Seguro que alguna vez has escuchado hablar del famoso cesto de los tesoros, incluso a veces se confunde como si fuera una propuesta de la pedagogía Montessori, ya que se basa en la experimentación sensorial…
¿Qué es un juego desestructurado? El “trabajo” de cualquier peque es jugar. Desde que se despiertan por la mañana hasta que se duermen por la noche, los peques y las peques buscan posibilidades de juego con todo lo que tienen a su alcance, y lo hacen desde que son capaces de manipular y explorar los objetos.
Este juego varía dependiendo de las habilidades que tenga en la etapa evolutiva en la que se encuentre, pero una variable común a toda ellas es la necesidad de manipular y explorar como base del juego.
¿Qué es el juego desestructurado?
Los materiales y objetos cotidianos suscitan un enorme interés en nuestros/as pequeños/as, muy por encima, en muchas ocasiones, de los juguetes estándar que encontramos en los comercios.
Y es que a nuestros pequeños les despierta una tremenda curiosidad explorar lo que les rodea, los elementos cotidianos, especialmente aquellos que usamos y nos ven utilizar a las personas adultas, pero también otros elementos que van encontrando en la naturaleza. Por ejemplo: piedras, palos, piñas, hojas, etc. Les encanta explorar estos objetos en profundidad, ponerlos en relación unos con otros, apilarlos, alinearlos, meter unos dentro de otros…
Este tipo de actividad, que aparece en la primera infancia, pero que se extenderá durante bastante tiempo después, consistente en el uso y exploración de materiales no estructurados (materiales abiertos, que no están diseñados con un propósito concreto ni tienen un fin en sí mismo, y con los que el peque podrá hacer cualquier cosa que se le ocurra), se conoce como juego desestructurado.
Material desestructurado: Ejemplos
¿Qué es el juego estructurado y no estructurado? Piedras, bloques, pelotas, fichas, palitos… Son ejemplos de material desestructurado para bebés frente a encajables, puzles, juguetes con botones que hacen cosas al pulsarlos… que serían materiales de juego cerrados, con los que solo se puede jugar de formas concretas.
Ejemplos de material desestructurado son cubiletes, bloques, arandelas, pañuelos, pelotas, boles, cucharas, cestos, cepillos y todos aquellos materiales que se pueden encontrar en la naturaleza como piedras, palos, piñas, caracolas…
Si ofrecemos piezas de madera, arandelas, cuencos y otros recipientes de diferentes tamaños a nuestro hijo o hija, lo más probable es que comience a entrechocar los elementos, a introducir unos dentro de otros, a clasificarlos o incluso a inventar historias o reproducir algo que le haya ocurrido, dependiendo de su madurez y etapa evolutiva.
La concentración que podremos observar en esta actividad, que él o ella eligen, inician y desarrollan será muy alta, y es posible que el tiempo en el que permanecen en ella, también sea más prolongado que con otro tipo de juegos y juguetes.
En el juego desestructurado no hay reglas, no hay normas, nada puede salir bien o mal, el peque no se puede equivocar jugando. Él/ella mismo/a, de manera autónoma, será quien ponga sus límites y decida cuándo, cómo y con qué. Es el tipo de actividad ideal en la etapa 0-3 y está dentro de la filosofía del movimiento libre.
¿Por qué es bueno el juego no estructurado?
Aunque a lo largo de este texto ya hemos ido entreviendo algunos de los beneficios del juego desestructurado y los materiales abiertos, los recogeremos de manera más organizada a continuación:
Potencia la actividad autónoma
Será el peque quien, a partir de la propuesta de material que le facilitemos, elija con qué y cómo jugar. Él decidirá, en base a su motivación en cada momento, qué tipo de actividad puede realizar.
Si necesita movimiento, posiblemente elija una pelota para corretear detrás de ella, o transportar piezas de un recipiente o lugar a otro. Si, en cambio, está más tranquilo, puede que elija hacer torres o clasificar elementos por categorías (juego con piezas sueltas). Podrá elegir cuando empieza el juego, cuánto durará y cuando termina.
Los materiales desestructurados son versátiles y adaptables a la etapa de desarrollo del peque
Unos bloques para construir servirán al bebé para explorarlos con sus manos y boca, lanzarlos para observar cómo se mueven y dónde caen y escuchar su sonido al chocar contra el suelo; servirán para llenar un cubo, hacer una torre o un tren, y más tarde formarán el aparcamiento para su cochecito o serán la casa de sus muñecos. También podrá clasificarlos por forma, tamaño o color. Al ser un material abierto, tiene infinitas posibilidades y el peque podrá utilizarlo durante mucho tiempo.
El juego desestructurado estimula, de manera natural, las funciones ejecutivas
Las funciones ejecutivas son todas aquellas habilidades que nos permiten organizar nuestra actividad cotidiana: la atención, resolución de problemas, el control de impulsos, etc. El peque, mientras juega, explorando con atención e interés los diferentes elementos, irá desarrollando todas estas habilidades que le irán preparando para aprender.
Los materiales abiertos no sobreestimulan
No hacen nada más que aquello que el peque hace con ellos. No hacen ruido, no tienen luces, música, movimiento… El peque creará con ellos cualquier cosa que se le vaya ocurriendo, disfrutando de la actividad que está realizando.
No genera expectativas, no puede salir mal
El peque pone sus propias reglas y dicta cómo se relacionará con los materiales, y lo que puede hacer con ellos. Creará su propio juego.
El juego desestructurado está libre de estereotipos
No hay materiales para niños y para niñas, no promueven roles. Cada peque podrá expresarse con los materiales cómo desee en cada momento.
Nos permite conocer a nuestro peque
Sus intereses, habilidades… Solo tenemos que pararnos un poco a observar cómo utiliza sus materiales.
Algo que puede ocurrirnos como personas adultas cuando observamos estos elementos, es que pensemos que no son realmente un juego, que no sepamos qué hacer o como interactuar con ellos y con nuestro peque, porque no es la idea de juego que solemos tener en mente.
ESTAR. Solo es necesario que hagamos eso. Observar, en silencio, y esperar, quizá realizando nosotros alguna otra actividad paralela, mientras él o ella juegan. No es necesario intervenir ni dirigir la actividad del peque.
No hay que enseñarle nada, ni adelantar etapas. Si queremos enseñarle a nuestro peque una torre y no tiene las habilidades suficientes para ello, lo más probable es que se frustre porque no le sale, y nos busque para que volvamos a repetirlo, limitando así su actividad autónoma en cierta medida, ya que nos necesitará para jugar como desea. Vamos a dejarle tiempo y espacio para que explore a placer.
Eso no quiere decir que no podamos jugar con él. Solo esperaremos a que nos ofrezca el material y él nos enseñe cómo usarlo. Seguiremos su iniciativa.
También es tarea nuestra ofrecer los materiales en suficiente cantidad y variedad, pero sin sobrecargar. Cuidando la presentación y el orden, para que la propuesta resulte atractiva y el peque desee explorar, y a la vez sepa dónde encontrar los diferentes materiales para sus proyectos. Dejándoles tiempo para explorarlos, sin buscar una rotación rápida de los mismos.
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