“Tu indiferencia te hace cómplice”, la campaña contra la prostitución y la trata que levanta la indignación de las mujeres

La oleada de críticas provocada por los tintes machistas de la campaña promulgada por entidades públicas obliga a la retirada de los carteles

Estos días las redes arden en contra de un cartel publicitario promulgado por la Junta de Castilla y León y el Ayuntamiento de Burgos en contra de la prostitución y la trata. El lema de la campaña es “Tu indiferencia te hace cómplice”, que se acompaña del hashtag #frenemoslaprostituciónylatrata. Hasta ahí, todo bien.

La oleada de críticas e indignación surge de la imagen y el texto que acompañan a este cartel en concreto. En la imagen se puede ver a una mujer con expresión abatida y cabizbaja en primer plano, mientras al fondo se observa, de espaldas, a una joven con vestido rojo que cruza una puerta para entrar a una habitación iluminada con luz roja.

El texto dice así: “MERCEDES, 53 AÑOS. ES CONOCEDORA DE QUE SU HIJA DE 16 AÑOS EJERCE LA PROSTITUCIÓN. ELLA PREFIERE NO DECIR NADA Y MIRAR HACIA OTRO LADO PORQUE TRAE DINERO FÁCIL A CASA. ES CÓMPLICE DE FOMENTAR EL CONSUMO”. El revuelo ha sido tal que hay noticias que confirman que el Ayuntamiento de Burgos ha retirado ya dos de los carteles que formaban parte de esta campaña

 

Campaña machista contra la prostitución y la trata

 

El “dilema” moral de la prostitución 

Dicen de la prostitución que es el oficio más antiguo de la Historia. Lo dicen, quienes defienden que es una profesión como otra cualquiera y que debería ser legalizada para garantizar los derechos de las trabajadoras sexuales. Está claro que las mujeres que ejercen la prostitución necesitan ayuda de las instituciones para garantizar su seguridad y mejorar sus condiciones de vida. Pero, ¿es la legalización la solución?

Yo no tengo la clave. En este tema, como en el narcotráfico, por ejemplo, está claro que no es fácil luchar contra las mafias que se enriquecen gracias a los beneficios que obtienen a costa de saltarse las prohibiciones legales. En el caso del tráfico de drogas, miles de personas sufren los estragos que la adicción al consumo de sustancias produce en sus vidas. En el caso de la prostitución, son las personas, mayoritariamente, las mujeres, quienes son reducidas a mercancía cuyos cuerpos pueden ser consumidos por quienes pagan por utilizarlos mientras las mafias se enriquecen a su costa

El machismo imperante en nuestra sociedad, que establece que los hombres tienen derecho a consumir mujeres como si de cualquier otro producto de consumo se tratara, sigue vigente en nuestros días. No fue hasta el siglo XVI que la Iglesia Cristiana reconoció en el Concilio de Trento que la mujer tenía alma. Hoy en día, aún hay parte de la sociedad que sigue desvinculando a la mujer de ser un ente humano y la reduce a carne fresca apta para el consumo masculino.

Quienes defienden la legalización de la prostitución lo hacen, además, en aras del feminismo. Una mujer es libre de hacer con su cuerpo lo que ella quiera. No podemos infantilizarlas y decidir por ellas, dicen. Si quieren vender sus cuerpos, quiénes somos nosotros para negárselo. 

 

Campaña machista contra la prostitución y la trata

 

Sin entrar en contabilizar la cantidad de mujeres que son víctimas de la trata de mujeres con fines de explotación sexual, mujeres que no ejercen la prostitución de manera voluntaria sino que son secuestradas y encerradas en clubs donde son violadas por puteros para que sus proxenetas secuestradores se enriquezcan. Incluso asumiendo que hay mujeres con poder adquisitivo que ejercen la prostitución de manera libre y voluntaria; y sin entrar a recapacitar sobre qué experiencias vitales llevan a una mujer a normalizar que mantener relaciones sexuales es una actividad mercantil en lugar de una actividad lúdica que se realiza por puro placer. Sin entrar tampoco a analizar por qué o cómo llegan al mundo de la prostitución las mujeres transexuales que ya sufren, por el simple hecho de serlo, la discriminación y los abusos de una sociedad a la que aún le queda mucho por avanzar en el respeto a la diversidad sexual.

