¿Hay que dejar a los más peques ganar siempre en los juegos?

Artículo publicado el 13 Sep 2021 - Este artículo ha sido revisado y actualizado con fecha 5 enero, 2024

Es muy habitual, sobre todo cuando los niños son muy pequeños, que sus familias sientan la tentación de dejarles ganar para evitar un berrinche o, simplemente, por la satisfacción de verles disfrutar del éxito. Pero, ¿es conveniente? ¿Hay que dejar ganar a los niños siempre? La respuesta es no.

Aunque aparentemente puede parecernos que estamos haciendo algo bueno por nuestros hijos e hijas, en realidad, esta es una actitud sobreprotectora que no les beneficia. Más bien al contrario, no solo les incapacita para afrontar la frustración que, de una manera u otra, deberán afrontar a lo largo de su vida; sino que también les roba la posibilidad de aprender estrategias de análisis y mejora.

Por qué no deberíamos dejar ganar a los niños

A la mayoría de las niñas y niños, al igual que a las personas adultas, les gusta ganar. Vivimos en una sociedad extremadamente competitiva en la que se da mucha importancia al éxito. Sin embargo, el éxito, en la mayoría de las ocasiones, por no decir en todas, llega como fruto del esfuerzo y de haber acumulado muchas experiencias tanto de triunfo como de fracaso, previamente. 

Durante la primera infancia, especialmente hasta los 5 o 6 años, es muy difícil que acepten de buen grado la derrota ya que su manera de percibir el mundo es aún egocéntrica. No obstante, la realidad es que el mundo no gira en torno a ellos/as y las cosas no siempre van a salir como les gustaría. Que se frustren y no sepan gestionar bien esa frustración es normal. Pero eso no quiere decir que debamos evitársela a toda costa. La única manera de aprender a gestionar la frustración es enfrentándose a ella. Y si no les permitimos vivir situaciones en las que entrenar, no podrán desarrollar los “músculos” de la frustración.

 

 

Por otra parte, es importante aprender a ganar y a perder. Insisto, no solo a perder, aprender a ganar también es importante y, en este sentido, el ejemplo que les demos será fundamental. Si cuando ganamos nos regodeamos en ello y nos reímos del resto de participantes del juego, estaremos dando motivos a nuestros hijos e hijas para no querer perder nunca y, además, un mal ejemplo sobre cómo ganar. Si cuando vamos perdiendo en el juego mostramos enfado con la situación o con el resto de participantes, estaremos ofreciéndoles un patrón de cómo encajar la derrota. Porque no olvidemos que, en muchos casos, aprenden por imitación.

Pero dejar ganar a los niños, no solo les perjudica desde el punto de vista de aprender a gestionar la frustración y de entrenar la capacidad de encajar tanto los éxitos como los fracasos. Cuando les dejamos ganar sin que hayan hecho méritos para ello, les estamos robando la posibilidad de aprender. Cuando perdemos una jugada, observamos qué es lo que ha sucedido, reflexionamos sobre cómo podríamos haber evitado esa pérdida, analizamos qué he hecho yo y qué ha hecho la otra persona en el juego para llegar a este desenlace… y extraemos conclusiones que nos ayudan a mejorar nuestra estrategia en el juego para futuras ocasiones. Si cuando hago una mala jugada, por ejemplo, la persona que tengo enfrente me lo “perdona” y juega con la intención de no perjudicarme; en un intento de ponerme las cosas fáciles, me está robando la oportunidad de aprender de ese error. 

 

 

En esta misma línea, un estudio realizado por la Universidad Amherst y de Virginia trabajó con un grupo de 112 niños y niñas de 4 y 5 años para analizar cómo influía el hecho de dejar ganar a los niños. Las conclusiones del estudio fueron contundentes: aquellos niños y niñas a quienes no se había dejado ganar, sino que habían ganado o perdido sin manipular el juego, mostraban después más criterio a la hora de volver a enfrentarse al juego. 

Y, entonces, ¿qué hacemos? ¿Les ganamos siempre?

No. Del mismo modo que no tiene sentido dejar ganar a los niños siempre, tampoco lo tiene no dejarles ganar nunca. Podemos buscar juegos en los que el azar sea determinante, juegos cooperativos en los que el objetivo sea común… y, cuando juguemos a juegos de estrategia, deberemos seleccionar aquellos adecuados a su edad, para que exista la posibilidad de que ganen o pierdan. Si tienen hermanos/as mayores y vamos a jugar a un juego que aún no le corresponde por edad, podemos jugar por parejas o adaptar las reglas para que el juego sea más asequible para el peque o la peque de la casa. 

Como siempre, con sentido común. Si alguna vez, algún miembro de la familia ha dejado ganar a nuestro/a hijo/a, eso no va a traducirse automáticamente en incapacidad para gestionar la frustración o para aprender a jugar. Pero tomando conciencia de lo importante que son estas experiencias a lo largo de la infancia, a la pregunta “¿Hay que dejar ganar a los niños siempre en los juegos?”, la respuesta está clara: no.

 

 

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¡Feliz juego familias!

 

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