Ocho años

06:11 A.M. – 51 cm

Despuntaba el alba cuando abandonaste mi cuerpo y creo que es la metáfora más acertada que pudiera existir: por su fuerza, majestuosidad y belleza. Porque, a pesar de ocurrir a diario, cualquiera que se detenga a presenciar ambos hechos, con detalle y sutileza, no puede más que sucumbir a la grandeza de la vida. Aquel amanecer la luz se abrió camino dentro y fuera de las paredes que nos cobijaban. Era un inicio. El Sol y tú.

Desde entonces en este día regreso a aquellos momentos. Me siento permeable a los recuerdos y trato de atesorar cada instante que hemos vivido. Ahí soy consciente de la fugacidad del tiempo, de lo rápido que estás creciendo y de que hay detalles y situaciones que se van difuminando con los años. ¿Cuándo comenzaste a hablar? ¿Cuándo dijiste mi nombre por primera vez? Cuándo, cuándo, cuándo… Tal vez deba reconocer cierta torpeza para las fechas y cifras o tal vez el cuándo no sea lo importante porque te recuerdo suave y cálida en mi pecho, con esos negros ojos de mirada inmensa. Te recuerdo amorosa, agradecida, risueña.

Y te veo ahora vibrante, ocurrente, inteligente, honesta. Necesitada y autónoma según corresponda. Te vas alejando sin desligarte, regresando al cobijo de mis brazos y palabras para sentirte reforzada y segura.

Sigo adorando esos momentos de franqueza, devolviéndote al lugar en el cual nunca te faltará amor, donde muestras toda tu fragilidad sin resistencia. Caracterizada por esa gran sensibilidad que desde el inicio se hacía latente en ti y que se manifiesta a cada paso que das, cada encuentro que tienes y cada vivencia nueva que debes integrar.

Te estás convirtiendo en una niña sabia e intuitiva y esa peculiaridad te hace vulnerable porque eres consciente de las sutilezas. Desearía transmitirte que ese potencial es una gran virtud, aunque a veces te lastime.

En estos años hemos atravesado diversas fases, hemos pasado del azul al rosa y del rosa al rojo, de la estética de princesa, que he de decir que nunca te caló demasiado, a desear que el pelo te cubra los ojos. Comienzas a emplear expresiones y a gastar bromas que nos colocan de golpe ante la nueva etapa que transitas. Alternas salidas de tono con espontáneos “te quiero, mami”, devolviendo la inocencia a tu edad.

Me siento algo desconcertada pero no voy a negar que me divierte. Perdóname si a veces no tomo la mejor decisión o me muestro impaciente, te ha tocado abrir camino y no soy más madre que tú hija. Este sendero lo recorremos a la par.

Si tuviera que hacer un resumen diría que en estos años hemos conversado mucho, muchísimo, y ante todo, nos hemos colmado de caricias. No nos han faltado brazos, complicidad ni sueños. Si tuviera que hacer un resumen diría que eres maravillosa como eres, tal y como te susurro cada noche antes de dormir.

Diría que me siento bendecida por contar con tu compañía y apoyo incondicional. Diría que verte y oírte es una delicia. Diría que en estos ocho años he aprendido en qué consiste verdaderamente el cuidado, la atención y el amor sin reservas ni condiciones. Diría que me diste el impulso para desterrar aquello en lo que no confiaba, impulso para comenzar a ser la mujer que sentía que era, sin vergüenza ni miedo a decepcionar. Me diste valor y confianza para criarte de la mejor manera que puedo o sé. Quizá no te lo he dicho aún con las verdaderas palabras que esto merece pero GRACIAS por hacerme creer en mí.

06:11 A.M. – 137cm

¿Cuánto amor cabe en 70.128 horas? ¿Cuánta grandeza puede cultivarse en 86 cm?

Feliz cumpleaños, B. Intensa como el amanecer.