¿A nadie le “escuece” que se dé por bueno que un hombre pueda pagar por consumir el cuerpo de una mujer, sea cual sea la orientación sexual o la identidad de género de esta? Sí, ya sé que entramos en el terreno de la moralidad, de lo que está bien o está mal, y que la legislación debe estar por encima de las creencias morales de cada quien. Pero, ¿no están legislados los Derechos Humanos en base a reglas morales básicas?

Os invito a hacer una reflexión. Si damos por bueno que cada persona es libre de hacer con su cuerpo lo que quiera, ¿legalizamos la venta de órganos? Según ese argumento, si yo de manera libre y voluntaria decido vender un riñón porque yo, desde mi libertad, considero que es una forma lícita de ganar dinero, ¿quiénes son los demás para prohibirme ganarme un dinero extra vendiendo mi riñón, que es mío? 

Habrá quienes digan que no es lo mismo, que vendiendo un riñón pongo en juego mi salud. ¿Es que consideramos entonces que las prácticas sexuales que se dan en la prostitución están exentas de riesgos para la salud? ¿Las enfermedades de transmisión sexual no son un riesgo para la salud? ¿Cuál es la diferencia, entonces?

 

Campaña machista contra la prostitución y la trata

 

A mí, personalmente, se me ocurren dos. Si legalizamos la venta de órganos estaremos poniendo en riesgo a multitud de personas en situación de vulnerabilidad por pobreza que podrían verse empujadas a vender sus órganos de manera “voluntaria” pero que, obviamente, no lo harían si no estuvieran en una situación de necesidad extrema. Para proteger a todas esas personas y en base a la ética que nos dice que, por mucho dinero que tengamos, no tenemos derecho a comprar nuestra salud a costa de que otra persona perjudique la suya; la venta de órganos es una práctica ilegal.

La venta de órganos no solo es ilegal sino que ni siquiera existe debate social sobre si debería legalizarse o no. Damos por hecho que sería una barbaridad. Y, ¿por qué? Una de las diferencias fundamentales con respecto a la prostitución es que, mientras que en el caso de la prostitución existe un sesgo de género importante; en el caso de la venta de órganos, este sesgo de género no existe. Si legalizáramos la venta de órganos, podríamos poner en situación de riesgo tanto a hombres como a mujeres. De hecho, las mafias que se dedican al tráfico de órganos en países subdesarrollados atacan especialmente a la infancia, con independencia del sexo. 

En este caso, cualquier actividad que pueda poner en situación de riesgo por vulnerabilidad a hombres heterosexuales adultos no llega ni siquiera a cuestionarse socialmente. Si los grupos de riesgo mayoritarios son otros sectores de la población: la infancia, las personas transexuales, las mujeres de cualquier orientación sexual… ahí ya cabe el debate.

Según comentaba hace un par de años la delegada del Gobierno para la Violencia de Género, Pilar Llop, durante su participación en una conferencia sobre prostitución organizada por la Coalición contra la Trata de Mujeres en Madrid, existe una relación clara entre la prostitución, la explotación sexual y la trata. De acuerdo con los datos oficiales, el 80% de la trata mundial se realiza con fines de explotación sexual y de ese porcentaje, más del 90% de las víctimas son mujeres y niñas

Durante siglos fuimos seres desprovistos de alma y algo de eso debe quedar aún en el pensamiento colectivo, cuando se puede debatir sobre la comercialización de nuestros cuerpos para el disfrute sexual de los hombres.

El otro motivo que se me ocurre es la resistencia a la pérdida de privilegios. Durante siglos, los hombres han tenido el derecho de poseer los cuerpos de las mujeres. No sólo a través de la prostitución. Venimos de sociedades donde se practicaba el derecho de pernada, los matrimonios concertados a cambio de beneficios para la familia… No debe ser fácil dejar atrás esa cultura machista en la que, durante siglos, los hombres han tenido el derecho de poseer los cuerpos de las mujeres con independencia del deseo de estas.

