Meningococo y meningitis bacteriana en niños: ¿Cómo saber si un niño tiene meningitis?

Las meningitis bacterianas son un grupo de infecciones tristemente famosas por ser enfermedades muy graves, con una alta mortalidad y muchas probabilidades de dejar secuelas. Pero, ¿cómo saber si un niño tiene meningitis?

La meningitis es el prototipo de enfermedad grave y es en lo primero que pensamos cuando un peque empieza con fiebre alta, dolor de cabeza y vómitos, los síntomas más característicos de una meningitis.

¿Qué causa la meningitis en niños?

Las bacterias causantes de la mayor parte de las meningitis bacterianas son los meningococos, pero también pueden ser producidas por neumococo, haemophilus influenza y otras bacterias. Actualmente los casos producidos por neumococos y haemophilus influenzae son excepcionales, ya que las vacunas contra estas infecciones están incluidas en el calendario vacunal desde hace años, y las meningitis meningocócicas son ahora las más frecuentes.

Existen varios tipos de meningococos. Los que ocasionan la mayoría de las meningitis son el meningococo B seguido por los meningococos C, W e Y. Contra el meningococo C existe una vacuna incluida en el programa de vacunación desde el año 2000, lo que provocó una drástica caída de los casos y desde el año 2019 se ha ido sustituyendo, en adolescentes, por una vacuna combinada contra los tipos ACWY que se administra a los 12 años y en algunas comunidades también se proporciona a los lactantes, a los 12 meses. Contra el meningococo B, el más frecuente, existe una vacuna (Bexsero ®) que se está empezando a incluir en los calendarios de las distintas comunidades autónomas para los lactantes desde los 2 meses de edad, para proteger a los más pequeños, los más vulnerables.

Tras la disminución de los casos debido a las medidas de contención durante la pandemia de la COVID-19, se empieza a ver un aumento de la incidencia que era totalmente esperable. En la temporada 2021-2022 se registraron 108 casos de meningitis meningocócica, 45 de los cuales fueron debidas al meningococo B. El grupo de edad más afectado fue el de los menores de 1 año seguido de los niños entre 1 y 4 años y luego los adolescentes entre 15 y 19 años.

Aunque la incidencia no parece muy alta, lo verdaderamente importante de esta enfermedad es su gravedad, con una mortalidad del 10% y una tasa de secuelas del 30% a pesar de un tratamiento adecuado, muchas veces debido a que la progresión de la infección es muy rápida y los síntomas iniciales pueden ser inespecíficos y confundirse con procesos víricos habituales en la infancia.

¿Cuáles son los primeros síntomas de meningitis en niños?

Especialmente difícil puede ser el diagnóstico en los más pequeños, ya que el síntoma inicial puede ser simplemente la fiebre, lo que se conoce como fiebre sin foco, ya que no se acompaña de ninguna otra manifestación. Ni tos, ni mocos, ni diarrea ni otros síntomas que puedan orientar el diagnóstico hacia una infección vírica de las más habituales en la infancia.

Por eso muchas veces, cuando estamos ante un bebé con fiebre de pocas horas de evolución, será necesaria una analítica para detectar alteraciones en la sangre que puedan indicar la presencia de una infección grave. En niños y niñas de más edad, los síntomas iniciales pueden ser también bastante inespecíficos y habituales en enfermedades víricas frecuentes. No es raro que una meningitis se manifieste inicialmente con fiebre, dolor de garganta, dolor abdominal o diarrea y se confunda con una faringitis o una gastroenteritis.

En adolescentes el diagnóstico puede ser aún más difícil ya que algunos serotipos como el W o el Y, más propios de estas edades, pueden presentarse con vómitos, diarrea y dolor abdominal, a veces incluso sin fiebre, lo que retrasa el diagnóstico y aumenta la mortalidad.

¿Cómo empieza la meningitis bacteriana en los niños?

Pero lo más habitual es que la meningitis tenga un comienzo abrupto con síntomas que son fáciles de detectar por su intensidad. Los síntomas y signos más frecuentes son la fiebre, la cefalea intensa y la rigidez de nuca, y a veces náuseas, vómitos proyectivos, fotofobia y alteración del nivel de consciencia.

El peque está postrado, con fiebre alta, le duele mucho la cabeza y le molesta la luz. Quizás ha vomitado y está decaído, pero llama la atención que está cada vez más débil y con tendencia al sueño. La rigidez de nuca no debe confundirse con dolor en el cuello, sino que se trata de la imposibilidad de flexionar la cabeza y podemos ponerla de manifiesto pidiendo al peque que se mire el ombligo, por ejemplo, para que tenga que mover la cabeza hacia abajo, movimiento que le resultará imposible en caso de haber rigidez de nuca.

Cuando el meningococo invade la sangre, se produce una infección denominada sepsis que puede acompañar o no a la meningitis. El meningococo puede presentarse hasta en un 20% de las ocasiones como sepsis aislada, sin meningitis, dificultando aún más el diagnóstico, ya que el típico signo de la rigidez de nuca está ausente.

En los casos en que se produce una sepsis, además de la fiebre y el intenso malestar, se produce un exantema típicamente petequial seguido de disminución del nivel de consciencia que desemboca en shock y fallo multiorgánico.

Este exantema petequial es el que siempre vamos buscando cuando hay un exantema en el contexto de un proceso febril y que se distingue de otros exantemas víricos porque no desaparece cuando estiramos la piel.

Encontrar petequias, vómitos en escopetazo o rigidez de nuca en un peque con fiebre de pocas horas de evolución nos debe alertar y es motivo de consulta urgente.

 

 

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¿Cómo se cura la meningitis en niños?

La mayoría de los niños y niñas con meningitis viral mejoran entre los 7 y 10 días sin antibióticos. Por lo general, los peques se recuperan en casa con reposo, líquidos y analgésicos de venta libre, aunque algunos pueden necesitar tratamiento en el hospital.

Por su parte, algunos tipos de meningitis bacteriana se pueden prevenir con vacunas. Si nuestro hijo tiene meningitis bacteriana será necesario hospitalizarlo para recibir líquidos y antibióticos por vía intravenosa y para observar atentamente su evolución y atender si hay complicaciones.

 

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