar de antemano cuánto tiempo permanecerá en la escuela cada día.

 

 

Tendremos que prestar atención a la evolución de cada niño/a para que su estancia en la escuela durante los primeros días se corresponda con el tiempo en el que está bien. Si durante los primeros días de escolarización lo pasa mal y llora, creará esta relación entre colegio=pasarlo mal, y será mucho más difícil la adaptación.

El problema es que para poder flexibilizar y adaptarnos a las necesidades de cada niño necesitamos, por un lado, una maestra que pueda estar emocionalmente disponible y receptiva a las experiencias y manifestaciones de cada alumno. Lo cual es tremendamente difícil con las ratios que tenemos en España, que llegan a 25 alumnos/as por maestra/o en las aulas de 2/3 años. Eso, cuando no se autoriza la ampliación de la ratio para evitar abrir nuevas unidades y nos encontramos con aulas de esta edad que rozan la treintena de alumnos con una sola persona adulta a cargo de su atención.

Y, por otro lado, aunque los centros dispusieran de personal suficiente y de ratios más bajas para poder atender grupos más reducidos de niños, las empresas tampoco facilitan la conciliación en este sentido. Sería necesario que, en el momento que la maestra/o detecte que el niño o la niña está empezando a “extrañar”, pudiera avisar a la familia para que le recojan; y eso también implica disponibilidad de tiempo por parte de la familia. Las nulas medidas de conciliación familiar y laboral dificultan extremadamente que puedan llevarse a cabo periodos de adaptación verdaderamente flexibles y respetuosos con los ritmos personales de cada peque y con sus necesidades.

 

 

Los tiempos no lo son todo

Pero hay un aspecto mucho más importante que la reducción de los tiempos y que casi ningún centro educativo tiene en cuenta: el acompañamiento de las familias dentro del aula. En la mayoría de los casos, la única manera de que la escuela sea percibida como un entorno seguro es que durante los primeros días el alumnado entre al aula en compañía de alguna de sus figuras principales de referencia.

¿Cuál es la diferencia fundamental entre dejar a nuestro/a hijo/a por primera vez sin nuestra compañía en casa de los abuelos o en el cole? Que la casa de los abuelos la conocen. Conocen el espacio y conocen a las personas que se quedan a su cargo. Pueden sentirse tristes porque prefieran estar con nosotros, pero en ningún caso lo van a vivir como un abandono ni van a sentir el miedo natural de sentirse en un espacio desconocido sin nadie en quien confiar.

Para la mayoría de las niñas y niños, el comienzo de la escolarización sería mucho menos traumático si dispusieran del tiempo suficiente para familiarizarse con el espacio y con las educadoras, en compañía de sus familias, antes de enfrentarse a la separación de sus progenitores durante la jornada escolar. Una vez más, el tiempo necesario de acompañamiento dependerá de las necesidades de cada peque. Pero incluso en el caso de que se estableciera un periodo máximo de acompañamiento, seguiría siendo menos doloroso separarse de mamá si ha existido ese contacto previo acompañado. 

 

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Pero en lugar de encontrarnos con leyes que garanticen los derechos de la infancia a transitar las diferentes etapas en un ambiente seguro y respetuoso, cada vez son más frecuentes, por desgracia, las instrucciones que llegan desde las Administraciones educativas que lo que hacen es limitar, cuando no omitir, los periodos de adaptación tan necesarios a estas edades. 

Si tienes dudas acerca de cómo llevar a cabo el periodo de adaptación con tus peques, o en qué debes fijarte y qué preguntas hacer a la hora de elegir cole para tus hijos/as; el equipo de profesionales de Criar con Sentido Común está a tu disposición en la Tribu CSC. ¡Te esperamos!

 

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