 

Campaña machista contra la prostitución y la trata

 

El problema está en dónde ponemos el foco

Entendiendo, por lo tanto, que la prostitución es una práctica que pone en riesgo, sobre todo, la salud de las mujeres más vulnerables. ¿Por qué se ha formado entonces tanto revuelo contra esta campaña que aboga precisamente por concienciar sobre este tema? Porque pone el foco en la persona equivocada

Ya sé que habla de cómplices y no de culpables. Pero, ¿de verdad que de todos los cómplices necesarios que precisa la prostitución y la trata para llevarse a cabo, había que poner el foco sobre las madres? Tenemos tan normalizada la práctica de volcar la responsabilidad sobre las víctimas, tan integradas las creencias machistas que ligan inseparablemente la maternidad y la culpa… que a ninguna persona de las que han estado a cargo de esta campaña se le ha ocurrido pensar que era una barbaridad poner el foco sobre la madre de la niña prostituida. 

Porque claro, para que una niña de 16 años se prostituya puede haber muchas circunstancias detrás que hayan desencadenado esa situación. Puede que algún hombre de su entorno cercano haya abusado de ella durante su infancia y ella haya interiorizado que eso es para lo único que sirve; puede que algún novio de adolescencia la haya violado sin que ella haya sido siquiera consciente, porque, claro, era su novio; puede que su orientación sexual o su identidad de género la hayan llevado a sufrir experiencias traumáticas que la hayan empujado a esa situación; puede que haya crecido en un entorno vulnerable en el que la pobreza y la marginación empujen a las niñas a acabar metidas en la prostitución… pero, claro, la culpa es de la madre que mira hacia otro lado porque su hija trae dinero fácil. Dinero fácil. Me gustaría saber qué tan fácil les resultaría a las personas responsables de esta campaña acostarse con un hombre que no les atrae en absoluto, practicarle sexo oral a un hombre que les repugna, o permitir que les penetren analmente mientras cierran los ojos y esperan que todo pase rápido. A cambio de, no sé, cincuenta euros. Qué tan fácil les parecería a las personas responsables de esta campaña ese dinero si tuvieran que ganárselo prostituyéndose

 

Campaña machista contra la prostitución y la trata

 

Y, claro, de todas las personas que miran hacia otro lado para que una niña de 16 años se vea obligada a prostituirse, la más indicada para poner el foco sobre ella es su madre. Porque todas sabemos que las prostitutas no tienen padres. O, mejor aún, porque es de dominio público que la responsabilidad de educar y de proteger a las hijas es única y exclusivamente de las madres. El padre, si es que lo hay, no necesita mirar para otro lado porque directamente no es asunto suyo. ¿Por qué damos por hecho aún en el siglo XXI que la responsabilidad de la crianza es únicamente de las madres? ¿De qué quieren concienciar con esta campaña? ¿A quiénes llaman cómplices? 

Las mujeres estamos cansadas de que se nos revictimice una y otra vez en lo que a delitos sexuales se refiere. Estamos cansadas de que se defienda nuestro derecho a vender o alquilar nuestros cuerpos, pero se cuestione con cuánta vehemencia negamos nuestro consentimiento para demostrar que fuimos violadas. Estamos cansadas, incluso, de que se hable de relaciones sexuales con consentimiento. Las relaciones sexuales no tienen que ser consentidas, tienen que ser deseadas. Yo consiento que se utilicen mis datos personales para enviarme publicidad. Cuando me acuesto con un hombre no lo hago dando mi consentimiento, lo hago porque lo deseo. Porque sí, las mujeres tenemos deseo sexual, del mismo modo que tenemos alma. Y estamos cansadas de cargar con la herencia cultural que nos invisibiliza en cuanto nos convertimos en madres relegándonos a un papel secundario dentro de nuestras propias vidas. Estamos cansadas de sentirnos culpables por no llegar a todo. Y créanme que no, la inmensa mayoría de las madres, nos dejamos la piel en la crianza y educación de nuestros hijos; y no miramos para otro lado. Hay madres, incluso, que se ven arrojadas a la prostitución como la única vía que les queda para sacar adelante a sus hijos. 

Pero claro, vamos a centrarnos mejor en hacer sentir culpables a las madres de las niñas que se prostituyen porque claro, a ellas les encanta que sus hijas les traigan dinero fácil a casa y por eso miran hacia otro lado. De los proxenetas, las mafias, los puteros y sus amigos que les cubren las fechorías, si acaso, ya hablamos en otra campaña.

 

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